El silencio roto por Bach

Xesús Fernández

CULTURA

29 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Del mismo modo que el éxito abrumador de la película El silencio de los corderos -1991, entonces innovadora en cuanto al thriller de psicópatas asesinos, subgénero que redondeó solo cuatro años después Seven- empujó a los editores de todo el mundo a recuperar la novela en la que Thomas Harris hizo debutar el personaje de Hannibal Lecter, El dragón rojo (1981), y que había pasado relativamente desapercibida, el filme de Demme tuvo otro curioso efecto secundario: el rescate de la personal lectura que el esquivo pianista canadiense Glenn Gould hizo de las populares Variaciones Goldberg de Bach (con aquel álbum de estudio también debutaba el músico en 1955, aunque volvió a registrarlas en 1981). La hermosa pieza sonaba mientras Anthony Hopkins permanecía encerrado en una jaula. Solo ese Bach -que en la interpretación de Gould resulta especialmente obsesivo- rompía el silencio de la estancia que definían solo unos barrotes de metal. No pocos salieron del cine ese día con el objetivo de hacerse con el registro.