Margarita Santos Zas: «Valle-Inclán es un escritor genio»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Margarita Santos Zas, con chaqueta roja, con componentes del Grupo de Investigación Valle-Inclán de la USC: Carmen Vílchez, Adriana Abalo, Rosario Mascato, Sandra Domínguez, Xaquín Núñez Sabarís y Alba Alonso (de izquierda a derecha)
Margarita Santos Zas, con chaqueta roja, con componentes del Grupo de Investigación Valle-Inclán de la USC: Carmen Vílchez, Adriana Abalo, Rosario Mascato, Sandra Domínguez, Xaquín Núñez Sabarís y Alba Alonso (de izquierda a derecha) SANDRA ALONSO

La especialista destaca la versatilidad y la calidad de la obra de un autor de carácter complejo y fascinante

20 may 2019 . Actualizado a las 11:55 h.

Doctora en Filología Hispánica con una tesis sobre la trilogía carlista de Valle-Inclán, Margarita Santos Zas dirige desde el 2002 la Cátedra del escritor de la Universidade de Santiago, cuyas ediciones son las que utiliza la colección de La Voz de Galicia. Una obra que, como los grandes clásicos, además de su calidad literaria, sigue siendo relevante para el público lector de hoy.

-Sigue más vigente que nunca...

-Los clásicos tienen la virtualidad de que las sucesivas generaciones los leen desde sus propias claves. Su riqueza semántica hace que la lectura se pueda adaptar a cualquier época, porque está manejando conceptos y valores que son universales. Ese es el elemento fundamental. Cuando Valle-Inclán publica Luces de bohemia en 1920 indudablemente se leyó con unas coordenadas históricas, pero hoy lo podemos aplicar a muchas cosas actuales que hace que siga siendo vigente. La crítica que hace es a la mediocridad, a la pobreza intelectual, a la miseria política, a la corrupción, y eso, lamentablemente, está presente hoy, ayer y en 1920.

-Y fue muy influyente en otros autores, desde «Luces de bohemia» a «Tirano Banderas», que marcó las novelas de dictadores posteriores...

-Y que lo reconocen, además, incluso quienes en algún momento lo negaron. Tirano es una obra capital en su trayectoria, porque la novela del tirano fue un referente para todos los escritores, desde García Márquez hasta Roa Bastos y Miguel Ángel Asturias. Todos reconocen en Valle-Inclán un punto de arranque. Sí que existía novela de dictador antes, pero la fórmula que utiliza y cómo es capaz de recrear en dos días, con esos cientos de personajes que pululan la obra, y cómo es capaz de cruzar datos, episodios, la dictadura y la revolución, los personajes de uno y otro lado, los menores, los mayores, cómo crea un mundo condensado en ese momento… es una referencia extraordinaria. No es una novela fácil de leer, pero es de esos libros que cuando te atrapan lo disfrutas tanto que te maravilla que haya sido capaz de condensar en tan poco tiempo tantos episodios. Esto tiene mucha relación con una teoría que él tenía, que a mí me encanta, que aludía al Greco, que tenía una capacidad de condensar en el espacio figuras múltiples. Y él esa condensación la lleva al tiempo. Hace que en un tiempo muy reducido, jugando con la simultaneidad temporal, se crucen muchísimos episodios y personajes. Si cualquier obra del Greco la desbaratabas, ni un matemático bizantino, decía, sería capaz de reconstruirla.

-Valle-Inclán es un icono y su vida está plagada de anécdotas. Pero, más allá de esa imagen, ¿qué retrato emerge al leer los libros de esta colección?

-Valle-Inclán tiene una personalidad muy fuerte. Él mismo fomentó su propio anecdotario. Como alguien que quiere ocultarse, porque era un hombre pudoroso en sus relaciones familiares, no contaba apenas nada, sus cartas son parcas, es como si se defendiese, como si llevase una máscara. No hay un gesto de Valle que no esté acompañado de una anécdota. Nos quedamos con eso porque es divertido, ingenioso, y esas características van desplazando esa personalidad más profunda, de mayor hondura. Era un trabajador incansable, por ejemplo, y eso no se dice nunca. Se resalta más la imagen del bohemio, pero es un bohemio relativo, porque él pasó épocas de precariedad económica pero también otras muy boyantes. ¿Qué emerge de su literatura? Emerge su versatilidad, la dedicación de un individuo entregado en alma y cuerpo a su literatura, con una conciencia y un sentido de la responsabilidad en lo artístico extraordinarios, un sentido de lo ético y lo estético enorme. Es un escritor genio, que supo abordar todos los géneros, que se imbricó en diversos movimientos artísticos, que participó de la renovación en la narrativa y el teatro de su tiempo. Es una figura muy prismática y no la puedes definir con una única pincelada, de ahí las contradicciones que emanan de su personalidad. Pero a un genio no le pides que sea coherente.

-¿Qué trabajo desarrollan desde la universidad?

