Mariana Enriquez: «Los fantasmas en un país que tuvo dictaduras no son los de M. R. James»

laura miyara / h.j.p. LA VOZ / REDACCIÓN

CULTURA

La escritora argentina Mariana Enriquez
La escritora argentina Mariana Enriquez Anagrama

La última novela de la escritora argentina, «Nuestra parte de noche», reconocida ya con el Herralde, acaba de ganar también el premio de la Crítica en narrativa

04 oct 2020 . Actualizado a las 18:43 h.

Un padre desesperado por proteger a su hijo del terrible destino que le espera. Una historia conmovedora y desgarradora por su universalidad, pero que, en la prosa de Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973), se siembra de detalles y especificidades que la convierten en un bosque único y siniestro en el que el lector desea adentrarse más y más. Calificada por la revista Elle como el libro del año, Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019) es la novela más ambiciosa de la autora argentina hasta el momento, tanto en términos narrativos como en su misma longitud. La obra, que se publicó a finales del pasado noviembre, ya había recibido el premio Herralde, al que le siguió el reconocimiento del festival Celsius 232 a la mejor novela de fantasía, terror o ciencia ficción escrita en español. Ahora, el libro cosecha aun otra distinción más: el premio de la Crítica 2019 en narrativa, otorgado por la Asociación Española de Críticos Literarios. Sorprendida por la noticia, Enriquez se mantiene fiel a sí misma y afirma su deseo de que los galardones no condicionen su forma de escribir.

-Ha hablado de las «recetas» que se le exigen a un escritor o escritora, y de la libertad de no atenerse a esas recetas. ¿Algo de eso cambia cuando una obra es multipremiada como «Nuestra parte de noche»?

-No siento la presión respecto de los lectores; tampoco creo que deba ofrecerles algo en especial, ni sé qué esperan. Creo a los lectores les gusta ser sorprendidos; al menos me sucede a mí como lectora. En todo caso, el planteo o la pregunta sobre qué escribir se dirige hacia mí. Un libro que recibe muchos elogios y premios se convierte en una especie de marca, de meta o de llegada. Yo no quiero competir conmigo misma. Quiero tener la libertad de disfrutar de Nuestra parte de noche y su buena acogida y, después, permitirme escribir el libro que quiera y convivir con el éxito, el fracaso o la indiferencia. No puedo pensar en la literatura como un espacio de exigencia en ese sentido y es importante para mí saber que el libro gustó quizá porque me dejé llevar por mis obsesiones personales, exclusivamente, sin pensar tanto en el afuera. Mis siguientes libros, sean exitosos o no, seguirán ese camino de escribir lo que quiero, lo que me gusta, lo que perturba, lo que me obsesiona. No concibo otra manera; tampoco niego que los premios funcionan como un condicionante y creo que hay que escapar de esa especie de límite, es peligroso.

-Como la primera ganadora argentina del premio de la Crítica, ¿qué consejo le daría a las nuevas generaciones de escritoras que aspiran a publicar?

-Creo que este es un buen momento para ser mujer y escritora (o cualquier otra minoría en literatura). Podemos discutir por qué se abrió esa puerta, yo creo que fue de tanto patearla nosotras. Lo importante es mantenerla abierta, estar atentas a que se quede así y aprovecharlo. Porque, como vemos, no fue siempre este el caso.

-Ha dicho que, al aproximarse al género, se planteó el desafío de escribir un terror latinoamericano. ¿Cómo fue el proceso para llegar a reflejar eso en el libro?

-Lo venía haciendo en los cuentos. Es importante para mí combinar el realismo con el terror y el fantástico y usar elementos propios, de mi cultura. América Latina está atravesada por la violencia política, como lo estuvo Europa: la historia tiene vaivenes, claro. Y también por la pobreza y la desigualdad. Esas son circunstancias sociopolíticas, pero mi lectura no es la del realismo puro, sino una combinación con mitos, santoral pagano y reinterpretaciones desde lo sobrenatural y lo local de los tópicos del género. En la novela amplié y combiné lo que estaba haciendo en los relatos. Un cuento de fantasmas, en países que tienen fosas comunes y tuvieron dictaduras sangrientas, no puede ser del estilo de M.R. James.

«La vida de todos cambió con la pandemia y se volvió muy demente y eso exige distancia»

Siempre interesada tanto o más por la música que por la literatura, Mariana Enriquez enumera algunas de sus influencias literarias, pero no puede evitar hacer antes una referencia musical. No es una coincidencia: en el año de la pandemia del covid-19, la autora ha aprovechado el confinamiento para replegarse, replantearse su labor, emprender un proceso de búsqueda como artista, reordenarse y pensar el oficio de la escritura desde una nueva perspectiva.

-¿Por qué eligió el vínculo padre-hijo como uno de los ejes principales del relato?

-Quería hablar de la herencia en el libro y decidí hacerlo con un par clásico, Ulises-Telémaco, el padre e hijo de La carretera de Cormac McCarthy, y también para explorar la masculinidad desde mi punto de vista. No quería escribir sobre el vínculo de una madre con su hijo o hija, no quería esa narradora; quería volver a narradores masculinos. No creo que una mujer deba escribir sobre mujeres si el relato pide otra cosa o si desea otra cosa.

-¿Qué otros libros la inspiraron al momento de escribir la obra?

-Muchas cosas, pero sobre todo poesía y música. Sé que la música no se lee, pero me inspira. Hubo algunos libros fundamentales: La carretera de McCarthy, Cumbres borrascosas de Emily Brönte, algo de Donoso, Frankenstein... Y muchos escritores contemporáneos de horror, desde Laird Barron hasta Mark Danielewski. Y el gótico sureño y por supuesto Stephen King. Borges siempre está presente y en este caso creo hay una deuda con Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, aunque quizá son libros ideológicamente muy diferentes.

-¿En qué está trabajando ahora?

-Estoy con proyectos dispersos; la pandemia me alejó bastante de la literatura, a diferencia de lo que le pasó a otra gente. Estoy en medio de una búsqueda, y me parece un buen momento para replantearse cuestiones sobre la escritura y el rol del escritor en estos tiempos de semejante incertidumbre. La vida de todos cambió y se volvió muy demente y creo que eso exige distancia.