Feliz reencuentro de Víctor Pablo con la OSG

antón de santiago

CULTURA

CESAR QUIAN

20 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue calurosamente recibido Víctor Pablo Pérez para dirigir el vigésimo de abono de la OSG, de cuyo alto nivel fue artífice incontestable. Proponía la Sinfonía n. 4, en re menor, op. 120, de Robert Schumann (1810-1856) y el Réquiem en do menor de Luigi Cherubini (1760-1842). El concierto estaba dedicado al chelista David Ethéve y al trombonista Petur Eiriksson.

Schumann es uno de los más acendrados representantes del pleno romanticismo, músico de honda formación humanística y poética. En 1841 escribe dos de los más importantes y hermosos ciclos de lied: Dichterliebe (Amor de poeta) y Frauenliebe und Leben (Amor y vida de mujer), y esencial obra pianística, en la que Clara Schumann percibe su fértil imaginación y le aconseja escribir para la orquesta. En ese año crea la sinfonía en re menor, que tras numerosas revisiones, se enuncia como la cuarta. Se nos dio la de 1852. Empieza con un Ziemlich langsam (bastante lento) muy inspirado y cantable, que pronto pasa a un Lebhaft (animado), urdimbre de temas identificables, a los que Víctor Pablo dio cohesión hasta redondear un movimiento lleno de brío. Es el segundo una Romanza asimismo lenta, hermosa, magníficamente cantada. El Scherzo que le sigue imprime buen humor y lirismo, y el último eleva la animación. Conducción entregada y honda del director y respuesta magnífica de la orquesta.

Víctor Pablo trajo consigo, para que por primera vez lo hiciese «su» orquesta, el Réquiem de Cherubini, creador famoso por su Medea (ya saben: la Scala, 1953, la Callas, Bernstein y nuestra María Luisa Nache). Este compositor florentino logró el éxito cuando se asentó en París para encargarse de la música del rey Luis XVIII. Para homenajear a su antecesor Luis XVI le fue encargada la obra. Basada en la liturgia de la misa de difuntos, la asumen exclusivamente las polifónicas voces del coro y la orquesta. Académica, de expresión humilde, se exalta para describir el Día de la Ira, manifestar alabanza y rogar el perdón. Pérez, que nos demostró sobradamente su pericia ante la musica sinfónico-vocal, con el coro que dirige Joan Company y la orquesta, ofreció versión inspirada y significativa. Grandes y cálidas ovaciones para todos.