Bill Murray: «No soy un tipo ruidoso, soy un cómico que trata de hacer reír con sus silencios»

María Estévez LOS ÁNGELES / COLPISA

CULTURA

Murray, bromeando durante la presentación en Cannes del filme de Jarmusch «Los muertos no mueren»
Murray, bromeando durante la presentación en Cannes del filme de Jarmusch «Los muertos no mueren» IAN LANGSDON | EFE

El veterano actor estadounidense protagoniza la nueva película del director Jim Jarmusch, «Los muertos no mueren», una comedia sobre una invasión zombi

28 jun 2019 . Actualizado a las 16:21 h.

La pasada edición del festival de cine de Cannes se inauguró con la última película de Jim Jarmusch, Los muertos no mueren, que llega este viernes a los cines. Se trata de un filme con mensaje apocalíptico, dirigido a las nuevas generaciones. La cinta ha conseguido el regreso a la vida pública de la cantante estadounidense Selena Gómez, retirada desde hacía unos meses por una depresión. Esta nueva narración de Jarmusch se centra en dos policías, interpretados por Bill Murray y Adam Driver, que se enfrentan en su localidad a un ataque zombi. Fue el declive de la sociedad lo que inspiró al cineasta para rodar esta divertida cinta en la que repite por tercera ocasión con Murray. El actor, poco dado a conceder entrevistas, recibió en Cannes a los periodistas provocando la risa casi con cada una de sus respuestas.

-Es muy selectivo con sus papeles. ¿Cómo le convenció Jarmusch para grabar esta película?

-Me pagó lo suficiente [bromea]. Jim me mandó un cheque con muchos ceros, cuando te pagan tanto no dices que no. También me mandó muchos regalos, durante varios días, y me demostró que realmente quería trabajar conmigo.

-Bromas a parte, ¿qué tiene Jarmusch para que usted ya haya trabajado tres veces con él?

-Es un gran manipulador y me gusta cómo funciona. No tengo ni idea de cuál es su trabajo. Me gustó el guion. Vivimos en una sociedad dividida, donde el declive de la naturaleza es palpable por días, una amenaza a la que no prestamos la suficiente atención. Viendo el declive sin precedentes de la naturaleza, no puedo entender cómo no vivimos aterrados y preocupados por ello.

-La cinta envía un mensaje positivo, de esperanza. ¿Todavía cree en la especie humana?

-Poco, pero creo. El apocalipsis lo hemos provocado nosotros con nuestro constante enfrentamiento, con las guerras, con nuestra división. Tenemos una mentalidad destructiva; sin embargo, creo en el poder de la cultura, si nos educamos, si buscamos la empatía, seremos capaces de sobrevivir. Creo en el humor, en el poder de la comedia. Ese es mi trabajo, intentar neutralizar este odio enfermizo que habita en los seres humanos. Necesitamos abrir los ojos al prójimo, entender que tiene los mismos problemas que nosotros tenemos y reírnos más.

-Un filme de zombis... ¿Cree en la vida después de la muerte?

-Creo que la vida después de la muerte no es algo para todo el mundo. Algunos lo alcanzan, pero otros no. Realmente lo creo. Es imposible que quien no se lo merezca pueda tener más vida.

-¿Cómo es Jarmusch en las distancias cortas?

-Un tipo muy raro. Jarmusch vive en blanco y negro. Habla de las sombras, del día y de la noche. Viene contigo a almorzar como si fuera a salir de noche. En realidad, ha intentado encontrar un equilibrio entre el humor y la sobriedad del tema que presenta el filme. Estamos destruyendo el planeta y nosotros mismos nos ponemos en peligro. No está tratando de decirle a nadie cómo debe vivir o pensar, pero apreciaría si los humanos nos volviéramos un poquito más consecuentes con nuestras acciones. En la película aparece el fatalismo, la oscuridad, pero también hay bromas y momentos cómicos. Es difícil vivir como humanos y, al final, nos volvemos zombis.

-¿Cuál es el secreto de su éxito?

-Esconderme. Cuanto más me escondo, más me buscan. No soy un tipo ruidoso, soy un cómico que trata de hacer reír con sus silencios y eso parece que le gusta al público y a directores tan chiflados como Jarmusch. Nunca pretendo ser otra persona, no soy un actor que haya creado una imagen para esconderse tras ella.

-¿Por qué es tan reservado?

-Forma parte de mi personalidad. Creo que así me llegarán mejores ofertas [bromea]. Como intérprete me gusta correr riesgos, apostar por proyectos en los que confío en el realizador. Directores como Wes Anderson y Jim Jarmusch me gustan y voy a trabajar con ellos siempre que me llamen.

-¿Qué le da miedo?

-Venir a Cannes y dar entrevistas. Rodar películas es una actividad muy peligrosa. Tenemos pinta de estar en forma, pero debemos ser conscientes que cada día de rodaje puede ser el último. Así es como yo trabajo.

«Creo en el poder de la cultura, si nos educamos, si buscamos la empatía, seremos capaces de sobrevivir»

«Me gusta estudiar a los seres humanos»

Hay un Bill Murray en sus trabajos en las décadas de los años 80 y 90 y uno muy distinto en los últimos tiempos. Y él lo asume sin ambages.

-Antes lo guiones no eran tan buenos. Lo digo honestamente. En las décadas de los ochenta y noventa los escritores eran menos exigentes con su trabajo. Antes tenía agente y me llegaban un montón de guiones que eran una mierda. Ahora ya no tengo agente y solo me llegan buenos guiones.

-¿Se siente orgulloso de su legado cinematográfico?

-Sí. De todo lo que he hecho, de los éxitos y de las películas que no triunfaron. Todas ellas son parte de mí, son mis hijos y me gustan todas.

-¿De qué se siente orgulloso cuando mira hacia atrás en su carrera y en su vida?

-Me siento orgulloso de las películas que he hecho. Me gusta mi carrera y me enfrentaría con mi lista de películas contra cualquier actor. No estoy diciendo que sea el mejor, pero me gusta mi lista. Me gusta la gente con la que he trabajado, las cosas que he hecho y por ello he recibido una gran recompensa.

-¿Tiene algo en común con sus personajes?

-Desde luego que lo tengo. A mí me gusta mirar mi carrera en conjunto y hay varios temas que se repiten en mi trabajo como actor. Me gusta estudiar a los seres humanos, entender el motor que los mueve. Y creo que en definitiva emociones como el amor y la risa son parte de mí, de mi carrera como intérprete, pero, ¡ojo!, sin necesidad de caer nunca en el sentimentalismo. No me gustan las historias azucaradas.