Donna Leon: «Venecia se ha convertido en una fulana a la que prostituyen por dinero»

CULTURA

Javier Lizon

La gran dama de la novela negra publica la vigésimo octava entrega de las novelas del comisario Brunetti

02 may 2019 . Actualizado a las 10:11 h.

Gesticula, bromea, ríe y se divierte respondiendo como si fuera una niña. Aunque dice las cosas muy en serio, como cuando habla de la amenaza del cambio climático. Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) publica la vigésimo octava novela protagonizada por el incombustible y carismático comisario Guido Brunetti, En el nombre del hijo (Seix Barral), con Venecia siempre como escenario. Asegura que continuará la serie «mientras siga teniendo ideas y me resulte divertido». Y da la clave de sus novelas: «La gente es capaz de cualquier cosa, solo tienes que encontrar su punto débil, miedo, avaricia, celos, envidia o ira».

-¿Por qué Brunetti sigue atrayendo todavía a los lectores?

-Porque es interesante, auténtico, dice lo que quiere y hace lo que quiere. Es un tipo inteligente, tolerante, no es un intelectual, pero sí un lector serio, lee a los clásicos, a los griegos, Stendhal, Balzac, etc. Lee los mismos libros que yo mientras estoy escribiendo sus novelas. Cuando escribí esta estaba leyendo Las troyanas, como él.

-¿Los libros que lee le sirven para resolver casos?

-Sí, por eso los clásicos son clásicos, porque lo que sucede en sus grandes obras es real, sus personajes también. A través de sus libros aprendemos sobre las personas. Tú me puedes mentir a mí y yo a ti, pero cuando el narrador te habla sobre Madame Bovary o Ana Karenina nos está diciendo la verdad. La razón por la que leemos novelas es porque nunca llegamos a conocer a las personas. Un día tu mujer te dice que se va, que ya no te quiere, y no sabes por qué. En una novela el narrador te lo explica, antes o después.

-En la novela están muy presentes los prejuicios.

-Sí, porque se habla de la relación de un anciano con un hombre mucho más joven. Si fueran un viejo y una mujer joven no pasaría nada. Una de las cosas más bonitas de este libro es ver cómo los hijos de Brunetti encuentran normal esa relación.

-En sus últimas novelas alerta del peligro del cambio climático.

-Hay que dar el Premio Nobel a la joven activista sueca Greta Thunberg. Yo soy una fanática de la lucha contra el cambio climático. Creo que es el único problema decisivo que tenemos. La inmigración no lo es. Con el paso del tiempo, Brunetti también se ha vuelto más consciente de los estragos del cambio climático.

-¿Por qué no está en la lista de prioridades de los políticos?

-Cuando a los políticos les llaman los presidentes de Monsanto, British Petroleum o Exxon, que son los que dominan el mundo, se ponen firmes. Esas grandes compañías nos están tratando de matar y hay que decirlo. Hace unos meses hablé con mi amigo, el ganador del Pulitzer Richard Powers. Le conté que había tratado el cambio climático en varias novelas y que estaba preocupada por si me estaba pasando. Y me contestó: ¿Se te ocurre algo más importante sobre lo que escribir?

-En sus novelas denuncia que Venecia se ha convertido en una ciudad invivible.

-Sí. Son 54.000 habitantes y 33 millones de turistas al año. El desequilibro es enorme y aberrante. Y no creo que tenga solución. A los gobiernos de Venecia no les importa lo que le pase a la ciudad, sino el dinero. Venecia se ha convertido en una Disneylandia para turistas, en una fulana a la que están prostituyendo para que no deje de dar dinero.

-¿Qué le parece el auge de la ultraderecha en países como Italia?

-Es fácil movilizar a la gente cuando se hace con el odio y se crea un enemigo, ya sean judíos, homosexuales o inmigrantes. Esa llama prende fácilmente. Nadie elige como enemigo a Monsanto o British Petroleum, tienen mucho poder. En Italia hubo una campaña contra los gitanos, se llenaban la boca diciendo que robaban mucho, pero ¿cuántos miles de millones de euros roban los políticos italianos y nadie dice nada?

-Como estadounidense, ¿cómo ve la evolución de su país?

-Cada vez me apetece menos ir, voy una vez cada cuatro o cinco años. No me interesa. Los americanos, en general, son muy ignorantes. Y la ignorancia y la estupidez siempre me han dado mucho miedo, porque esa gente es fácilmente manipulable.

-¿También le da miedo Trump?

-No. No encuentro nada interesante en él, su cabeza está vacía. Imagine que le tiene que entrevistar y debe pasar una hora con ese tío. Qué horror.

-Usted ha sido siempre una mujer independiente y libre, ¿qué opina del nuevo auge del feminismo?

-La violencia contra las mujeres es una epidemia mundial. Lo de la Manada es terrible. Y algunos de ellos tendrán pareja, hermanas o hijas. No me cabe en la cabeza.

«Me sorprende todo lo que la gente está dispuesta a contarte»

Hace dos años dejó Venecia para instalarse en un pueblecito suizo, en el que hay «trescientas personas y trescientas vacas». No tiene televisión ni móvil ni va al cine.

-¿Antes de ponerse a escribir tiene un plan determinado?

-Vendería mi alma al diablo por dos cosas. La primera, por ser una cantante de ópera; la segunda, por tener un plan para mis libros. Ahora estoy con el penúltimo capítulo del libro del año que viene y no sé por dónde voy a tirar. Tendré que recurrir al mayordomo.

-¿Cuál es la clave para mantener el interés de los lectores?

-Esta pregunta la voy a responder con lo que dijo Wilkie Collins. Al lector hay que hacerle reír, hacerle llorar y hacerle esperar. Luego tienes que encontrar ese personaje por el que el lector sienta la debilidad de querer saber lo que le pasa. Y hay que darle tiempo para que entienda a los personajes y sepan lo que piensan y sienten.

-¿La novela policial es la mejor forma de explicar la realidad?

-No tiene por qué. La mayoría de los libros de misterio arrancan con alguien que abre una puerta, del sótano, de una habitación o del coche, y se encuentra un cadáver. Sin embargo, lees una novela de Jane Austen en la que no matan a nadie y no puedes dejarla porque quieres saber qué les ha pasado a los personajes.

-¿Por qué cree que sus novelas tienen tanto éxito en España?

-Mi sensación es que España es todavía un país de corazón abierto, políticamente más bien de izquierdas, como mis libros, que son anticapitalistas, antiamericanos, anti grandes corporaciones. Esto genera cierta empatía.

-¿Sigue firme en su idea de no traducir sus libros al italiano?

-Sí. Nunca digo nada peyorativo sobre Italia en mis libros, pero sí hago comentarios. Los italianos dicen cosas terribles de su país. Pero no les gusta que una extranjera lo haga. Yo no lo hago, pero no quiero ser malinterpretada.

-¿De dónde saca las ideas de sus novelas?

-De dos fuentes, los periódicos y los rumores, el cotilleo. Siempre me sorprende todo lo que la gente está dispuesta a contarte.