«Cinema Paradiso» o el amor por las películas en pantalla grande

miguel anxo fernández

CULTURA

Un fotograma de la película de Tornatore
Un fotograma de la película de Tornatore

Varias salas gallegas reabren este viernes con el simbólico título de Tornatore

25 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue Hitchcock quien espetó la definición más cínica y pragmática del cine, que firmaría cualquier exhibidor: «Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar» y no es en absoluto «… ese invento del demonio», como sentenciara Antonio Machado. Por eso, veinte años después, la más emotiva historia de amor al cine como espectáculo colectivo jamás filmada, Cinema Paradiso, se erige en talismán para las salas españolas que desde mañana la reestrenan en pantalla grande, buscando la complicidad del público para su regreso a la sala oscura, en medio de rígidos protocolos para evitar que disfrutar de una película en su medio natural, mute a pesadilla vírica.

En Galicia, el filme del italiano Giuseppe Tornatore -premiado en 1988 con el Óscar y el Globo de Oro en la categoría de habla no inglesa-, se podrá ver en A Coruña, Lugo, Ferrol, Santiago de Compostela, Vigo y la ourensana Leiro. A partir del próximo 3 de julio, se sumarán Carballo, Monforte, Ourense, Pontevedra, Santa Uxía de Ribeira, Vilagarcía de Arousa, entre otras plazas.

La historia del pequeño Totó (Salvatore Cascio) y el viejo operador Alfredo (Philippe Noiret), es también un tierno relato de amistad. El día a día de Alfredo -un sabio nutrido de las peripecias y los diálogos de los personajes que proyecta una y otra vez-, transcurre en su cabina. Por eso, cuando explosiona la máquina que le dejará ciego, un Totó adolescente tomará su relevo en el Paradiso, pero Alfredo le conminará a que abandone el pueblo y se vaya a Roma, porque «la vida no es como la has visto en el cine, la vida es más difícil. No quiero oírte más, solo quiero oír hablar de ti». Y convertido en director de éxito, regresará años después para el funeral de su amigo, coincidiendo con la demolición del viejo cine.

Desde que los Lumière organizaran la primera proyección pública de su invento -previo pago de una entrada-, el 28 de diciembre de 1895, la Humanidad no había conocido un cierre de salas masivo a nivel mundial, como el provocado por el covid-19. Miles de pantallas permanecieron clausuradas desde marzo pasado y centenares de filmes dispuestos para su estreno desde entonces -con Hollywood a la cabeza-, hubieron de aplazarlo. En consecuencia, el home cinema batió récords de consumo sin precedentes, constatando que el ser humano sigue fascinado por la ficción audiovisual, elevándola a categoría de primera necesidad.

Sí, el cine, ese séptimo arte con su ya muy largo siglo de vida. Contradiciendo a su coetáneo Machado en la Generación del 98, Azorín, apasionado cinéfilo tardío, afirmó que «el cine apacigua el ánimo; entregados al presente, nos desentendemos de la obsesión del ayer y de los cuidados del mañana». Cuando sobre la pantalla irrumpan las primeras imágenes de Cinema Paradiso y con ellas la icónica música de Ennio Morricone o el espléndido tema de amor de su hijo Andrea, asumiremos lo que sentenció Ettore Scola: «El cine es un espejo pintado», espejo que nos permite soñar desde nuestra butaca y porque, como sentenció Alfredo, «la vida es más difícil».