Paco Ibáñez, un concierto de otra era en el Noroeste

Javier Becerra
JAVIER BECERRA REDACCIÓN

CULTURA

Paco Ibáñez, en el Teatro Colón
Paco Ibáñez, en el Teatro Colón Ángel Manso

El músico valenciano emociona al público del Teatro Colón de A Coruña en una actuación en la que se reivindicó como un mito en vida

08 ago 2019 . Actualizado a las 00:37 h.

El de ayer en el Teatro Colón parecía un concierto de otra era. No solo porque Paco Ibáñez - camisa negra, pie sobre la silla y guitarra en el muslo- apelase a la clásica figura del cantautor sobrio en el teatro. También por la atmósfera creada con muchas de sus pinceladas. Remitían a varias décadas atrás dentro de un festival tan contemporáneo como el Noroeste. El artista homenajeó al Che Guevara con Soldadito Boliviano. Demonizó a la televisión diciendo que es «un verdadero veneno». Situó a Francia como el corazón el mundo. Y mostró con orgullo una inédita postura de resistencia en el presente globalizado: «Antes morir que hablar en inglés». Por remitir a tiempos pretéritos el recital incluso se dividió en dos partes, con descanso de 20 minutos de por medio. Chocante sí, pero nada raro si se tiene en cuenta que este hombre de 84 años se encuentra haciendo la gira del 50.º aniversario de su mítico Paco Ibáñez en el Olympia

Ese disco tiene algo de sabiduría revelada, de documento histórico y de fuente primigenia. Cuando aquellas canciones surgieron en el teatro coruñés lo hicieron como las obras de -perdón por el referente anglosajón- William Shakespeare. Es decir, como clásicos a los que recurrir en busca de una verdad que se repite y resiste al paso del calendario. Cuando el valenciano interpretó Ya no hay locos en España, apelando a los encarcelamientos del Procés («lo que hicieron fue una chapuza, pero no es para meternos en la cárcel») sonó precisamente a eso. Cuando rescató el Andaluces de Jaén de Miguel Hernández, logró que la platea lo respaldase como símbolo de la clase trabajadora pisoteada. Y al cantar aquello de Lobito bueno de Goytisolo recordó que, a veces, las cosas más complejas se pueden exponer con la misma sencillez de un niño. Ayer, hoy y siempre. 

Los temas citados florecieron en la segunda parte del recital. Antes el público ya había comprobado que, al contrario de lo que sucede con otros artistas (pensemos en Bob Dylan, otro anglosajón, sorry), a Ibáñez no se le ha agravado la voz con los años. Todo lo contrario. Hay cierto aire difuminado en su vocalización que otroga nueva vida el repertorio. En ese coló varios temas en gallego, dos de Antonio García Teijeiro (uno canto con él) y otro de Celso Emilio Ferreiro, Chove, chove na casa do pobre. Más adelante se subiría al escenario Miro Casabella. Y, durante gran parte de la actuación, Ibáñez se acompañó del guitarrista Mario Mas, que aportó puntuales y ribetes flamencos de agradecido efecto en sus piezas

Aunque no se trataba de una reproducción del Paco Ibáñez en el Olympia, el espíritu de reivindicar aquella obra maestra y todas las ansias de libertad a ella asociadas estaban ahí, latiendo. El propio Ibáñez se encargó de explicitarlo antes de tocar La Mala reputación de Georges Brassens, didiendo que había canciones que solo cantaba para recordar y que esperaba no tener que volver a tocarlas como algo real. No impedía que la mente viajase al 1969 parisino de la grabación original. No se escucharon gritos pidiendo «¡Libertad!». Tampoco los de «¡Amnistía!». Pero sí los «¡Paco, Paco, Paco!» tras la emblemática Palabras para Julia rememorando los registrados en los surcos de vinilo.

Tras ella un bis que rompería la sobriedad escénica, proyectando una gran bandera republicana atravesada por un caballo. «Sé que no salgo vivo de aquí si no toco Al galopar». Y, emocionado y emocionando, Ibáñez cerró de la mano de Rafael Alberti un recital con sabor a otra era, quizá. Pero totalmente vigente en la actual.