Una acción cinematográfica

César Wonenburger

CULTURA

21 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El año pasado, Amigos de la Ópera abordó la celebración de una efeméride trascendental para la vida sociocultural de A Coruña, la fundación de su primer teatro de ópera, en 1758, gracias al impulso de una figura proteica -muy poco estudiada- para la difusión del género lírico en España, el artista y empresario napolitano Nicola Setaro, de vida y obra casi tan fascinantes como las del propio Lorenzo Da Ponte, genial libretista de Mozart. Gracias a la iniciativa de aquel visionario, que supuso la consolidación de la ópera en este rincón atlántico ya desde hace 250 años, en 1798 llegaría lo que para algunos musicólogos supuso el estreno español de Don Giovanni, precisamente en esta misma ciudad.

En conversaciones con el gran Carlos Saura a raíz de su esencial película, Io, Don Giovanni, aquella donde los genios de Mozart, Da Ponte y Casanova confluyen imaginariamente en un diálogo de fecundas posibilidades, el director me manifestó su interés por abordar en ópera otro de los grandes mitos de raíz española que, como Carmen, ya le había ofrecido en el pasado notables frutos en sus primeras aproximaciones a la puesta en escena operística en lugares como Stuttgart, París o Florencia. No en vano, Gilles Jacob, otrora alma máter del Festival de Cannes, considera a Saura, junto a Buñuel y Almodóvar, como los principales recreadores de la esencia española en tiempos modernos. Y el crítico compostelano Arturo Reverter, gran estudioso mozartiano, encuentra en Don Giovanni «una acción que tiene mucho de cinematográfico».

Con esa premisa, resultaba inevitable propiciar el encuentro Saura-Mozart, y así lo haremos en la Programación Lírica de este año, lastrada como en estos últimos tiempos por los incomprensibles recortes de nuestra cada vez más inepta clase política. Pese a todo aquí seguimos, ofreciendo una programación que incluye, además, un estreno de Verdi. Aunque parezca increíble, Don Carlo no se había ofrecido hasta ahora en la historia de la Asociación, una mácula que se reparará sirviendo esta partitura maestra con un reparto de grandes quilates, que propiciará el debut como Elisabetta de Angela Meade, la auténtica heredera de las esencias de Montserrat Caballé, el retorno feliz de Carlos Álvarez a la ciudad o el debut aquí de Ferruccio Furlanetto, el gran Felipe II de las últimas décadas.