Cristina Sánchez-Andrade: «En estos momentos pienso que la realidad estaba infravalorada»

La Voz

CULTURA

Carlos Porras

Creía que, en estado puro, no funcionaba en la literatura, de ahí sus historias, siempre entre lo crudo y lo mágico. Ganadora del último premio Julio Camba, publicó el pasado diciembre su primer libro de cuentos, «El niño que comía lana»

04 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cristina Sánchez-Andrade (Santiago, 1968), ganadora del último premio Julio Camba, confiesa haber infravalorado hasta ahora la realidad. Hace solo dos meses, aseguraba convencida a este periódico -charlando en particular de sus últimos relatos publicados (El niño que comía lana) y, en general, del oficio de escritora- que lo real, en estado puro, no solía funcionar para la literatura, que «la vida es muy aburrida».

-¿Sigue creyendo lo mismo?

-En estos momentos pienso que, desde el punto de vista literario, la realidad está infravalorada. Si alguien me hubiera venido hace unos meses con una novela cuyo argumento consistiese en lo que está pasando ahora mismo, le diría: es inverosímil, nadie se lo va a creer. Pero ya ves…

-Si hay alguien que sepa de confinamiento es un escritor.

-A veces nos confinamos para escribir y hay ratos en que, mientras trabajo, pienso que estoy en esa situación y me olvido de que en realidad no puedo salir. Estoy aprovechando para escribir todo lo que puedo, pero no siempre es fácil. En todo caso, creo que de este confinamiento saldrán cosas buenas.

-Y los cuentos que acaba de publicar, ¿de dónde salen?

-Sobre todo de historias que había escuchado por casa de pequeña, de mi abuela, mis tías… Historias que tenía pendientes de escribir. Y hay muchos personajes que están inspirados en personas que conocí de pequeña o de las que me hablaron en Galicia. Por ejemplo, el personaje de Pacheco, que era el tonto del pueblo en el que veraneo, cerca de Ribeira, Castiñeiras.

-Coge una historia real de tradición oral y... ¿a partir de ahí?

-La haces tuya, porque una historia se puede contar de mil maneras, cada escritor seguramente lo haríamos de una forma distinta, pero al final, lo que intentas es encontrar algo dentro de ti que conecte con esa historia para empezar a escribirla.

-¿Y de dónde sale su mirada tan gallega?

-Yo nací en Santiago y toda la familia de mi padre es de ahí, las vacaciones de mi infancia las he pasado en Galicia, pero nunca he llegado a vivir allí. No nos damos cuenta de hasta qué punto la infancia es nuestro universo literario. Yo me pongo a pensar en escribir y no puedo pensar en Madrid, por ejemplo, no me puedo alejar de ese universo, de esos personajes, del carácter gallego. Y mira que Madrid podría tener mucha más presencia en mi escritura, porque he vivido muchos más años aquí, pero tiene que ver con lo que haces cuando eres niño. Son años decisivos.

-¿Qué le llama tanto la atención especialmente de la Galicia rural?

-Un estilo de vida que está desapareciendo. Me da pena que nadie se moleste en escribir sobre él, que se vaya a perder. Me han influido mucho las lecturas de los clásicos gallegos, Cunqueiro, Ánxel Fole, Carlos Casares… más que las de los muy conocidos como Valle-Inclán, Cela, que también. Pero ahí está toda esa tradición oral, ese mundo rural.

-El de sus historias es un rural muy grotesco.

-¡Y más que puede llegar a serlo! Es que hay anécdotas que todavía están ahí por contar y son cosas tremendas. Imagínate hace 50 años, en un pueblo costero gallego. Ahí pasaba de todo. Había cada loco… y yo recuerdo hacer visitas con mi abuela o mis tías a casas de gente que te miraba, con cuchillos en las manos, cosas que dices «esto solo pasa en las películas», pero no, suceden de verdad. Yo creo que, además, Galicia se presta a todo lo sobrenatural, a las «meigadas». Vuelvo a la tradición oral que da pie a todo esto.

-¿Cómo se escribe del dolor, de la miseria, de las heridas morales y de los secretos, temas recurrentes en su literatura?

-Cómo no se escribe sobre esto, más bien. Es algo que está en nuestras vidas de una manera tan palpable… Yo hablo también mucho siempre de la vulnerabilidad de los personajes. Creo que en el fondo, el tema de todas las historias es siempre el mismo: el querer y el afán de ser queridos, y cuando esto no funciona, empiezan a ocurrir cosas.

