Duelo de Mahler y mística de Bruckner

antón de santiago

CULTURA

El director israelí Eliahu Inbal condujo sabiamente a la OSG
El director israelí Eliahu Inbal condujo sabiamente a la OSG CESAR QUIAN

La OSG contó con la mezzo alemana Okka von der Damerau y con el director Eliahu Inbal

06 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Bienvenido en el 18.º de abono de la OSG el ciclo Kindertotenlieder, que en virtud de su autor, Gustav Mahler (1860-1911), y del momento en que se crean, son lieder con orquesta. Se contaba con la mezzo alemana Okka von der Damerau, y con el octogenario director israelí Eliahu Inbal.

En 1901 selecciona Mahler cinco poemas de una colección de Friedrich Rücker (1788-1866), en los que el poeta expresa su dolor por la muerte prematura y sucesiva de dos de sus hijos. Sintoniza el autor de la Canción de la Tierra con tal manifestación de pesar como evocación de la muerte también prematura de su hermano Ernest, que él obligadamente presenció profundamente conmovido. «El sol se levantará radiante, como si la noche no hubiera traído desgracia… con este tiempo, con esta tormenta, podían caer enfermos, ahora descansan, protegidos por Dios, en la casa de su madre». Si Mahler es el compositor que vuelca en sus universos musicales todas sus voliciones, traumas y sentimientos, en las Canciones a los niños muertos sublima en la voz y en la orquesta, que acompaña, dialoga y arropa, los recuerdos de una infancia dramática.

Todo contribuyó a una elevada ejecución: Damerau, con voz hermosa, limpiamente emitida y su emotividad contenida, en perfecta simbiosis con orquesta y director.

El otro plato fuerte era la Sinfonía n. 7 en mi mayor, de Anton Bruckner (1824-1896). El devoto organista de Saintk Florian, tenía en cabeza y alma la sonoridad y la mística del templo y las transmite a su obra sinfónica hasta crear arquitecturas sonoras de dimensión catedralicia, cuyo punto culminante está en esta Séptima, que a la vez es tributaria de la admiración que sentía por Wagner. Muerto el autor de Tristan e Isolda, le ofrenda una elegía en Adagio inconmensurable, incluidas las trompas wagnerianas.

En las ausencias del titular Slobodeniouk, la OSG recibe la visita de directores jóvenes, que aportan la energía, y veteranos, que aportan la erudición. Tal es el caso de Inbal, conocedor profundo de la obra bruckneriana, densa y rica en urdimbres temáticas extensa y cabalmente desarrolladas. Condujo sabiamente a la orquesta, que responde con calidad y brillantez a tales exigencias. Recíproca estima de maestro y profesores. Grandes ovaciones.