-Alguien verá un ánimo revanchista en reivindicar la figura de Unamuno.
-Me extraña que un episodio marcado por la épica, tan revelador de la realidad española, no se haya tratado antes en el cine. Insisto: cada uno recibirá la película como quiera. También quería jugar con los símbolos. Confrontar a los espectadores con nuestra propia identidad, porque tenemos un problema con la simbología: la bandera, el himno. Tengo curiosidad por saber si hay aplausos en el Kursaal al final de la proyección, porque estarán aplaudiendo la bandera española. Ha sido un empeño personal mío que ese sea el cartel de la película.
-Tiene un punto provocador.
-Sí. No deja de ser curioso que mostrar la propia insignia del país suscite controversia.
-Le hablaba de Vox, que en el Congreso de los Diputados ha citado el «venceréis pero no convenceréis» de Unamuno.
-La propia contradicción de Unamuno da pie a que partidos de ideologías opuestas lo utilicen. Cuando habló de civilizacion cristiana occidental, ese término fue usado por el bando nacional. Santiago Abascal se apropia ideológicamente del discurso de Unamuno, cuando precisamente su autor le estaba cantando las cuarenta a los reunidos en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, que encajan más en el bando de Vox. Hay mucha mitología en torno a ese discurso y se ha utilizado como arma arrojadiza, así que he intentado ser muy riguroso averiguando qué se dijo. La película no es exactamente fiel a la letra porque es una reconstrucción dramática, pero sí al espíritu. Y Unamuno decía: Aquellos no con sus desmanes, y estos menos.
-¿Qué piensa del protagonismo de la política en la vida cotidiana, la sobredosis de información a todas horas?
-Forma parte del progreso de los medios de comunicación. Todo se exagera, hay que conseguir más clics, más audiencia. Es una corriente que viene de Estados Unidos, donde todo se convierte en espectáculo. Los ánimos crispados en el hemiciclo no se corresponden con la realidad de la gente, y pienso en esa imagen de Rivera e Iglesias juntos el otro día. Por eso es tan importante rebajar el tono, hablar de ideas y no de sentimientos.
-Hace unos años habló de su orientación sexual sin tapujos. ¿Se ha arrepentido alguna vez o ha sido positivo?
-Cuando lo hice público era para no arrepentirme años después y decir, perdonen señores, es que yo era maricón. Fui consecuente con algo que forma parte de mi vida y que no hace daño a nadie. Soy muy protector de mi vida privada, pero declarar públicamente mi condición sexual contribuye a la normalidad y en algún caso siento que he ayudado a gente a decírselo a sus padres. No me arrepiento en absoluto.
José Luis Losa
Acompañaba al pase de prensa de Mientras dure la guerra un ambientillo bien connotado de morbo escénico. Íbamos a ver en escena al teatro del poder y del africanismo de guerra de Franco y Millán Astray en una película que, en principio, versa sobre los últimos meses de Unamuno y el dantesco «mueran los intelectuales» del fundador de la Legión en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. La realidad es que el largometraje de Amenábar muy pronto se descubre quebrado, porque en él habitan dos películas. Y la parte del león se la llevan las intrigas de los generales, mientras que el Unamuno de Karra Elejalde queda relegado por el guion -no por la interpretación del actor vasco, estimable- a poco más que el perfil de un huraño señor de casino de pueblo, un boticario discutidor o por ahí.
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