-Realmente es wéstern de primer arco, aunque es verdad que Ginny sigue siendo un poco el vaquero solitario del tebeo. A pesar de todas esas referencias masculinas, es imposible no verte reflejada desde tu visión, desde la soledad, el sentido de la justicia, la mala hostia. Yo veía esos mismos wésterns de pequeña: me sentaba en el brazo del sofá, montaba a caballo, que me flipaba y fue lo primero que aprendí a dibujar, pero tampoco pensaba «estas cosas son de señores». El wéstern es un género fascinante, como las pelis de samuráis, que tienen un lenguaje propio, muy visual, unos elementos formales increíbles. Si te paras a pensar en cosas como Leone, es casi surrealismo puro, estaba flipado con De Chirico, con Dalí y está gente. Y claro, es inevitable no verse reflejado en ese universo que parece mágico, con esos personajes, cuando tienes ocho o nueve años, es normal. Veía los wésterns con mi padre y el tema de Leone lo tengo muy arraigado desde la infancia.
-Entre esas muchas referencias hay algunas, como los cantares de ciego, que remiten a Galicia.
-Sí, hay un montón de cosillas que es natural que vayas metiendo, especialmente al tratarse de un equipo multicultural. De hecho, el tebeo nuevo que estoy haciendo para el mercado norteamericano tiene mucho de Galicia, de la terriña, es inevitable. Los japoneses trabajan muy bien con estas cosas en el manga y anime. Son algo culturalmente muy cerrado, pero funcionan a nivel global, porque la base es la misma, la ambientación resulta muy reconocible. Me parece lo más normal, si estás hablando en primera persona a través de tu trabajo, incorporar elementos culturales tuyos.