Muestra del alto nivel de la OSG en la inauguración de la temporada

Antón de Santiago

CULTURA

El maestro ruso Dima Slobodeniouk, director titular de la OSG, Orquesta Sinfónica de Galicia
El maestro ruso Dima Slobodeniouk, director titular de la OSG, Orquesta Sinfónica de Galicia CESAR QUIÁN

Obras de Igor Stravinski, Camille Saint-Saëns, Rogelio Groba y Maurice Ravel, en una velada en la que brilló especialmente el chelista alemán Johannes Moser

07 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Con un programa heterogéneo inauguró su temporada 2019-20 la OSG (Orquesta Sinfónica de Galicia) con Dima Slobodeniouk, su director titular, al frente, y el chelista alemán Johannes Moser (1979). Obras de Igor Stravinski (1882-1971), Camille Saint-Saëns (1835-1921), Rogelio Groba (1930) y Maurice Ravel (1875-1937). El frontis fue la Sinfonía de los salmos, de Stravinski, que cerraba su período neoclásico. Se estrenó en 1930. Quería eludir «modelos impuestos por la costumbre». Sería coral, y acudió a la cultura hebrea de los salmos. Se proponía hacer de ellos una sinfonía. Priorizó las voces, los vientos y la cuerda grave, y dejó fuera violines y violas. El rigor constructivo de Stravinski tuvo respuesta cabal en orquesta, coro y director. Company saludó en nombre del coro.

Saint-Saëns (autor de Sansón y Dalila) es personaje poliédrico y como músico, conocedor y sensible. El Concierto para violonchelo (1872), por inspiración, elocuencia y temperamento, fue considerado modélico. Magnífica la interpretación de Moser, muy ovacionado y que obsequió, en recuerdo de David Ethève [chelista y uno de los miembros fundacionales de la OSG, fallecido en el 2016], con una Zarabanda de J. S. Bach. La OSG, en constante diálogo con el solista, a la altura, concertados por Slobodeniuk.

Pasados 25 años, volvió a los atriles de la OSG una obra de Rogelio Groba, el más importante compositor vivo de Galicia. Selección de sus Danzas Meigas. Sin haber hecho el trabajo etnográfico de un Bartok, Groba tiene en sí el humus de su tierra y el impulso creador y vital y la sapiencia compositiva necesaria, no lejana a los estilemas del propio Bartok e incluso Stravinski. Enmarcan con modernidad la sustancia telúrica del folklore de Galicia, en sus ritmos y su bucólico lirismo. Rica orquestación, muy bien resuelta por orquesta y director. Ovacionados. Hay tres sinfonías de Groba que deberían pasar por tan cualificados atriles.

Cierre con el Bolero de Ravel. Genial y obstinada lección de orquestación. Versión objetivista y precisa de Slobodeniouk y gran respuesta de la orquesta y sus solistas, incluidos los jóvenes llamados a completar el orgánico. Cita para Alejandro Sanz, con su impecable redoble, sostén del pulso rítmico de la obra.