Aldara Filgueiras: «Creo que a lo académico hay que darle un poco de "coloquialidad" y calle»

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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Su segundo libro,  «La muerte del gato persa», se enmarca en «la época de Tinder, WhatsApp y los festivales»

22 jun 2020 . Actualizado a las 10:29 h.

Tras su debut con Mala, Aldara Filgueiras (Fene, 1990) acaba de editar La muerte del gato persa, un libro que entremezcla poesía e ilustración.Tiene cierto aire de retrato generacional de esos treintañeros que no dan encontrado la brújula perfecta para caminar en la vida. Para más pistas, se subtitula: «Breve paseo por los tres centos en la época de Tinder, WhatsApp y los festivales», Debido al confinamiento, la autora decidió liberarlo en formato digital nocturno (fondo negro y tinta blanca), a la espera de una futura edición impresa.

-¿Por qué esos tres centros?

-O tres formas de comunicación. Los tres centros son para mí el mental, el emocional y el instintivo. Dentro de ello, las formas de relacionamos son esas. Tiene que ver con la idea de que estamos un poco perdidos con las redes sociales, donde muestras una cosa que después no eres y nada se conecta bien.

-¿Desligados respecto al pasado y perdidos con el futuro?

-Sí, totalmente. Nos han educado con unas premisas y valores. Pero ahora la cosa es totalmente distinta. Aparecemos en un mundo global e hiperconectado, donde todo es incierto. El covid-19 lo ha hecho aún más. Van a desaparecer profesiones, nos vamos a relacionar de forma diferente... Yo siento como si estuviéramos ante un cambio de era.

-Y en medio de todo eso aparece la poesía. La suya, por ejemplo, muy pendiente de si le pulsan en el corazón del Instagram cuando publica «stories».

-[Risas]. Claro. La poesía es una forma de conectar, de ver lo pequeñito y quitar la paja. Me gusta la gente que escribe sencillo, que no quiere hacer algo barroco. La que quita todo el ruido y se queda con lo más pequeño. Es cierto que es poco académica, pero yo creo que a lo académico hay que darle un poco de coloquialidad, un poco de calle.

-Dice en su libro que «hay que ser feminista, pero sin enseñar demasiado». ¿Lo piensa así?

-Es desde la ironía. En muchas ocasiones hay muy poca coherencia en las posturas. En pro de la libertad decimos muchas cosas, pero la libertad al final es hasta donde a uno le viene bien. Es como si te dijeran: «Tampoco te pases de libre, que a mí no me viene bien». Yo me río de eso, de esos límites que a veces te quieren imponer diciéndote: «Te dejo ser libre». Pero es tú no me tiene que dejar ser libre, ya lo soy.

-Una poeta gallega de su generación, Lúa Mosquetera, habla por ejemplo de «perrear» con sus amigas como acto feminista.

-Sí, la conozco. Cada una tiene su feminismo. Si para ella perrear es feminista, pues me parece muy bien. Que vaya a perrear. No tiene sentido que, si yo quiero ser libre, ande limitando la libertad de los demás.

-En sus versos hay mucho desencanto con los trabajos, un tema poco poético en principio. Dice que le quitan el alma.

-Yo creo que eso falta, por eso me gusta escribir sobre el trabajo. Te decían que a las ocho horas, tirabas el boli y te ibas para casa, pero no: lo que soy como persona es lo que también soy como profesional y paso muchas horas en el trabajo como para que eso no me afecte en la vida. Y la vida se plasma en lo que escribo. El desencanto lo veo constantemente. «Esto no es lo que pensaba». Lo escucho siempre.

-Eso no es nuevo, aunque quizá su generación se crio con la filosofía de «persigue tu sueño». ¿Son un poco víctimas de eso?

-Sí, pero no sabíamos nada. Por eso estamos tan perdidos ahora. Esa historia de que nadie te detenga, que los sueños se cumplen si los persigues. Pensaba que éramos especiales, que nos habíamos dado cuenta de la mentira y no, ha pasado siempre.

-¿Hay una especie de espiral de buscar el amor perfecto de la que no logra salir en sus palabras?

-Mmm... yo eso del amor perfecto no lo veo mucho. No es algo que me coma mucho la cabeza. Lo que tengo es desapego a los fantasmas y a los vendehúmos. Eso no lo necesito, sino que es un placer y tiene que ser un placer que me vaya a gustar. ¿Lo otro? No me apetece el drama. O sea que, más que la búsqueda del amor perfecto, mi postura es huir del drama. Es como la canción de Fangoria Dramas y comedias, que dice «no mas dramas en mi vida, solo comedias entretenidas».

-En su libro sale mucha música. Por ejemplo, aspira a cantar el «Turnedo» de Iván Ferreiro en pareja.

-Sí. También meto a Ojete Calor, mucha mezcla. En el libro hay un código QR con una playlist para que la gente la escuche mientras lee, si lo desea. La música me influye directamente. Hay muchas canciones que me definen. Hablo mucho con frases de ellas. Decíamos antes de que los sueños no se cumplen, pero cuando escuchas determinadas canciones parece que sí se cumplen un poco.

-¿Si el libro tuviera que reconducirse a una red social en cuál terminaría?

-En Instagram, sin duda.

-¿Con qué foto?

-Pues con una de las ilustraciones del libro, que parece un boceto de La maja desnuda y tiene unas garabatos que dicen: «Ay, ay, la vida es muy heavy y nosotros somos muy dramáticas».