La Fundación Telefónica dedica una muestra al genio humorístico de Miguel Gila

antonio paniagua MADRID / COLPISA

CULTURA

La muestra reúne una selección de objetos personales de Gila
La muestra reúne una selección de objetos personales de Gila EUROPA PRESS

La exposición arroja luz sobre su obra y cómo innovó en los diferentes ámbitos profesionales en los que estuvo involucrado

29 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Gila no sería Gila sin su teléfono. Como Charlie Chaplin y su bastón, Groucho Marx y su puro o Harold Lloyd y sus gafas de montura de carey, el icono del cómico español está inextricablemente unido a su teléfono de marcación de rueda. Al principio actuaba solo, de pie delante de un micrófono, pero se sentía incómodo para interpretar sus descacharrantes monólogos. Pese a que tuvo alguna que otra pareja artística como Tony Leblanc o Mary Santpere, la actuación en dúo no acababa de cuajar. Gila solo se necesitaba a sí mismo para hablar con la guerra, con su suegra o el presidente de EE. UU. Eso sí, necesitaba que alguien le diera la réplica. Fue entonces cuando tiró del cable y se encontró con el aparato ideal para romper su hieratismo. No fueron pocos los empresarios que le pidieron que usara el móvil, un invento que ya arrasaba a finales de siglo pasado, pero él se resistió con denuedo.

El Espacio Fundación Telefónica de Madrid, que ha vuelto a reabrir sus puertas, ha dado una segunda oportunidad a la exposición Gila al aparato, un homenaje al maestro del humor. La muestra se abrió hace meses, pero como todas cerró de repente con la irrupción del coronavirus. Los objetos expuestos no pretenden hacer un recorrido exhaustivo de su vida, pero sí arrojar luz sobre su obra ingente y en cómo innovó en los diferentes ámbitos profesionales en los que estuvo involucrado. 

Polifacético

Aparte de cómico, Miguel Gila Cuesta (Madrid, 1919-Barcelona, 2001) fue actor, escritor, dibujante de viñetas y publicitario casual. El escenario eclipsó al Gila dibujante. Sin embargo, su obra gráfica es admirada y constituye una de sus grandes aportaciones. Publicó en La Codorniz y Hermano Lobo, y en su periplo por tierras americanas fundó la revista La gallina. En el cine, participó en 35 películas, mientras que para el teatro llegó a escribir comedias como Tengo momia formal, Abierto por defunción y Yo encogí la libertad. Una vez escribió una obra seria y desasosegante junto su mujer, Dolores Cabo, que dejó perplejos a su seguidores. Se llamaba La pirueta y se alejaba del humor del absurdo con que triunfó.