Editado por la Universidad de Valladolid, Inés Rivadeneira, una vida para el canto, es sobre todo, como bien señala su autor, «un acto de justicia» hacia una de las grandes cantantes españolas del siglo XX. A menudo citada y recordada por haber acompañado a Alfredo Kraus en su debut madrileño, en 1956, con Doña Francisquita (éxito que ambos repetirían en A Coruña casi un año más tarde), la mezzo gallega participó en el estreno de la única ópera de Joaquín Rodrigo, El hijo fingido; intervino en la célebre integral de las sinfonías de Beethoven con Argenta, y actuó en roles principales en las temporadas de ópera españolas junto a algunos de los principales cantantes de la época, como Montserrat Caballé, Carlo Bergonzi, Richard Tucker, Victoria de los Ángeles, Ruggero Raimondi, Piero Cappuccilli o Pedro Lavirgen.
Retirada de los escenarios por decisión propia antes de que su voz anunciara declive, después de unos conciertos en el Reino Unido, incluido el Royal Albert Hall londinense, la artista se convirtió en una de las primeras catedráticas de la Escuela de Canto madrileña, donde no solo tuvo como alumnos a cantantes líricos sino también a algunos célebres actores. José Sacristán preparó con ella su debut en el musical El hombre de La Mancha. Y la almodovariana Rossy de Palma recordaba en el 2010, cuando intervino en A Coruña en la ópera La hija del regimiento, que «era la mejor profesora de canto que se pueda tener y soñar».