Kirk Douglas: él era Espartaco

miguel anxo fernández

CULTURA

Douglas, en tres de sus filmes más recordados: «El loco del pelo rojo», «Espartaco» y «Senderos de gloria»
Douglas, en tres de sus filmes más recordados: «El loco del pelo rojo», «Espartaco» y «Senderos de gloria» MGM / BYRNA PRODUCTIONS | europa press

El actor no solo fue protagonista en filmes de grandes directores, también cultivó la literatura y practicó la filantropía

07 feb 2020 . Actualizado a las 08:59 h.

No es tan conocida la faceta de Kirk Douglas como escritor, que lo era, y le aquilataba frente a otros compañeros de generación, porque detrás de Issur Danielovitch Demsky, hijo de emigrantes rusos, había un intelectual pegado a su tiempo. No solo dejó una autobiografía modélica, El hijo del trapero (1988), y otros libros sobre sí mismo como Ascendiendo la montaña (1999), My Stroke of Luck (2003), Afrontémoslo: 90 años viviendo, amando y aprendiendo (2008), sino también varias novelas, como Baila con el diablo (1990) y Último tango en Brooklyn (1994), y finalmente, Yo soy Espartaco (2012), sobre la película que cimentó su mito por encima de un puñado de filmes que le fijarán en la memoria cinéfila.

Con la historia del esclavo Espartaco levantado contra el poder de Roma, su proyecto más personal al sumar su condición de productor, manifestó su carácter irredento en aquellos «años de miedo y paranoia», en sus propias palabras, frente al diabólico Comité de Actividades Anti-estadounidenses (HCUA), del nefasto senador McCarthy. No dudó en recurrir al comunista Dalton Trumbo, cuando lo vetaban los grandes Estudios, para invitarle a escribir el guion como un tal Sam Jackson… Un detalle solidario y valiente por el que se ganó el respeto del todo Hollywood in vitam aeternam.

Grandes estrellas y directores

Compartió plano con numerosas grandes estrellas de la época dorada, a las órdenes de los mejores directores, pero hubo de esperar a 1996 por el Óscar honorífico. Aunque inició su carrera en 1946, no sería hasta 1949 cuando El ídolo de barro (Robson) lo encumbró al estrellato. Apareció en casi un centenar de títulos, entre ellos algunos de los cincuenta como El gran carnaval (Wilder), Brigada 21 (Wyler), Cautivos del mal (Minnelli), La pradera sin ley (Vidor), El loco del pelo rojo (Minnelli), Senderos de gloria (Kubrick), El último tren de Gun Hill (Sturgess), y muchos otros en una relación interminable que se prolonga en la década siguiente con El último atardecer (Aldrich), Los valientes andan solos (Miller), Siete días de mayo (Frankenheimer), El compromiso (Kazan) y, ya en los primeros setenta, la muy desmitificadora El día de los tramposos (Mankiewicz), para ir decayendo en ritmo e interés, sin que eso le impidiera explorar otros territorios creativos, el literario ya apuntado.

Hay otros aspectos a destacar, como cuando a comienzos de este mileno aportó casi tres millones de dólares para restaurar un teatro en Los Ángeles que lleva su nombre. Allí, en marzo del 2009, con 92 años, representó en función única su monólogo Before I Forget, en el que repasaba su propia vida. Pero además hizo numerosas donaciones y creó centenares de parques infantiles. Ya entonces se había confirmado con siete vidas o un titán contra la adversidad. En 1958 declinó viajar con el productor Michael Todd en su avión privado y todos fallecieron. En 1991 el helicóptero en que viajaba con tres personas se estrelló y fue el único superviviente. En 1996, una embolia casi lo reduce a un vegetal, pero lo superó, recuperó el habla y todavía protagonizó algunos filmes. Y es que, como le contaba su madre, vino al mundo «en una cajita de oro»: el hijo de un trapero.