Antonio Gala, noventa años entre el murmullo del éxito y el silencio

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Gala, en una foto que la fundación colgó en Instagram a inicios de año. A la derecha, patio del edificio que acoge la sede en Córdoba
Gala, en una foto que la fundación colgó en Instagram a inicios de año. A la derecha, patio del edificio que acoge la sede en Córdoba Fundación Antonio Gala

El dramaturgo, escritor, poeta y columnista, homenajeado en su fundación cordobesa

05 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Alejado del mundanal ruido cumple 90 años Antonio Gala. El apasionado poeta, dramaturgo, narrador, columnista y guionista se apartó de los focos y se refugió en Córdoba cuando su salud se quebró. Se le homenajeó el viernes 2 de octubre en la ciudad andaluza donde tiene su fundación y su casa, que alterna con su retiro en la finca malagueña de La Baltasara, en Alhaurín el Grande. Regañado con el paso de tiempo y coqueto, seguro que no soplará, bastón en mano, las 90 velas que testificarían el estreno de otra década para este múltiple creador de pluma y lengua aceradas con talento renacentista. Su delicada salud y las restricciones por el covid le impiden asistir al íntimo acto.

El poeta cordobés nació en realidad en la manchega localidad de Brazatortas (Ciudad Real) el 2 de octubre de 1930, donde su padre era médico. Allí fue bautizado como Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos. Pero ha pasado el grueso de su vida entre la ciudad califal y Madrid, donde comenzó a fraguarse su éxito en los años 60 del siglo pasado. Triunfó en el teatro, pero para él su verdadero éxito es la fundación que lleva su nombre. «Es la gran obra de mi vida», dice Gala de la institución que vela por el talento joven y a la que entregará todo su patrimonio, que incluye una portentosa colección de 3.000 bastones. En la fundación, situada cerca de la Real Academia de Córdoba de la que Gala es miembro honorífico, tendrá lugar el homenaje preparado por José María Gala, sobrino del autor y director de la casa. Antonio Gala «no acudirá por consejo médico», avanza el director, para quien «sería irresponsable hacer un acto multitudinario».

Precoz lector de Rilke y San Juan de la Cruz, Gala escribió un relato con 5 años, con 7 su primera obra teatral, con 14 dictó una conferencia en el Círculo de la Amistad de Córdoba y con 15 ingresó en la Universidad de Sevilla. Licenciado en Derecho, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas, opositó a la Abogacía del Estado solo para agradar a su padre. Abandonó la tentativa tras dos años de estudio para ingresar en los Cartujos de Jerez, orden de la que sería expulsado, según cuenta en Ahora hablaré de mí, autobiografía que publicó hace dos decenios. Pasó del silencio monástico al bullicio bohemio. A frecuentar los mentideros teatrales y faranduleros y a trabajar en lo que fuera para ganarse la vida. En Madrid fue profesor de Historia del Arte y Filosofía en varios colegios, antes de poner rumbo primero a Portugal y luego a Florencia, donde dirigió la galería La Borghese durante un año, antes de dejarse mecer, a su regreso, por el murmullo del éxito.

En julio del 2011 reveló que padecía un cáncer de colon «de difícil extirpación» contra el que batalló recluido en casa y al que venció en el 2015. Desde entonces sus apariciones públicas han sido contadas. Limitadas al apoyo a alumnos de su fundación, como la entrega en el 2018 del premio Loewe de poesía a su amigo y antiguo becario Ben Clark.

«Se es escritor aunque no se escriba y hasta el último día de tu vida», asegura un Gala que no teme ni al fracaso ni a la parca y que se atrevió a anticipar su epitafio: «Murió vivo». Repite que no es un clásico «porque para serlo de veras hay que morirse varias veces» y él no tiene «ninguna urgencia ni una prisa desesperada por morir». Y eso que ha mirado a la muerte a los ojos -«he sufrido tres muertes clínicas», contó- y sabe que la dama de la guadaña bajó los ojos y le dio otra oportunidad.

Partícipe de todos los géneros literarios, el teatro y la novela han dado sus mayores satisfacciones a uno de los escritores en español más leídos, populares y reconocidos y que acumula casi 500 premios: del Planeta que ganó en 1990 con su primera novela, El manuscrito carmesí, al César González Ruano que recibió en 1975 por Los ojos de Troylo, en el que recuerda la muerte de su perro, o el Calderón de la Barca de teatro que mereció en 1963 por Los verdes campos del edén.

Suma 460 títulos en su bibliografía, con obras como La pasión turca (llevada al cine por Vicente Aranda), Anillos para una dama, El pedestal de las estatuas, Petra regalada, Granada de los nazaríes, Mas allá del jardín, Los bellos durmientes, A quien conmigo va, La soledad sonora, Inés desabrochada y Los papeles de agua, su último libro, aparecido en el 2008 y en el que mezcló ensayo y novela.