Edoardo Albinati:«El patrón de la Manada se repite en la historia, es la quintaesencia de la violación»
CULTURA
Su novela «La escuela católica» fue galardonada con el más prestigioso de los premios italianos, el Strega
14 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.En las casi 1.300 páginas de La escuela católica (Lumen) restalla una frase: «Nacer hombre es una enfermedad incurable». Explica en buena medida la intención de la novela con la que Edoardo Albinati (Roma, 1956) conmocionó Italia y ganó el premio Strega. Recrea la violación en grupo de dos chicas y el asesinato de una de ellas por una manada de jovenzuelos de la burguesía romana en 1975. Albinati, compañero de colegio de los criminales, parte de aquella masacre del Circeo para diseccionar la sociedad de la época y constatar unos avances casi nulos. La obra se ha traducido a seis idiomas y la película ya está en marcha.
—¿Por qué nacer hombre es un mal incurable?
—El varón nace y vive como un ser imperfecto si no se acomoda al patrón dominante. Según el modelo viril, debería ser, en teoría, fuerte, valiente y decidido. Eso supone partir de un fracaso. Ya eres un perdedor, un enfermo. No estás íntegro. Tu personalidad, tu vida y tu cuerpo no están a la altura del modelo que se propone aún hoy. Tienes un déficit estructural.
—¿Ha escrito un ensayo sociológico, biográfico, una confesión, un fresco generacional...?
—Todo eso y más. Es una obra teatral y filosófica, el retrato de una generación y un estudio sobre la clase media italiana, la familia, el matrimonio y la educación. También sobre cómo se hablaba y se pensaba hace 40 años. Sobre los hábitos, modos y expresiones escolares, familiares y amorosas, los tres ámbitos cruciales para un adolescente. La novela es un género híbrido en el que cabe todo eso.
—Violar en manada ¿es un fenómeno de nuestro tiempo?
—No. Ayer vi un grabado de Goya titulado ¡Que se la llevaron!, con dos hombres raptando a una mujer. El patrón de la manada se repite en la historia. Está muy enraizado, más que la violación individual. Violar en grupo es la quintaesencia de la violación. Es una alianza de varones, una manera de unir a los hombres en una solidaridad macabra.
—¿Una manifestación de fascismo social?
—Sí. Las violaciones en grupo son fascismo puro. Un fascismo arquetípico, no político. El todos contra uno. El sometimiento absoluto.
—Amor y violencia pueden tener una intensidad pareja, asegura.
—Ambas son pasiones. Pueden confundirse y alcanzar el mismo grado de intensidad. Provocan la misma excitación y puedes pensar que lo que es violencia es amor, y viceversa. La tensión nerviosa es la misma. Habría que mantenerlos separados, pero no siempre es fácil.
—¿La virilidad es poder?
—Lo niego. Hay quien lo piensa, pero el poder femenino de generación de la vida, de la concepción, es el más potente. Engendrar sí es un poder real. Definir al varón por el poder y la mujer por la impotencia, la debilidad, la fragilidad o la pasividad son tópicos, un lugar común que el libro intenta desmontar. Hay chicos frágiles, difíciles, a partir de los violadores, que son hombres impotentes.
—La chispa del libro fue otro asesinato cometido por Angelo Izzo, uno de los violadores del 75.
—Sí. Volvió a matar a dos mujeres treinta años después, en una cadencia inquietante. Lo hizo solo. Asesinó a la mujer de un compañero de cárcel y a su hija de 14 años. Me hizo reflexionar sobre la masacre de Circeo, que volvía al presente. Estamos anclados en un pasado, me dije, que solo yo podía iluminar. No el delito, pero sí el entorno, el modelo burgués, la escuela, el instituto en el que estudiamos, las amistades, los curas, los partidos de fútbol y de baloncesto. Podía recordar, reinventar y novelar.
—Es profesor de presos en Roma. ¿Es reinsertable un violador contumaz?
—Tal vez sí, con seguimiento, el sostén adecuado y siempre que no digamos: «Venga, cumpliste tu condena, ¡hasta luego!».
—La castración química o la cadena perpetua ¿son solución?
—No hablemos de eso, ¡por favor! Hay pocas cosas de cuya negación esté tan seguro. Para ambas digo que no sin discusión.