Camilleri y Márkaris, patronos y garantes del gran «noir» mediterráneo

HÉCTOR J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El actor Luca Zingaretti encarna al comisario Montalbano en la serie de la RAI
El actor Luca Zingaretti encarna al comisario Montalbano en la serie de la RAI Fabrizio di Giulio

La primavera ha traído a las librerías nuevos casos de los comisarios Montalbano y Jaritos, respectivas criaturas literarias de los escritores italiano y griego

16 jun 2019 . Actualizado a las 14:21 h.

Pese a su edad provecta, los escritores italiano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925) y griego Petros Márkaris (Estambul, 1937) son los patronos y garantes del gran noir mediterráneo. Sus principales criaturas de ficción, los policías Salvo Montalbano y Kostas Jaritos, respectivamente, reinan en el oscuro cielo de ficción del sur de Europa. Han tomado hace tiempo el relevo de los Pepe Carvalho -personaje central de Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003)- y de Fabio Montale -protagonista de la mítica trilogía de Jean-Claude Izzo (Marsella, 1945-2000)- y, aunque conviven con las interesantes creaciones de Massimo Carlotto, Maurizio de Giovanni, Ian Manook, Donna Leon, Antonio Manzini, Marco Vichi, Ahmed Mourad o Dominique Sylvain, no parece que ninguno de estos consolide a medio plazo un personaje tan redondo, familiar, coherente, feliz y exitoso como son Montalbano y Jaritos, dueños de un universo intransferible.

Ambos veteranos autores han sido capaces de generar tal corriente de empatía que el lector (como ocurría en otras latitudes más atlánticas con Maigret, Beck y Wallander) espera con ansia cada nueva entrega de sus héroes. En España ayuda a este seguimiento la fidelidad de los sellos que las editan: Camilleri en Salamandra y Márkaris en Tusquets.

Algo que comparten los dos autores es su trasfondo social y ético, su preocupación por la realidad política, y su posición combativa y comprometida -aunque sin alharacas ni pancartas-, y cómo trasladan este discurso a las andanzas de sus funcionarios sin que ello cargue de excesos programáticos y solemnidades sus relatos. Al contrario, la lectura es siempre amena y ligera, y, aunque tampoco es que se trate de dos grandes prosistas, su pluma está suficientemente apegada a la sencillez y la levedad, más y mejor en la escritura del siciliano.

Todas sus aventuras son directas, cabales y teñidas de un cierto escepticismo. Ya hombres maduros, los policías carecen del cinismo del hard-boiled estadounidense y rehúyen las demostraciones de violencia explícita -lo que no evita que Montalbano se lleve de vez en cuando algún golpe.

Esta primavera han llegado al castellano nuevas investigaciones de Montalbano (El carrusel de las confusiones, 2015) y Jaritos (Universidad para asesinos, 2018), y no defraudan. No resultan tan fluidas como otras anteriores -ya van 28 novelas del italiano y 11 del griego-, pero es que los casos que indagan son también enrevesados. Y en lo que se refiere a Camilleri, quizá, más que con su ceguera, tenga que ver con que la trama (extrañamente) no se inspira esta vez en la crónica de sucesos.