El patriota electo

Miguel A. Fernández

CULTURA

SANTI M. AMIL

05 feb 2020 . Actualizado a las 00:30 h.

«Pazos, Carballiño, Paradela de Moldes, Cubilledo son, ahora, mi patria electa», escribió José Luis Cuerda en sus recientes Memorias fritas. Era, este manchego de Albacete, un enamorado de Galicia y, en particular, de Ourense, desde que asentó raíces con este siglo, previamente rodado -sobre todo por Alllariz-, A lingua das bolboretas. Nunca ocultó que fue Amenábar -que debe al productor Cuerda lo que ahora es- y su pelotazo con Los otros quien lo proveyó de pasta contante, sonante y abundante, para realizar su gran proyecto al margen del cine: poseer su propia bodega en O Ribeiro. Fue su cicerone y amigo Pachi Vázquez, entonces alcalde de O Carballiño. Antes, rehabilitó un pequeño grupo de viviendas rurales en Paradela de Moldes, Boborás, y tiempo después concentró en Cubilledo, Leiro, varias viñas en ese momento improductivas, junto a la restauración de una casona del siglo XVI, para convertirse en viticultor. Tal como cuenta en su libro, para él era «un retiro de centurión romano».

En alguna ocasión participé de su generosidad en aquel lugar adonde acudían sus amigos, en veladas «remojadas» con botellas de Sanclodio. Da ese nombre al capítulo que dedica a su pasión por el noroeste ourensán. En Ourense rodó también Los girasoles ciegos y en la aldea de Cabanelas el corto Primer amor. Inmortalizó Galicia en la irrepetible El bosque animado, junto a su admirado guionista Rafael Azcona, cerrando con Todo es silencio, su segunda adaptación de Manuel Rivas. Con esas cuatro películas certificó una mirada más rigurosa del cine español sobre este país, lejos del tópico y de la mirada del paracaidista. En sus últimos años, tuitero ingenioso, agudo e incansable, regresó a la literatura, siempre al cobijo de la editorial Pepitas de Calabaza. Hipocondríaco confeso y antaño orondo, aparentaba ahora un venerable señor pegado a una barba blanca. Lo vi frágil cuando nos saludamos en la Seminci 2018, adonde acudió con su adiós a las pantallas, Tiempo después, comedia trufada de ese humor absurdo y surrealista que le caracterizó. Afirma en sus memorias que se apunta, irónico, a una resurrección gloriosa. Mientras, nos dominará la añoranza.