El danés Nicolas Winding Refn fue bendecido en este festival como golden boy hace casi una década, con Drive. Desde entonces, todo lo que podiía haber ido mal, ha salido peor. Tras sus narcisismos onanistas de Only God Forgives y The Neon Demon, sendos siniestros que estropiciaron su prestigio contra La Croisette, Winding Refn debe de haber saboreado lo efímero de la gloria. Ya frisa los 50 y se ha venido a Cannes refugiado en una serie televisiva de Amazon titulada -no por casualidad- Too Old to Die Young. Por lo visto en los dos capítulos aquí estrenados - envoltorio de thriller policial norteamericano pero la misma carga egomaníaca autodestructiva en su corazón- Winding Refn apunta, en efecto, hacia un envejecimiento prematuro digno de estudio patológico.
El veterano Patricio Guzmán parece hacer en La cordillera de los sueños testamento de lo que ha sido su obra y su vida: la memoria del golpe de estado que cambió la naturaleza de su país, Chile. La ensangrentó, la dejó envilecida y tumefacta a pesar de la recuperación de las libertades. Y ahí se ha quedado.