Enric Auquer: «Se la he colado a todo el mundo con el acento gallego»

CULTURA

Jorge Zapata | efe

Su papel de narco gallego en «Quien a hierro mata» le valió al intérprete catalán el Goya a mejor actor revelación

28 feb 2020 . Actualizado a las 08:10 h.

En el historial de nominados al Goya a mejor actor revelación hay nombres a los que, paradójicamente, el público estaba cansado de ver en pantalla. A Enric Auquer (Gerona, 1988) no, anónimo fuera de Cataluña hasta el año pasado. Hoy le paran por la calle tras arrasar en la temporada de premios con dos Feroz, un Gaudí y un cabezón, este último por su papel de narcotraficante gallego en Quien a hierro mata, producida por Vaca Films.

-Ha sido un auténtico descubrimiento.

-Tuve la suerte de encontrarme con un director valiente al que los nombres famosos le importan poco. Yo estaba haciendo una obra teatral en el teatro María Guerrero, In memoriam: la quinta del Biberón, dirigida por Lluís Pasqual, y vino a verme Arantza Vélez, directora de cásting, y le gusté. Me dijo que fuese a hacer la prueba y allí estaba Paco Plaza, y me dijo que sí. Me dio esta oportunidad. Y fue genial.

-¿Es cierto que antes de este rodaje no había estado en Galicia?

-No había estado en mi vida, no sabía nada de Galicia. En mi familia somos mucho de ir al sur, tenemos una casa en el Cabo de Gata, y me había dejado el norte, tampoco conocía el País Vasco, no estuve hasta después de haber estado en Galicia. Así que decidí irme para ahí para saber cómo era aquello. Pensé: «¿Cuántos actores gallegos habrá para hacer este papel? Ya que me lo han dado a mí, ya que tengo que meterme en este contexto, tengo que responsabilizarme. ¡Y que no se note que no soy gallego!».

-Muchos espectadores se sorprenden al enterarse de que no.

-¡Ya..! ¡Es que lo he hecho bien! Es algo que me hace mucha ilusión, cuando ahora vuelvo a Galicia nadie está enfadado por cómo lo he hecho. Se la he colado a todo el mundo un poco con el acento cuando he estado ahí. Estoy muy contento con esto [risas]. Era todo un reto.

-¿Cómo se preparó para ello?

-Pues con Paco y con una lingüista, que se llama Rosa Moledo, que me ayudó mucho con el acento. Luego yo fui a Galicia para prepararme, estuve como una semana y media viviendo allí, conociendo el lugar. Y conocí a gente que se dedicaba al narcotráfico, estuve en contacto con ellos.

-Kike no es el típico narco gallego que la gente tiene en la cabeza.

-Es una construcción del personaje que vamos haciendo todos en el equipo de la película. Es verdad que no es lo que encontré exactamente allí, pero es el narco que me salió, el que yo supe explicar. Es un poco más urbano, con ese toque trapero, pero lo importante es su arco y lo que le pasa: es un tío con mucha ambición con esto que nos pasa mucho a los jóvenes de ahora, que hay una lucha generacional en todos los ámbitos, los mayores no se quieren ir y los jóvenes queremos entrar, y no hay puestos ni dinero, y creemos que ya no están haciendo bien sus trabajos y que nosotros los podríamos hacer mejor, y es un poco lo que le pasa a este personaje. Tiene muchas ganas de entrar, cree que él lo sabe hacer mucho mejor y se pega una hostia como un piano. Kike es un personaje que cae como muy mal, pero se le va viendo toda la humanidad, sus terrores y toda su equivocación. Este era el reto que había, hacer un personaje que no fuese simplemente un gilipollas.

-¿Cuánto hay de improvisación?

-Hay cosas que no estaban en el guion, sí, pero la improvisación no es mía; la improvisación sale de ti, claro, pero tiene que haber un espacio de un director valiente que te deje improvisar. Y aquí había un espacio abierto en el que la creación se respetaba ante todo. Ahí es cuando salen las cosas bonitas, cuando en un rodaje la gente confía en los demás, porque al final la improvisación es la creación de un actor, y Paco lo permitía. No me doy el mérito de las cosas improvisadas que hay en ese personaje. Es algo compartido, en el rodaje había una energía creativa.

-¿Con qué se queda de Galicia?

-Me quedo con la gente, con el paisaje, con la comida y con la buena onda que hay en Galicia. Me flipa Galicia, fue un descubrimiento total.

-Al recoger el Goya se acordó de Xan Cejudo.

-Es una de las cosas bonitas que tiene este trabajo, que conectas generacionalmente con alguien. De repente, me encontré viviendo en un hotel de A Coruña con Xan, compartiendo cenas con él cada noche, escuchando cosas de su vida y su trayectoria en los teatros, su pasión por Valle Inclán... Era un gran compañero. Su muerte fue una pena. Creo que estaría feliz de haber visto la película. Paco le ha hecho un gran regalo. Que haya este legado, este gran personaje, este pequeño pedazo de cine con Xan Cejudo es muy bonito. Lo hace súper bien, además.