-Hay dos elementos complementarios. El Grupo de Investigación Valle-Inclán [GIVIUS] asume la parte investigadora, la búsqueda de documentación, referencias hemerográficas y bibliográficas, los estudios y los trabajos, con una pretensión de rigor y metodológicamente muy fundamentados. Y luego está la Cátedra propiamente dicha, que proyecta la imagen de Valle-Inclán a través de una biblioteca propia, de exposiciones y actividades, y que tiene una proyección social y una parte formativa. La Cátedra tiene un seminario permanente que de manera periódica invita a profesores expertos en Valle-Inclán o en ciertas metodologías de trabajo que a los integrantes del grupo de investigación le sirvan, pero que también es abierto, puede asistir quien quiera. Por otra parte, está la publicación de una Biblioteca Valle-Inclán, con obras, estudios, monografías, colectáneas o facsímiles. Luego, dos de los grandes logros del grupo en ese sentido ha sido conseguir el legado Valle-Inclán por parte de la familia. Siempre lo digo: hay que agradecer a la familia que hayamos llegado a un acuerdo para que en la Universidad estuviese todo el fondo manuscrito de Valle-Inclán. Es fascinante. Son 5.000 páginas autógrafas que nos permiten descubrir ese Valle-Inclán que nadie conoce. Es como entrar en la mente del escritor, en el proceso de creación. Vas viendo cómo una obra la ha ido construyendo con cosas a veces fragmentarias, son borradores, en estados muy diferentes redaccionales. Eso es un privilegio tenerlo cerca. Y hemos firmado un segundo convenio para la biblioteca personal de Valle-Inclán, que está ya en la Universidade de Santiago. El patrimonio valleinclaniano que tenemos ahora es extraordinario. Con toda la documentación que el grupo ha ido acumulando en sus veinte años de vida hemos construido un Archivo Digital Valle-Inclán de acceso abierto, con dos niveles, para usuarios comunes y registrados. Son 4.500 documentos, que en imágenes digitales superan las 80.000, por lo que hubo que alojarlo en el Cesga, con Carmen Vílchez como intermediaria entre los equipos académico e informático.

-Pocos autores hay que conciten ese amplio interés académico pero también el de los lectores...

-Sí, es poco común. Si vas a un Cervantes, a un Lope... Pero está en esa categoría. Hay muchos otros autores de su época, como Unamuno o Baroja, pero no tienen ese predicamento. Enlazamos con lo que decíamos antes, ese concepto del Valle-Inclán clásico, que permite como diferentes niveles de lectura. Un especialista puede hacer una en cuatro estratos y un lector común lee un argumento. La lectura es igualmente válida, solo que los niveles se pueden profundizar. Cuanto más conocimiento tengas del autor, de la época, del contexto, más partido le sacas. Si lees El Ruedo Ibérico y tienes conocimientos de la historia de España en la época de Isabel II, le sacas más partido, pero si no los tienes, harás una lectura lineal, argumental, que te cuenta muchas cosas que te resultan interesantes, entretenidas, jugosas, críticas, expresivas. Esa es la clave. Valle-Inclán tiene muchos niveles de lectura y lo puede leer alguien que quiere entretenerse con un argumento y alguien que investiga. Permite esa profundización, mientras que otros autores tienen menos capas y, sobre todo, hablan menos con realidades con las que te puedes identificar. Recuerdo cuando se estrenó aquí Luces de bohemia en el año del Prestige. En el momento que en esa obra sale el ministro de la época hablando con Valle-Inclán la gente se puso de pie en el teatro. ¿Por qué? Porque la gente leyó que aquel Valle-Inclán de 1920 tenía un paralelismo con el presente, que estábamos viendo dramáticamente, porque lo sentíamos como algo doloroso. Esa vigencia de Valle-Inclán, esa capacidad de trasladarse del pasado al presente y que la gente se reconoce en esas realidades.

-Una pregunta complicada para acabar: ¿cuál es su obra favorita de Valle-Inclán?

-Sí que es difícil. No tengo una obra favorita. Hay una obra que me fascina, que es La medianoche. Visión estelar de un momento de guerra. Me fascina porque todo lo posterior, de Tirano banderas y El Ruedo Ibérico, está ahí. Además, teorizado en un breve prólogo, que contiene todo lo que va a desarrollar después. Esa obra es producto de su estancia en el frente de guerra aliado en 1916. Hay un diario de esa estancia en el frente francés, en la zona de los Boscos. Estuvo dos meses y dejó un cuaderno de notas. Un año después, reelaborado, ese se convierte en La medianoche. Me parece fascinante. Me fascina Tirano Banderas. Me parece una obra maravillosa. Y de teatro, qué voy a decir, me gusta mucho Las comedias bárbaras y Divinas palabras, y me parece imposible que no interese Luces de bohemia. Es una obra que no tiene fin, cada vez vas descubriéndole cosas nuevas. Y las Sonatas. Me cuesta muchísimo… Podría decir las que me gustan menos. Las que más me gustan son casi todas.