Olga Tokarczuk: «Internet es un cuento contado por un idiota, lleno de furia»

Gracia Novás REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Tokarczuk y Handke, posando ayer en Estocolmo tras sus lecturas en la Academia Sueca de los discursos de aceptación del Nobel
Tokarczuk y Handke, posando ayer en Estocolmo tras sus lecturas en la Academia Sueca de los discursos de aceptación del Nobel Jonas Ekstromer | REUTERS

Peter Handke evoca cómo las pequeñas narraciones de su madre dieron el primer impulso a su vocación de escritor. Ambos escritores leyeron sus discursos de aceptación del Nobel

08 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los premios Nobel de Literatura del 2018 Olga Tokarczuk (Sulechów, Polonia, 1962) y del 2019 Peter Handke (Griffen, Austria, 1942) coincidieron este sábado en la Academia Sueca para la lectura de sus respectivos discursos de aceptación del galardón, que recibirán en la gran ceremonia que se celebra el martes en la Sala de Conciertos de Estocolmo. Tokarczuk realizó una crítica reflexión sobre Internet y el exceso de información sin filtros que padecen hoy los usuarios, y sobre las consecuencias negativas que esos impactos generan en la vida de las personas y en su capacidad para pensar por sí mismas.

Handke viajó a las raíces de su literatura y su pasión por escribir, y por una vez, al no mediar preguntas de la prensa, evitó su polémica posición sobre el conflicto de los Balcanes y el apoyo que brindó a los genocidas serbios.

El Gobierno de Turquía demandó ayer la retirada del «vergonzoso» Nobel a Handke

Precisamente, mientras esto sucedía, el portavoz de la Presidencia de Turquía, Ibrahim Kalin, reclamó la revocación de la concesión del Nobel al autor austríaco, acusado de minimizar la matanza de Srebrenica, donde 8.000 musulmanes bosnios fueron masacrados por fuerzas serbobosnias en 1995. «Se entregará el Nobel de Literatura a Peter Handke, quien apoyó a Milosevic y niega el genocidio en Bosnia», escribió Kalin en Twitter, en referencia al fallecido presidente autoritario de Serbia, Slobodan Milosevic. «Esta vergonzosa decisión debe ser revertida», zanjó el portavoz turco.

Olga Tokarczuk incidió en que el hombre no está capacitado para soportar la velocidad y la no discriminación de mensajes de la Red, que, dijo, es cada vez con más frecuencia «un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia». En lugar de ser un sueño cumplido, Internet nos «ha diferenciado, dividido, encerrado en pequeñas burbujas individuales» y creado «multitud de historias incompatibles cuando no abiertamente hostiles».

Tokarczuk, de quien la Academia Sueca elogió una «imaginación narrativa que, con pasión enciclopédica, representa el cruce de fronteras como una forma de vida», hizo un análisis del mundo actual, el cual intenta hallar una salida a «la emergencia climática y a la crisis política». Dos situaciones que «no son solo resultado de un giro del destino, sino de acciones y decisiones, económicas, sociales y relacionadas con la visión del mundo (incluidas algunas religiosas)», reseñó en un apasionado discurso que recoge Efe.

En una larga lectura que sirvió para aceptar el galardón que se dejó en suspenso el año pasado por el escándalo de abusos sexuales y nepotismo que vivió la Academia Sueca, repasó la literatura, las nuevas narrativas e ilustró las conexiones ocultas entre acontecimientos.

Tokarczuk cree que la literatura es la única forma narrativa «capaz de hacernos entrar más hondo en la vida de otros seres, entender sus razones, compartir sus emociones y experimenta sus destinos»

Intelectual, activista política y ambiental, la autora de Los errantes, aseguró que la codicia, la falta de respeto a la naturaleza o la rivalidad sin final «han reducido el mundo a la condición de un objeto que podemos cortar en pedazos, usar y destruir». Un mundo dominado por una Red «completa e irreflexivamente sujeta a los procesos del mercado», cuya gigantesca cantidad de datos no se usa para dar un acceso amplio a la información sino que sirve, «sobre todo, para programar el comportamiento de los usuarios, como aprendimos tras el caso de Cambridge Analytica». También en la política. En un mundo que se transforma velozmente, «no tenemos listas la narrativas, no solo para el futuro, sino para el ahora», nos faltan -enumeró- el lenguaje, los puntos de vista, las metáforas, los mitos.

Es posible que la literatura se esté convirtiendo en algo marginal frente a formas de narración, dijo, pero es la «única capaz de hacernos entrar más hondo en la vida de otros seres, entender sus razones, compartir sus emociones y experimenta sus destinos».

Ford, Ozu, Johnny Cash

Handke ensalzó la influencia en su carrera de las pequeñas narraciones que su madre le contaba de niño. Aquellos «pequeños acontecimientos» familiares que le relataba su madre le dieron la fuerza necesaria a su carrera, iniciada en 1966 con la obra de teatro Insultos al público y la novela Los avispones. También las obras de arte le proporcionaron «las formas esenciales, los ritmos o, para decirlo más modestamente, las oscilaciones y el impulso que permitieron que ese ímpetu encontrara expresión». Libros, «pinturas, películas -sobre todo las del oeste de John Ford y el cine de Yasujiro Ozu- y canciones como las de Johnny Cash y Leonard Cohen».

Aunque las primeras oscilaciones e impulsos que le conmovieron de niño no llegaron de las artes -recordó- sino «de las letanías religiosas esloveno-eslavas» escuchadas bajo los arcos románicos de una iglesia, y de las que incluso recitó un fragmento.

El narrador que es Handke trasladó al auditorio hasta las imágenes y los sonidos de su niñez cuando su madre le hablaba «una y otra vez» de la gente de su pueblo -Stara Vas en esloveno, Altes Dof en alemán- y de sus familiares. No era historias -detalló-, sino narraciones cortas -como las de sus tíos- que en sus oídos infantiles sonaban como «acontecimientos únicos», señaló parafraseando a Goethe, escritor del que la Academia Sueca le considera heredero.

Unos acontecimientos que, si bien era posible que contara a sus hijos juntos, él se rememora como única audiencia de su madre, de cuya dura y amarga vida, hasta llegar al suicidio, dio cuenta en Desgracia impeorable (1974).