-¿Se esperaba el premio?

-Lo que pasó es que era muy difícil protegerse del no, había mucha gente hinchándome la cabeza, diciéndome que me lo iba a llevar, que era el favorito. Llegué a los Goya habiendo ganado muchos premios previamente, pero en estas cosas nunca se sabe… Yo quería pensar un poco que no, y cuando me lo dieron fue como un alivio. Pues ya está, pensé. Además, yo soy una persona ultra nerviosa. Me lo dieron, y mi madre me abrazó y me protegió allí un poquito de todo, de la mirada, que sabes que todo el mundo te está mirando en ese momento, la cámara enfocándote... Después ya cogí aire y subí a recogerlo, que me lo dio Tamar Novas. Y nada, muy bonito. Me llevo muy buen recuerdo.

-Se lleva el Goya maldito.

-Sí, bueno… [risas] Al final no es más que un regalo. Estamos educados en esto del premio o el castigo, y esto es un premio y te despista un poco, pasan tantas cosas que te desvía de lo importante. Ahora estoy volviendo a concentrarme en mi vida y en mi trabajo. Por ahora tengo bastantes proyectos… y si pasa, pues mira, no sé, pues me hago cocinero.

-¿Le reconocen por la calle?

-¿Sabes qué pasa? Que al final es todo como medio verdad, medio mentira. Hubo unos días que me saludaba mucha gente y ahora no tanto. Es todo tan pasajero… a mí si no me saludan, mejor, cuanto más pase desapercibido, más feliz y más tranquilo estoy, y menos me sube el ego y puedo estar más presente en mi vida.

«Las redes sociales no son la vida real, es perder el tiempo»

Ahora mismo, a Auquer se lo rifan. De hijo pequeño de un capo de la droga pasó a ser un entrañable jardinero con diversidad funcional en la serie Vida perfecta. Después, un miembro de ETA en La línea invisible y actualmente rueda junto a Miguel Ángel Silvestre y Asier Etxeandia Sky rojo, lo nuevo de Álex Pina (La casa de papel) para Netflix.

-No tiene redes sociales

-Porque cuando peor he estado con todo esto es cuando he empezado a buscar mi nombre en Internet, todo esto es lo que más me ha desconectado de mí. Tengo la profunda sensación de que se vive mejor y se es más feliz sin ellas y, a la vez, es un acto político. Pienso, «¿y si sirvo de referencia para chavales que quieren ser resistencia de esto?». Además, he vivido grandes conflictos en redes en primera persona, como el de Aina Clotet y Leticia Dolera, las dos muy buenas amigas mías, y el de Lluís Pasqual y Andrea Ros en el Teatro Lliure. Creo muy poco en esto de las redes sociales. Y lo que dije al recoger el Goya... fue muy sonado también ahí, con Vox, se ve que Abascal contestó o algo... y ha habido muchos insultos. Y como no los he visto, me dan igual. Si contestas, empiezas allí una guerra absurda, no es la vida real, es perder el tiempo en un sitio que no es real y suficientemente difícil es vivir la vida real como para aún encima tener que perder el tiempo en algo así. Si no lo has tenido nunca, no lo echas de menos. Prefiero no echarlo nunca de menos.

-«Gracias a todas las antifascistas», dijo en los Goya.

-Es que vivimos en un contexto bastante complicado, mi familia me ha educado en el antifascismo pacifista, pero activo, y tengo muchos amigos que se dedican activamente a esto. Fue un reconocimiento a todos ellos y a las personas buenas que luchan activamente por las libertades y los derechos de todos. Y me apeteció decirlo, no hay más.

-En «Vida perfecta» interpreta a Gari, un chico con discapacidad que sueña con ser padre. 

-Fue muy divertido y bonito, y es de las cosas de las que estoy más contento de haber hecho en mi vida. Para mí ha tenido mucho sentido explicar este personaje. Yo en ningún momento pensé que fuera a ser así, pero muchas personas me han dado las gracias, porque hay asociaciones que trabajan en la sensibilización de las familias que tienen hijos con diversidad funcional y les ponen escenas de este personaje, y es un personaje al que le tengo mucho cariño. Vamos a hacer segunda temporada y me apetece un montón. Y el conflicto de Gari es precioso, me sorprendió mucho cuando lo vi luego montado. Cuando haces algo que, de repente, aporta algo al mundo es muy bonito, y creo que Gari ayuda y suma a la hora de normalizar la diversidad. 

-¿Le resultó muy difícil meterse en su piel?

-Para explicar a Gari me di cuenta, gracias a mi compañero Víctor Fontela, que hace de Richi en la serie y que conectamos súper bien, de que estas personas escuchan mucho, no juzgan, entienden con los ojos, los oídos y el alma abierta. Y desde aquí están muy vulnerables, porque tienen mucho presente y no se protegen delante del otro; ellos escuchan y dan su opinión con total sinceridad. Y si actuaba desde aquí, me resultaba muy fácil, las emociones venían muy fuertes.