Carlos Núñez: «Soy la suma del Quijote y Sancho»

CULTURA

BASILIO BELLO

El gaiteiro se apunta a un verano de conciertos íntimos en lugares mágicos y admite que el confinamiento le pasó casi desapercibido: «En realidad he pasado confinado gran parte de mi vida»

29 ago 2020 . Actualizado a las 01:09 h.

Yo pretendía tener con Carlos Núñez (Vigo, 1971) una conversación ligera, casi veraniega, pero el gran gaiteiro gallego tenía otros planes. Tras un confinamiento severo, del que sale con un nuevo libro debajo del brazo, Carlos Núñez es, como encima del escenario, todo energía. Así que vamos allá.

-Ha terminado un libro, un confinamiento bien aprovechado.

-El confinamiento nos pilló justo después de un concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires. Fue volver y saltar todo el tema. Y justo salí de casa para hacer música otra vez en este homenaje a las víctimas en el que interpreté Negra Sombra con Luz Casal. El libro es un trabajo que llevaba realizando desde los 19 años. Hubo un gaiteiro en Galicia que se llamaba Ricardo Portela, uno de los últimos gaiteiros de Soutelo. Antes de morir me pidió que le transcribiese su repertorio y yo se lo prometí. He tardado treinta años.

-Un trabajo denso.

-Pues mire, son unas 20.000 notas que le daban todo el sabor a sus interpretaciones, así que es como un legado que él nos dejó y que yo he querido dejar a los nuevos músicos de nuestro país. De lo que me he dado cuenta es de que en estos 30 años el mundo de la gaita ha avanzado muy poco.

-De otra manera ¿ha sacado alguna conclusión del confinamiento?

-Pues he tenido la sensación de que llevo toda mi vida confinado. Estoy habituado desde pequeñito a pasar largas temporadas encerrado, estudiando. Muchos músicos se han educado en esa disciplina. Para mí, el confinamiento no ha supuesto ningún sacrificio. Y me he sentido muy orgulloso de todo el sector cultural, porque han estado activos y generosos.

-¿Y cómo se le presenta el verano?

-Será un verano diferente, pero puede ser una gran oportunidad para valorar lo que somos y lo que tenemos. Hay que repensar los excesos que se han hecho. ¿Por qué los conciertos tienen que ser tan grandes, con tanto gasto de dinero público? Yo siempre hago dos giras. Una en invierno, en teatros y, en verano, hacemos una gira por lugares mágicos, en la naturaleza, que puede ser un muy buen sistema para este verano: catedrales, dólmenes, santuarios... lugares especiales. Es volver a vivir la música más integrada en la naturaleza. Me gustaría concienciar a concellos y patrocinadores de que es importante apostar por lo nuestro, por lo nuestro de calidad. Y que la gente pague una entradita. Eso también es importante.

-Usted ha tocado por todo el mundo. ¿Qué escenario le impactó?

-Antes respondía que escenarios míticos como el Carnegie Hall de Nueva York, o al Royal Albert Hall de Londres... pero aparte de esos lugares emblemáticos hubo otros en la naturaleza que también me impresionaron, Hubo uno en Japón, organizado por la Unesco ,que se llamaba The great music experience y que me marcó. Yo iba con los Chieftains, mis maestros, y aquel día tocamos con Bob Dylan, Bon Jovi, Joni Mitchell, monjes budistas... En plena naturaleza, en el templo de Todai Ji. Inolvidable.

-Lugares mágicos, como su proyecto en Galicia.

-Sí. Nosotros siempre lo hacemos al atardecer. Aquí han proliferado mucho los festivales y el otro día leía unas declaraciones de unas pandereteiras que decían que les haría mucha ilusión tocar en un festival indi. ¡Dios mío! Si estuviéramos en Irlanda o en Bretaña, los indis estarían encantados de que les invitaran a un festival celta. Es importante que los chavales más jóvenes conecten con las raíces y que hagan cosas nuevas. Ya lo dijo Bob Dylan: «Bebed de vuestras raíces».

-¿Cómo era de joven?

-Mis años de formación fueron los 80. Y fueron años difíciles para la música tradicional. En aquella Galicia de «deixémonos de gaitas», no era lo que molaba. Lo entendí perfectamente y pasamos aquella adolescencia concentrados. Los placeres de la movida quedaban en el exterior. Eso me generó una gran curiosidad por la vida. Como decía Yepes, como no estudies, el primer día lo notará la guitarra, el segundo lo notarás tú y el tercero lo notará el público. Era como que teníamos una misión. No era un trabajo, era una misión.

-De algún modo, la misión continúa. De ahí el libro sobre Portela.

-Total. Con este libro me he pasado tres meses de conexión con aquello que viví hace treinta años. Fue como un viaje en el tiempo y me quedé con la sensación de que nada se había movido. Yo he vivido una gran aventura pero ojo porque hoy hay menos gaiteiros en Galicia que hace diez años, por ejemplo. Y cuando viene alguien de fuera y pregunta dónde se puede escuchar música de aquí... no es tan fácil. Portela quería sacar la gaita de la taberna, de la carallada. Y eso es una conquista en base a la calidad, pero en Galicia ha habido esa sensación de que lo gallego es enxebre y que enxebre significa de calqueira maneira.

-A ver si es capaz de definirse en cuatro palabras.

-Un compañero de clase me definió como la suma de don Quijote y Sancho.

-Pruebe con Galicia.

-Galicia es algo que no se hereda, hay que ganársela. Es uno de los lugares del mundo donde la gente está más apegada a la tierra y a la energía que brota de ella. La diferencia con países como Perú es que el peruano tiene una cosa que al gallego no le sobra: orgullo. Recuerdo que Les Luthiers me decían: «¿Pero qué pasa con el gallego, por qué esconde la gaita?». Por eso creo que el mundo celta es un gran aliado. Hace que no nos sintamos solos dentro de nuestra realidad. Galicia es uno de los países más difíciles de descifrar del mundo, porque no es lo que parece.

-¿Celta o Deportivo?

-Cada vez que me encuentro con el presidente del Celta le digo una cosa: «Con esa marca que tienes y una historia no inferior al Celtic de Glasgow o al Boston Celtics y la música celta, ¡la de cosas que se podían hacer!». Mi gran pregunta es ¿qué hubiera pasado si el Deportivo de A Coruña, en vez de llamarse Deportivo, se hubiera llamado Celta?

-¿Usted dónde vive?

-Vivo en el mundo, dando vueltas. Todos los días, cuando me levanto, tengo que pensar un par de segundos: ¿dónde estamos hoy?

-¿Sabría hacer una tortilla de patatas?

-Sí, por supuesto.

-¿Le gusta cocinar?

-Una de las cosas más maravillosas que conozco es cocinar con agua de mar. Me atrae mucho esa sabiduría de nuestra cocina, que es una cocina de largo recorrido.

-Dígame una canción.

-La que más me gustó en el confinamiento, una que llevaba mucho tiempo queriendo escuchar porque, de pronto, los pajarillos volvieron a tomar nuestras ciudades y desde mi balcón escuché sus preciosas melodías todos los días.

-¿Qué es lo más importante en la vida?

-Disfrutar del camino.