El silencioso aniversario de Torrente Ballester

Ramón Loureiro Calvo
ramón loureiro FERROL / LA VOZ

CULTURA

Busto de Gonzalo Torrente Ballester en Ferrol
Busto de Gonzalo Torrente Ballester en Ferrol ramòn loureirro

14 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Gonzalo Torrente Ballester habría estado ayer de cumpleaños. Porque fue también un 13 de junio, concretamente el del año 1910, cuando su madre, que iba camino de la romería de San Antonio da Cabana, al ponerse inesperadamente de parto buscó refugio en casa de sus suegros, en el valle de Serantes. Y allí mismo vino al mundo el autor de La saga/fuga de J.B., uno de los más grandes autores de la literatura europea: en una casa blasonada, muy hermosa, que se encuentra apenas a unos cientos de pasos del cementerio donde hoy descansan sus restos. Un cementerio en el que ayer, a media mañana, entre tormenta y tormenta, cantaban, con todas sus fuerzas, los pájaros, mientras el sol intentaba asomarse tímidamente entre las nubes.

Sobre la tumba de don Gonzalo, cubierta con una lápida de mármol negro, había un ramo de flores blancas. Su aspecto evidenciaba a las claras que no se habían colocado ayer, pero allí estaban -y no del todo secas-, en memoria del autor de Los gozos y las sombras.

Ramón Loureiro

Frente al olvido, los clásicos

Torrente descansa junto a otros miembros de su familia. Entre ellos su legendario abuelo Ballester, don Eladio, a quien él de niño le escuchaba contar las historias (bueno, no solo a él: también a la infinidad de mendigos y caminantes que se acogían a la hospitalidad de aquella casa, en la que jamás se le cerraba la puerta a nadie) que sembraron en su corazón el amor por la literatura.

«¿Que si Torrente está olvidado...? No, no está olvidado -dice el profesor Ángel Basanta, presidente de la Asociación Española de Críticos Literarios y uno de los mayores expertos en la obra del escritor ferrolano-. Torrente y su gran literatura seguirán vivos siempre. Pero su vida será la de los auténticos clásicos, que no mueren jamás, aunque, por desgracia, nunca tienen un gran número de lectores». Y a ello se une además, añade Basanta, el hecho de que todos los escritores españoles «verdaderamente grandes» parecen condenados a atravesar, «durante los treinta años que siguen a su fallecimiento», un tiempo en el que a su alrededor todo parece ser «silencio». Algo en lo que también coincide José Antonio Ponte Far, biógrafo de Torrente y amigo personal del escritor, quien apunta que, «allá donde está ahora», sin duda don Gonzalo mantendrá la esperanza de que su obra, que «gana con el paso del tiempo», acabe ocupando, ante la historia, el lugar que el corresponde.