Talentos precoces al piano y en las composiciones

Antón de santiago

CULTURA

Alexandra Dovgan, pianista rusa de 13 años, en uno de los ensayos con la OSG y el maestro Dima Slobodeniouk
Alexandra Dovgan, pianista rusa de 13 años, en uno de los ensayos con la OSG y el maestro Dima Slobodeniouk

La talentosa niña rusa Alexandra Dovgan brilló a sus 13 años en su interpretación con la OSG del «Concierto n.º 1 para piano en sol menor» de Felix Mendelssohn

02 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Regresó el maestro Dima Slobodeniouk en la 14.ª sesión de abono al podio de la Sinfónica de Galicia, de la que es titular, y trajo con él a una niña prodigio, talentosa y muy hecha a sus 13 años de edad: la rusa Alexandra Dovgan. Su cometido, el Concierto n.º 1 para piano en sol menor de Felix Mendelssohn (1809-1947). Después, El pájaro de fuego de Igor Stravinski (1882-1971).

El mentor de la pequeña, el gran Sokolov, prefiere no calificarla de prodigio, pero sí lo es por tener una «cualidad en grado extraordinario»: técnica, potencia, entereza y musicalidad rebosante, que sobresalen de un cuerpo aún infantil. A su precocidad se une la de los dos compositores, separados por casi cien años, que escriben tales obras a los 20 y 30 años. El concierto de Mendelssohn parece fácil por su belleza y su transparencia, pero es exigente para orquesta y piano. Alexandra asombró por capacidad y saber estar. Perfectamente arropada por orquesta y director. Aclamada, correspondió con Rachmáninov, esencial futurible en su carrera.

Stravinski, salido de la escuela de Rimski-Kórsakov?, parecía predestinado para enfatizar la modernidad de los ballets rusos que buscaba en París Serguei Diaghilev, que en 1910 se proponía llevar a la escena el cuento de hadas de El pájaro de fuego. Fokine, su coreógrafo, realizó la secuenciación del relato. Rimski acababa de morir. El destino señaló a Igor, cuyas primeras obras demostraban haber asimilado las lecciones de aquél.

Aceptó el encargo a pesar de, dijo, no conocer sus propias fuerzas. El resultado es una obra monumental que refleja el intrincado argumento: descripciones, ambientes opresores, atmósferas feéricas, encantamientos, misterio, malignidad, redención de los sortilegios y alegría por el triunfo de la bondad. Suscitó el genio de Stranviski, su fértil imaginación y el dominio de la orquestación, mezcla de timbres y colores, energía y variedad de los ritmos y el lirismo necesario.

Orgánico cercano a la centuria, reforzado por jóvenes de la cantera. Slobodeniouk volvió a mostrar la seriedad y rigor de sus lecturas, tan afines a estos creadores, conducción solícita y cabal. Excelente la respuesta de la orquesta y sus solistas (Prokopenko, Ferrer, Hill, Walker y Bushnell), largamente aplaudidos.