Adiós a un maestro irrepetible

Alfredo Vigo Trasancos

CULTURA

Antonio Bonet Correa
Antonio Bonet Correa RAQUEL P. VIECO

El historiador del arte Antonio Bonet Correa falleció a los 94 años

24 may 2020 . Actualizado a las 10:30 h.

Jovial hasta sus últimos momentos, pues tuve ocasión de hablar con él hace apenas unos días, en la madrugada del 22 de mayo falleció en Madrid Antonio Bonet Correa, a los 94 años. Había nacido en A Coruña, se sentía lucense por su arraigo familiar, pero era ante todo un admirador de Galicia, de su arte y su cultura y, más aún, de Compostela, a la que consideró una ciudad de piedra única y llena de magia y a la que dedicó muchos de sus estudios más destacados.

Fue, sin duda, uno de los historiadores del arte más importantes e internacionales que haya dado España hasta el día de hoy, lo que explica que, después de licenciarse en Filosofía y Letras en la Universidade de Santiago y de doctorarse en Madrid, fuera encadenando una interminable carrera de éxitos: profesor en la Sorbona, catedrático de Murcia, de Sevilla y de Madrid, profesor visitantes en muchas otras universidades europeas y americanas.

Académicos de Bellas Arte

Su otoño colmado lo consiguió con su nombramiento como catedrático emérito de la Complutense, como doctor honoris causa de varias universidades -entre ellas las de Vigo, Sevilla y Santiago de Compostela­- y como académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, institución eminente de la que fue también director y hasta el día de su muerte director honorario.

Lo dio todo por su profesión que convirtió el Barroco y el Arte Contemporáneo en sus dos pasiones temáticas, casi a la vez en que se iba convirtiendo en un referente en los estudios de Historia de la Arquitectura y de Historia del Urbanismo en unos tiempos en que muy pocos historiadores trataban el tema de la ciudad.

Fue también escritor, ensayista, crítico de arte, además de un hombre vital, culto, afable y muy generoso. Su trayectoria social y su carisma lo convirtieron, asimismo, en un indiscutible seductor y en una persona enormemente querida; quizá por ello, cuando hace unos años recibió un multitudinario homenaje en el Museo del Prado, la sala se rompió con el ruido atronador de los aplausos entregados de un público que lo quería y admiraba. Se ha muerto Antonio Bonet, sí, pero queda entre nosotros su importante legado historiográfico y el recuerdo imborrable de una persona irrepetible. Desde aquí, pues, Antonio, recibe nuestro último y más caluroso aplauso.