«Nada hay de heroico en una guerra, ni siquiera en los soldados vencedores»
CULTURA
El historiador Francisco Leira investiga el reclutamiento en Galicia del Ejército sublevado
13 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Había un espacio en la Guerra Civil que la historiografía había dejado postergado y el investigador de la Universidade de Santiago (USC) Francisco Jorge Leira Castiñeira (A Coruña, 1987) dirigió sobre él su mirada. A este rincón arrumbado dedicó su tesis -dirigida por el catedrático Lourenzo Fernández Prieto y multipremiada, entre otros con el galardón Miguel Artola-, de la que ahora la prestigiosa editorial Siglo XXI publica una profunda reelaboración del texto original: Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar. El corazón del contenido es el mismo, pero el autor redujo mucho la extensión (casi a la mitad) y trató de presentar la narración de un modo más atractivo, ameno, legible y con un enfoque más humanista (menos profesoral, menos académico).
Leira indaga cómo fue la experiencia de la Guerra Civil para los soldados del Ejército sublevado, que muchas veces se ha proclamado que se incorporaron con un alistamiento orgulloso, voluntario, animoso, como que concitaba únicamente a corajudos africanistas, fascistas, falangistas, carlistas y monárquicos. «Nada más lejos de la realidad», anota el historiador, que insiste en que fueron solo «unas víctimas más» del conflicto bélico.
Era un reclutamiento a la fuerza, recalca. Y lo fue para una gran mayoría, señala, que era apolítica. También para muchos anarquistas, comunistas y socialistas que se enrolaron -«algunos hasta de forma aparentemente voluntaria»- solo para sobrevivir, para evitar represalias o males mayores para ellos y sus familias. Incluso los conservadores, contrarios a la República, en un porcentaje muy importante, ni querían la guerra, ni la violencia, ni participar en ellas, simplemente defendían un Estado parlamentario y el regreso de la monarquía pero de forma pacífica.
Tras 105 entrevistas a excombatientes -entre las realizadas y las escuchadas en los archivos de los proyectos Historga de la USC y Nomes e Voces-, Leira afirma que se puede concluir de manera rotunda que «nada hay de heroico en una guerra, ni siquiera en los soldados vencedores».
«Era matar o morir»
Estas conversaciones le revelaron experiencias «verdaderamente tristes, nada más lejos del romanticismo con que en ocasiones se pinta la guerra». Todos le dijeron, constata, que para sobrevivir tuvieron que hacer cosas horribles: «Era matar o morir». Esa fue la frase más repetida.
Como indica su subtítulo, el libro se articula en tres espacios: Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar. Y aunque la primera parte está centrada principalmente en Galicia -porque fue en este territorio donde focalizó la investigación sobre el reclutamiento-, extrapola su tesis a lo que ocurrió en toda España, a la que atiende más específicamente en los dos últimos capítulos (guerra y posguerra). Galicia es un ejemplo canónico en el funcionamiento de la maquinaria de reclutamiento de las tropas nacionales, argumenta, ya que cayó en las primeras de cambio y estaba lejos de la retaguardia. «Los sublevados tuvieron así mucho margen de actuación, para presionar, para forzar, porque el aparato convivía con los mecanismos de la represión política», razona Leira.
Ahora bien, ni ardor guerrero ni entusiasmo alguno queda en los testimonios de aquellos combatientes, que probablemente nunca lo tuvieron. «Solo tristeza y recuerdos traumáticos», incide el autor, que cree que era urgente darles voz como en una especie de exorcismo, pero también como algo necesario para la sociedad. «El debate, el estudio debe salir de los extremos, de la polarización, tan queridos hoy en la escena política. Porque en el pueblo, en el 36, ni había tanta división como se dijo, ni había tantos guerreros vocacionales deseosos de alzarse en armas».
Leira asegura que se acercó a ellos sin acusarlos ni juzgarlos, «con la mente abierta, como un historiador, no como un político o un polemista». Y siempre, subraya, manteniendo el rigor que exige toda investigación histórica, aunque admite «el peso del componente emocional que comportaba este trabajo». Porque enseguida advirtió que estaba ante hombres que ocultaban un doloroso trauma, del que no habían hablado mucho en su larga vida -cuando él los entrevistó en los años 2010 y 2011 andaban entre los 91 y 93 años-, y que eran personas de lo más heterogéneo, en su identidad política, su sensibilidad y su cultura... Pero todas escondían una profunda herida.