Vicente Cudeiro: «Me he dedicado siempre a la Filosofía, esa ha sido mi cruz y mi gloria»

María Doallo Freire
maría doallo OURENSE / LA VOZ

CULTURA

Agostiño Iglesias

Tras predicar toda su vida como dominico, ahora publica un libro sobre la mística de la orden a la que pertenece

11 sep 2019 . Actualizado a las 20:52 h.

«Nunca me imaginé que escribiría un libro como este. Durante más de cuarenta y seis años mi vida giró en torno a la enseñanza de Filosofía, hasta que, recién cumplidos los setenta, me tuve que jubilar. Fue a raíz de esta circunstancia que empecé a pensar sobre cuáles serían las cosas que convendría hacer y que no había hecho todavía». De esta forma describe Vicente Cudeiro González el origen del libro que acaba de publicar, Mística dominicana. Vivencia, doctrina e influencia. Pero para poder bien comprender este hecho es necesario contar parte de su historia personal, no sirve hablar únicamente del gran prestigio de que goza su trabajo y sus investigaciones en medios académicos internacionales del ámbito de la filosofía tomista.

Vicente nació el 21 de marzo de 1933 en una pequeña parroquia del municipio ourensano de A Peroxa, San Martiño de Vilarrubín. Es el pequeño de ocho hermanos y el único que ha dedicado su vida a la fe, aunque a alguno de ellos le habría encantado. Lo hizo dentro de la Orden de Santo Domingo. «El mayor de mis hermanos quería ser sacerdote pero tuvo que cumplir con el servicio militar», relata Cudeiro.

El descubrimiento de su vocación fue totalmente fortuito; es más, el responsable de que comenzase sus estudios en el Seminario Menor de Almagro, Ciudad Real, no fue otro que su mejor amigo del pueblo, Américo, al que acabó por ir tras sus pasos. «Recuerdo perfectamente cómo me sentí cuando me dijo que se iba. Me quedé como un viudo sin mi amigo. Entonces fueron mis padres y mis hermanos, al verme tan triste, los que me animaron a que intentase entrar en ese seminario», prosigue. Tenía 14 años y faltaban poco más de dos meses para que empezase el verano.

Precisamente el día del Corpus Christi, el director del colegio de Almagro se trasladó a Ourense para examinar a Vicente, una prueba de conocimiento general que superó sin ninguna dificultad. «Yo no estaba especialmente animado, solo me ilusionaba la idea de volver a disfrutar de mi tiempo libre con Américo». Un deseo que se hizo realidad después de más de un día de viaje hasta aquella localidad de Ciudad Real.

Devoción y tomates

Aunque al principio llegó a pensar hasta en cómo fugarse del internado, acabó por adaptarse rápido, mucho más que su mejor amigo, quien al año siguiente decidió abandonar el Seminario. «Todo lo que he estudiado siempre ha sido con el máximo interés. Me empleé a fondo y empecé a conocer con detalle la vida de Jesucristo, de los mártires, de la Iglesia... y ahí me replanteé mi vida. Todo cambió para mí. Vestir el hábito blanco, que en tiempos me había parecido una

farolada

más propia del entroido, se convirtió en mi mayor deseo, con todo lo que ello implicaba», explica.

De sus cinco años de formación recuerda muchas cosas, pero sobre todo, menciona, unas notas sobresalientes y el inicio de su amor por los tomates. «Siempre los detesté, pero o comías tomates o no comías. Desde entonces, no ceno otra cosa», reconoce Cudeiro.

Al terminar sus estudios obligatorios realizó el noviciado en Granada, donde cursó la carrera de Filosofía y comenzó la de Teología. «Me mandaron a Friburgo, en Suiza, a terminar la carrera. Allí estaba la universidad más importante en aquel momento en el ámbito de las Ciencias Sagradas y de quince alumnos que éramos, me escogieron a mí. Fueron unos años muy duros, de estudio constante. Me saqué el doctorado pero en España no me lo convalidaron», lamenta.

La fe

A su vuelta, se convirtió, con tan solo 34 años, en prior de una comunidad en Granada, donde comenzó confesando cada sábado, aunque admite que su mayor dedicación en la vida ha sido la enseñanza: «Me he dedicado siempre a la Filosofía, esa ha sido mi cruz y mi gloria». Llegando incluso a enfrentarse a comentarios de compañeros que culpaban al estudio que impartía de estropear la fe de los alumnos. «Todo lo contrario, la Filosofía tradicional incluso aumenta la fe de una persona. Hay que confrontar las dos visiones del mundo, el que es pagano es pagano y el que es cristiano es cristiano, pero todos pueden profundizar en la esencia de las cosas naturales», define.

«Vestir el hábito blanco, que me había parecido más propio del entroido, se convirtió en mi mayor deseo»

«El pagano y el cristiano [...], todos pueden profundizar en la esencia de las cosas naturales»