Alina Granados: «Hay un tren en el arte que une la cueva de Chauvet y Pollock»
CULTURA
La profesora indaga el vínculo entre los artistas a lo largo de la historia por la fuerza y la energía de sus obras
12 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.«Hay un tren en el arte que une la cueva de Chauvet y Pollock, un sutil hilo que los conecta, pese a estar separados por más de 30.000 años, y que muestra cómo algunos artistas han ido tomando ese relevo». La que habla es la profesora de dibujo y pintura Alina Granados (A Coruña, 1966), que indaga ese vínculo en su libro Fuerza y energía en el arte (Punto de Vista Editores), donde trata de establecer un nexo entre los creadores a lo largo de la historia sobre todo por la forma en que trabajan los materiales y lo que quieren expresar. Partiendo de la tesis expuesta por el pintor holandés Willem de Kooning en su texto fundacional El Renacimiento y el orden, Granados investiga los motivos que han llevado a ciertos artistas a impregnar su obra con tanta fuerza y lo hace a través de un recorrido cronológico que inicia en la citada manifestación rupestre del Paleolítico localizada en el sur de Francia y concluye en uno de los mayores referentes del expresionismo abstracto estadounidense. «Y podría seguir -admite-, pero había que poner límites, hoy, por ejemplo, añadiría al pintor alemán Anselm Kiefer, que entre los artistas vivos es el que más me gusta en este sentido de la fuerza y la energía que posee su obra».
Mediante 13 capítulos, que se corresponden con sendos autores, bucea también aspectos de su vida -«no hago biografía», advierte- para erigir la narración de cada pieza ensayística. Para armar los textos, recurre a escritos originales de los artistas, a sus biografías, a historiadores y estudios de la época. «Es una visión personal mía, pero solo hasta cierto punto, está todo muy documentado. Las técnicas, los colores, los trazos... pero también abordo el mensaje, y cómo elaboran sus obras a partir de su propio pensamiento.
Es de algún modo un libro filosófico, ya que tiene mucho que ver con el origen del ser humano y lo que llevamos todos dentro. Y un poco existencial, trata de explicar cómo el arte crece a partir de la construcción y la destrucción, igual que el mundo mismo, que vamos construyendo y destruyendo, desde Mesopotamia con Ishtar, que era la diosa del amor y de la guerra», recuerda. En todo el ensayo flota, agrega la autora, «algo muy humano, una idea de cómo los hombres van renaciendo a partir de la destrucción continuamente; somos constructores, estos artistas lo que hicieron fue construir a partir de la destrucción».
El estilo como fraude
«Este libro es una visión fresca, directa y sin complejos sobre el arte y su historia», dice el profesor de la USC Juan Manuel Monterroso, que ensalza su coherencia y sus afirmaciones sencillas y claras como que «lo que académica y taxonómicamente llamamos estilo es un fraude, una convención dentro de la cual nos sentimos cómodos». Tras este aserto, aclara, se esconde una renuncia evidente puesto que «el frío análisis formal suplanta a una relectura de esas formas como parte de la expresión del acto creativo de cualquier artista y como expresión de la voluntad creativa de un grupo, una comunidad, una época y una cultura».
Como ejemplo, cita Granados las manos que aparecen en el cuadro de Turner Barco de esclavos, que «tienen mucho que ver, y también son rojas, con los tamponados de las cuevas prehistóricas; está todo mucho más unido de lo que se cree. Es como un grito del ser humano expresado a través de la obra de arte». Un óleo que Turner hizo inspirado en un informe del siglo XVIII en el que se relataba cómo los negreros tiraban por la borda enfermos y moribundos por orden del capitán ya que el seguro solo cubría el pago por los esclavos que la expedición perdía en el mar.