El siglo XXI ante Jean Sibelius

antón de santiago

CULTURA

Leila Josefowicz, en un ensayo con la Sinfónica de Galicia
Leila Josefowicz, en un ensayo con la Sinfónica de Galicia OSG

La OSG interpretó una sinfonía del finlandés y dos obras de autores contemporáneos, Fernández Barrero y Colin Matthews

29 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los vectores de la programación de la OSG es la atención a las músicas de creación más reciente. Y en este 17.º concierto de abono hubo dos estrenos de obras del siglo XXI: Nocturno sinfónico, de Marcos Fernández Barrero (1984) premio de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, y Concierto para violín, del inglés Colin Matthews (1946). Además, la Sinfonía n.º 2, de Jean Sibelius (1865-1957). Director invitado, el islandés Daniel Bjarnason (1979) y solista la canadiense Leila Josefowicz (1977).

La obra de Fernández Barrero (barcelonés de ascendencia gallega) surge del inefable mundo de los sueños. Parte de un inquietante duermevela hasta desembocar en la agitación de un pesadilla. Para ello se sirve de escogida paleta orquestal, articulada con oficio. Expresionista con afilados choques armónicos y tímbricos. Rigurosa guía de Bjarnason y precisa respuesta orquestal. Saludó el autor.

El londinense Matthews, que en sus comienzos se miró en el espejo de Benjamín Britten, desarrolla un modo creativo muy personal a partir de la modulación que los estilemas de la atonalidad buscan en caminos más eclécticos. Este concierto es del 2009. Nace de la mano de violinista, la propia Josefowicz, entregada a la música de su tiempo, que colabora con los creadores. Voz solista muy principal y virtuosística con ribetes de bravura. Eleva al violín a su gama más aguda, inicia el segundo movimiento en registros graves y densos, altamente sugerentes, y concluye en tour de force de velocidad y difícil ejecución. En el regalo no se apeó de la bravura. Ovacionada. Gran acompañamiento por parte de orquesta y director.

Lejos de la objetividad de las obras anteriores, la segunda sinfonía de Sibelius es expresión posromántica. Trasunta hondas emociones que fertilizan la inspiración. El compositor finés domina la orquesta y nos lleva a través de cada solo, de cada sección y en los tutti por recovecos muy personales. Plena riqueza temática recorre la obra, que, por su belleza, atrae y, en el último movimiento, con ese tema tan subyugante, abraza. Bjarnason dirige con las manos, gesto amplio y sugerente con el que dibuja la música. La respuesta de la OSG y sus formidables solistas volvió a ser magnífica. Hubo grandes ovaciones para todos.