Se publican en español los cuentos del escritor italiano sobre la vida cotidiana en los Alpes, con los ecos de la Segunda Guerra Mundial al fondo
12 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.
Cuando el italiano Mario Rigoni Stern (Asagio, 1921-2008) publicó su primer libro en 1953, El sargento en la nieve, la obra recibió el premio Viareggio. En la ceremonia Rigoni conoció a Adriano Olivetti y aprovechó para pedirle una rebaja a la hora de hacerse con unas de sus máquinas de escribir; le valía una de segunda mano. Olivetti le regaló una Lettera 22 y la carrera de Rigoni se amplió en una veintena de libros hasta su fallecimiento. La anécdota es reveladora de la relación del autor con la literatura: natural, sin prejuicios o falsas concepciones esteticistas. De hecho, Rigoni empezó escribiendo, como muestra su debut, sobre sus experiencias como soldado en la Segunda Guerra Mundial y su paso por los campos alemanes.
El bosque de los urogallos, su segundo libro, se publica ahora en castellano, y en él se perciben aún los ecos bélicos que marcaron la vida de Rigoni, pero se abren paso con fuerza los otros temas que irían apareciendo su obra: el mundo natural en su sentido más amplio, concretado en los paisajes y vidas alpinas, de los que Rigoni era buen conocedor. Las montañas, la caza -con el dinero del Viareggio se compró una escopeta-, los cielos estrellados son protagonistas de estas narraciones en las que el escritor, convertido en funcionario -de la oficina de impuestos al catastro-, se vale de un lenguaje tan sencillo como eficaz. No faltan tampoco las referencias a la emigración -América, Australia-, que también tentó a Rigoni, aunque finalmente la descartó, o las cotidianidades de la burocracia, como en el relato Examen de oposición.
El bosque de los urogallos es una buena ocasión para conocer a un escritor que mereció elogios como los de Primo Levi, que le escribió, tras haber leído el libro para expresarle su única objeción: que era demasiado breve.