La Sinfónica estrena el «drama cósmico» de Sofía Gubaidulina

H. J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

SOFÍA GUDAIDULINA
SOFÍA GUDAIDULINA

Una obra de la autora rusa cierra la temporada de la orquesta OSG

13 jun 2019 . Actualizado a las 13:51 h.

Mimada por intérpretes como el violonchelista Mstislav Rostropóvich -que le regaló un piano, el Steinway & Sons que aún toca en su casa de las afueras de Hamburgo- y el violinista Gidon Kremer, la compositora rusa Sofia Gubaidulina (Chistopol, 1931, en la entonces República Tártara de la Unión Soviética) es una figura tan internacionalmente reputada en el mundo de la música clásica como desconocida en los circuitos comerciales. Fue el gran Dimitri Shostakóvich uno de los que más la alentó a seguir por el «camino erróneo», que la llevó a recibir, entre otros muchos, el premio Fronteras del Conocimiento que otorga la Fundación BBVA -por la «cualidad espiritual» y la «dimensión transformadora» de sus composiciones, ensalzaba el fallo-. Fue en el 2017, el mismo año en el que la Sinfónica de Boston, bajo la batuta del letón Andris Nelsons, estrenó su Triple concierto para violín, violonchelo, bayan y orquesta.

Ahora, la Orquesta Sinfónica de Galicia -OSG, en el cierre de su temporada de conciertos, en los programas del jueves 13 y el viernes 14, en el Palacio de la Ópera de A Coruña- interpretará por primera vez en España el triple concierto de Gubaidulina -un «drama cósmico», según su propia definición.

«Las leyes del cosmos»

Para la ocasión, Dima Slobodeniouk, director de la OSG, reúne a la violinista Baiba Skride, la chelista Harriet Krijgh y al acordeonista Martynas Levickis para interpretar la música de una autora que en su trabajo creativo busca acercarse «al misterio de las leyes del cosmos y del mundo». En esta aspiración de Gubaidulina de «unir el cielo y la tierra», siempre le gusta subrayar la importancia que concede al bayan (acordeón cromático ruso, con registros mucho más bajos que uno occidental), instrumento por el que siente debilidad y que considera que tiene unas «propiedades profundas» y una «personalidad fortísima».

Precisamente, el jurado del citado premio valoró el uso que hace de «una amplia gama de instrumentos, algunos extraídos de la música folklórica». A Gubaidulina le gusta decir que para ella los instrumentos son auténticos «seres vivos», que sienten y perciben de «una forma casi misteriosa» y que incluso se presentan en su vida como una «verdadera personalidad». «Existo allí donde Occidente encuentra a Oriente», dice la artista, hija de padre tártaro y de madre eslava.

Tras años de ostracismo en la extinta Unión Soviética, donde música fue calificada como «irresponsable» y, en 1979, la unión de compositores rusos la incluyó en una lista negra por su participación en algunos festivales europeos -a ello aludía Shostakóvich en su defensa del «camino erróneo»-, está hoy considerada como una compositora «mística» por la profundidad religiosa que emana de su obra.

El programa de las dos veladas se cierra con la interpretación de la Sinfonía n.º 4 en mi bemol mayor, «Romántica», de Anton Bruckner, en su versión de 1878 y con el finale de 1880.