Muy buena prueba de que Sono sigue en su trinchera subversiva la da The Forest of Love, cuyo título es justamente contrapuesto a lo que se desarrolla: un surrealista y descarnado grupo salvaje de hombres y mujeres entregados a rodar una película que ensalza a un estafador y cantante macarra de egomanía psicopática, un maltratador de seres humanos que -sin embargo- goza de su pleitesía.
En tiempo tan dado a banales películas sobre gurús o chamanes -en los 40 años de los asesinatos de Charles Manson y sus sangrientas groupies-, Sono es capaz de sublimar cualquier previsión y de viajar desde las raíces de un amour fou lésbico y adolescente hacia las ramas de una secta de adoración del hombre-chivo. Y ello, mientras la Quinta Sinfonía de Mahler nos eleva a los territorios donde este inclasificable y fascinante director japonés se mueve como nadie: en los dientes de sierra de las pasiones más allá del bien y del mal.