«Publicar relatos es difícil, las editoriales no los quieren»

Hasta el pasado diciembre, Sánchez-Andrade solo había publicado novela, pero entonces Alfaguara apostó por el formato breve. Cambia la carcasa, pero las suyas siguen siendo historias incómodamente familiares que uno ha escuchado con otros nombres a través de las rendijas de las puertas.

-Comenzó escribiendo cuentos o directamente novelas?

-Todo el mundo empieza escribiendo relatos, pero nunca había llegado a publicar ninguno porque las editoriales no los quieren. En teoría a todo el mundo le gusta leerlos y se venden muy bien, pero hay reticencia a la hora de publicarlos, parece que es un género menor o algo así.

-¿Hay algo en ellos de sus anteriores novelas?

-Hay un cuento, Mal de alturas, en el que confluyen anécdotas. Y luego hay personajes que entran y salen de los diferentes relatos.

-¿Cómo construye a sus personajes?

-Depende. De algunos tengo referentes claros, pero hay que construir la historia. Con el mismo ejemplo de antes, de Pacheco, el tonto del pueblo (que al final de tonto no tenía nada, era bastante listo, todo lo que quería lo conseguía), me acuerdo perfectamente, de verlo en misa mirando las piernas de las mujeres y de los hombres, y pasándose por nuestra casa a que mi abuela le pidiera recados y viéndole por ahí, con esas pintas, con esos pantalones atados a la cintura y los ojos, que era como bizco... me acuerdo perfectamente de él. Pero tú luego tienes montarte una historia. Y esa historia yo no la he vivido como tal, no soy el protagonista, es más, en este caso concreto es un niño el que la cuenta. Todos los escritores, yo creo, hacemos eso un poco: nos basamos en personajes y en anécdotas de la realidad y le ponemos imaginación. La imaginación está hecha de un montón de cosas, de todo lo que lees, de lo que vives, de tus experiencias, de la película que acabas de ver… en fin, de todo lo que te rodea. Cuando estás escribiendo eres una esponja, coges lo que hay a tu alrededor para alimentar a una bestia que te está pidiendo constantemente.

-¿Le hablan los personajes?

-Eso es muy frecuente. Una cosa es lo que tú quieras y otra lo que ellos quieran hacer. Van cobrando vida. Es algo que me gusta, que no me preocupa, que ellos vayan tomando la iniciativa y te vayan contando cómo quieren que sea todo. Lo bueno es dejarse llevar. Otras veces también notas que hay personajes que te están queriendo decir algo y tú no lo entiendes, en mi caso concreto ahí surge un bloqueo, no sé bien, no hay una comunicación fluida y se queda ahí. Para mí, los personajes son el motor de la historia, lo más importante. De ellos emana la intriga, son los que generan la trama. En el momento en el que tienes buenos personajes, lo demás viene todo rodado. 

-En sus historias, las protagonistas suelen ser mujeres.

-Es que me parecen muy interesantes, me parece que la psicología de la mujer me da más juego. Y curiosamente suelen ser parejas de mujeres, porque ya aparecía una pareja en mi primera novela, Las lagartijas huelen a hierba; luego en Las inviernas; también en Alguien bajo los párpados; y ahora la novela que estoy escribiendo está protagonizada por una abuela y su nieta. Hay algo ahí que me atrae, que me parece que tiene mucho interés literario.

-¿Cómo definiría la personalidad de su literatura?

-Justamente, creo que mis personajes son siempre un poco siniestros, y lo busco de manera intencionada. Y también busco que no sean siempre historias bonitas. Que remuevan un poco al lector por dentro.

-¿Ha pensado en llevar sus historias a la gran pantalla?

-Por pensarlo sí, pero claro, tiene que venir alguien que haga una apuesta por ello. Curiosamente hemos tenido una propuesta para hacer un corto con uno de los relatos, Enterrada, la historia de una mujer que se entierra y empieza a venir su hija, el marido de su hija… para que salga de ahí, y ella insiste en que no, y empieza a confesar y se enteran de unas cosas tremendas de la vida de esta mujer. Hace poco se puso en contacto conmigo un cineasta gallego que había hecho un guion que me gustó mucho, y está con esa idea. No es la primera propuesta que me han hecho, pero el tema del cine es complicado. Pero me gustaría, sí.