«Jauja», el regreso a las deudas y los dolores de la juventud

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Use Lahoz, retratado en un café madrileño
Use Lahoz, retratado en un café madrileño BENITO ORDÓÑEZ

La última novela del escritor barcelonés Use Lahoz enfrenta a su protagonista, la actriz de teatro María Broto, con los fantasmas del pasado al llevarla de vuelta al pueblo

06 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Periodista, poeta y narrador, a Use Lahoz (Barcelona, 1976) le ha sobrado un decenio para fraguar una sólida carrera como novelista, desde que en el año 2009 publicó Los Baldrich, donde se remontaba a la posguerra para marcar algunos de los límites del universo que más le gusta recrear, poniendo en juego el pasado. Hace apenas un par de meses apareció Jauja, en la que el autor regresa al territorio imaginario de Valdecádiar, escenario rural también de posguerra donde se movía la trama de La estación perdida (2011).

Jauja es una novela sobre los perdones que toda persona acarrea consigo, como con justeza la ha definido el propio escritor. La actriz de éxito María Broto, en plena madurez de su carrera, tras estrenar la obra chejoviana El jardín de los cerezos en el teatro Lliure, en la que encarna el papel de Liubov Andréievna, recibe de forma inesperada la noticia de la muerte repentina de su padre, con quien no se hablaba desde hace más de veinte años. El fallecimiento la pone ante la obligación de volver al profundo Aragón, al pueblo, a los predios de su infancia, para asistir al funeral. Es un desplazamiento corto en el espacio pero inmenso, inabarcable, en el tiempo.

Detalle de la ilustración de la portada de la novela de Use Lahoz «Jauja»
Detalle de la ilustración de la portada de la novela de Use Lahoz «Jauja»

El viaje la colocará ante las heridas de la adolescencia, heridas que siguen abiertas o que no han cicatrizado del modo correcto. Dolores y deudas que María había ocultado (consciente o inconscientemente) en la trastienda de su cabeza, pero que aflorarán a poco que se les dé una mínima oportunidad, convocados por la perspectiva del reencuentro con los lugares en que su vida creció de manera luminosa, armoniosamente, hasta que llegaron el descubrimiento de la verdad, los errores, hasta que hubo de romper los lazos y marchar.

Lahoz no es escritor de sorpresas, de fuegos de artificio, es un narrador sobrio, cuyo estilo apela a los clásicos del siglo XIX, y que deja que la acción y los diálogos vayan aposentando por sí mismos, revisitando el pasado, sin prisa, con mucha naturalidad, a escala humana, con hondura.