Volvió a Verdi. Merce dilette amiche, de I vespri siciliani. Exultante. Con el Pace pace de La forza del Destino escuchamos de nuevo a la mejor Radvanovsky. Así, en las canciones del joven Puccini Sole e amore (trasladada como Addio dolce svegliare en La Bohème) y E l’uccellino, para llegar a conmovedora Sola, perduta, abbandonata, de Manon Lescaut. La vis dramática llegaría al final con la escena del Macbeth verdiano Una macchia é qui tuttora, el pánico de Lady Macbeth. Solo una pega, la de los agudos no redondeados y por tanto más desabridos. A los bravos, respondieron ella y Manoli (excelente acompañante) con cuatro regalos de los que hay que resaltar por su ejecución magnífica Io son l’umille ancella, de Adriana Lecouvreur; Vissi D’arte, de Tosca; y Ebben? Ne andrò lontana, de La Vally.