La estrella anónima

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

26 jul 2020 . Actualizado a las 20:11 h.

«Creo que cualquiera que haya oído mi nombre creerá que estoy enterrada desde hace años», escribió en sus memorias. Jocosamente competía con Kirk Douglas a quien se moría más tarde, jactándose además de no ser una celebridad en París, en donde residía desde octubre de 1953 y allí, «vaya por donde vaya, nadie me reconoce. He ganado una preciosa novedad: el anonimato». Eso cuenta en el epílogo del 2016 para la reedición de las citadas (y divertidas) memorias Todos los franceses tienen uno, publicadas en 1951. Ese uno del título es el hígado, órgano que según ella en su país también tenían, «pero eran, normalmente, bebedores compulsivos que posteriormente contraían cirrosis». Seguro que cuando eso escribió no pensaba en el ligón Errol Flynn, junto al que protagonizó para Warner siete películas, la primera Capitán Blood (1935), cuando ella tenía diecinueve años y durante la cual el actor confesó en sus memorias sentirse «muy atraído por ella» para estar ya enamorado en el rodaje de La carga de la brigada ligera (1936), de aquella mujer de «cálidos ojos castaños y suaves maneras», quizá entre las varias razones por las que Selznick la eligió para encarnar a Melanie Hamilton en la mítica Lo que el viento se llevó (1939). Esa película la convirtió en una de las estrellas más cotizadas y admiradas de Hollywood en los años cuarenta hasta reconocerla con sendos Óscar por La vida íntima de Julia Norris (1946) y La heredera (1949). A partir de esos años, su carrera comenzó a distanciarse y entre medias surgió su enamoramiento de París y los franceses. Abandonó Hollywood sin nostalgia. Nunca llegaría a congraciarse con su hermana, la también estrella Joan Fontaine, y siempre lució un carácter irredento. No temía presentarse en los tribunales como cuando pleiteó contra el poderoso Jack Warner -y ganó, pero apenas trabajó en tres años- cansada de recibir papeles supeditados al galán masculino. La última -y perdió- fue contra la serie Feud (2017), en donde la encarnaba Catherine Zeta-Jones. Podemos imaginarla escribiendo «al fin me he muerto».