La Voz ofrece este domingo «Romance de Lobos»

x. f. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

libros

Valle-Inclán creó uno de sus personajes singulares en Don Juan Manuel Montenegro, que en esta obra llega a su desenlace. La Voz ofrece a sus lectores este gran clásico por 2,95 euros.

10 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque Romance de Lobos fue la segunda de las Comedias Bárbaras que escribió Valle-Inclán, tras Águila de Blasón, es la pieza con la que concluye la historia de uno de los personajes más singulares del escritor gallego, Don Juan Manuel Montenegro. Tras Águila de Blasón y Cara de Plata, La Voz ofrece a sus lectores esta tercera obra de las Comedias, que se podrá adquirir este domingo con el periódico por 2,95 euros más el cupón del lomo del diario. Como recuerda Margarita Santos, directora de la cátedra Valle-Inclán y editora del texto de Romance de Lobos, la obra se publicó por entregas en el periódico El Mundo antes de su edición en libro en 1908. Ese mundo en descomposición, el de los hidalgos y los mayorazgos, simbolizado en la autodestrucción de la familia Montenegro, llega aquí a un culmen dramático difícilmente inigualable.

Sin embargo, tuvieron que pasar décadas para que finalmente llegase a un escenario. «Valle-Inclán lo intentó», expone Santos, frente a las teorías de que el escritor planteaba su teatro para ser leído y no representado. Los esfuerzos de Valle por llevar Romance de Lobos a escena contradicen «ese tópico de la antiteatralidad». «Es consciente de las dificultades para la puesta en escena», añade la especialista. «Suprime escenas colectivas, que implican un dinamismo excesivo. Recorta. Renuncia a su parte más original para que la obra pueda ser representada. Tenía mucho interés en verlas».

Valle-Inclán debía de tener en mente el reciente estreno de Águila de Blasón, en 1907, cuya propuesta sorprendió a sus contemporáneos. Margarita Santos pone como ejemplo dos escenas para entender los riesgos que corría el escritor en el escenario: la violación de Don Pedrito a la molinera, a la que incluso echa sus perros, y la escena en la que Cara de Plata se acuesta con la Pichona mientras a su lado su hermano Farruquiño cuece en un caldero un cadáver para limpiarlo y venderlo a la Facultad de Medicina. «Imagine esto, que hoy sería casi impensable, en un teatro de 1907», afirma Santos. Esa «fuerza enorme» del «contenido brutal» «no se entendió». Se consideró macabra y su fragmentación como «falta de voluntad de creación». Sin embargo, Valle-Inclán se había adelantado a sus coetáneos y estaba en conexión con lo que se hacía en Europa. «Una de sus grandes aportaciones es que sus obras se sitúan en la frontera entre lo narrativo y lo teatral, en un linde muy difuso», valora la directora de la cátedra, que también cita la interdiscursividad, el dinamismo, la plasticidad y la simultaneidad escénica como muestras de lo avanzado del pensamiento dramático de Valle. «Sus aportaciones en 1907, en 1908, son muy importantes. Se anticipa a muchas cosas y, en 1915, cuando se produce un proceso de reteatralización en el teatro español, Valle-Inclán es la punta de lanza de ese movimiento», describe. «Valle está ahí, no es una persona aislada, sino que forma parte de una renovación».

Las generaciones posteriores habrían de reconocer su aportación y su genio.