Las memorias de guerra de un poeta optimista

Álvaro Soto MADRID / COLPISA

CULTURA

El poeta y narrador E.E. Cummings, retratado alrededor de 1935 por el prestigioso fotógrafo norteamericano Edward Weston (1886-1958), en una imagen que se conserva en la Biblioteca del Congreso de EE.UU.
El poeta y narrador E.E. Cummings, retratado alrededor de 1935 por el prestigioso fotógrafo norteamericano Edward Weston (1886-1958), en una imagen que se conserva en la Biblioteca del Congreso de EE.UU. Edward Weston

Nocturna reedita en España «La habitación enorme», la obra en la que E.E. Cummings narra sus vivencias en la Gran Guerra

07 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue Edward Estlin Cummings (Cambridge, Massachusetts, 1894-Madison, 1962) uno de esos norteamericanos que no pierden el optimismo y la sonrisa ni en las circunstancias más difíciles. «Cummings actuó durante toda su vida como si el mundo fuera un lugar alegre y despreocupado que recompensaría su animosa fe con recursos y benevolencia», escribe Susan Cheever, hija del gran autor John Cheever, en el prólogo de La habitación enorme, la celebrada novela autobiográfica en la que el poeta relató sus experiencias en la Primera Guerra Mundial y que ahora reedita en España el sello Nocturna (rescata la edición de Alfaguara de 1982).

Hijo de una influyente familia con un amplio bagaje cultural -su padre era profesor de Harvard-, su destino parecía evidente: convertirse en un miembro más de la élite de la Costa Este de Estados Unidos. Pero el conflicto mundial lo cambió todo. El 7 de abril de 1917, un día después de que su país entrara en la guerra, Cummings, licenciado en Harvard, decidió alistarse como voluntario y viajó a Francia, donde se colocó en plena línea de fuego, conduciendo las ambulancias que rescataban a los soldados heridos.

Cummings era un hombre comprometido, con su país, pero también con la verdad, y le costaba aceptar la incompetencia de los mandos aliados en el frente. Las misivas que enviaba a su familia, sin perder el buen humor, estaban llenas de denuncias sobre la situación de unos soldados convertidos en carne de cañón. Aquellas cartas le costaron tres meses de internamiento en la prisión normanda de La Ferté Macé y la preocupación de sus padres, que movieron todos sus hilos, que incluían al presidente Wilson, para conocer qué le estaba ocurriendo a su vástago. La habitación enorme, que incluye los dibujos que Cummings realizó durante su reclusión, son las memorias de guerra de uno de los mejores poetas del siglo XX, autor de una obra heterodoxa en la forma y en el fondo.

«De todas las obras de jóvenes que han aparecido desde 1920, hay un libro que sobrevive: La habitación enorme, de E. E. Cummings», elogió el escritor Francis Scott Fitzgerald.