Remedios Zafra: «El exceso de información opera como una forma de ceguera porque es inabarcable»

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

SANDRA ALONSO

«De las muchas identidades con las que definirnos, la que tiende a fagotizar a las demás es la profesional», considera la ensayista y pensadora

26 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Remedios Zafra (Córdoba, 1975) ganadora del premio Anagrama de Ensayo por su libro El entusiasmo, participó ayer en el ciclo Pensarmos del Consello da Cultura para hablar de precariedad en los trabajos creativos.

 -¿El entusiasmo es una trampa, una cadena autoimpuesta?

-Entusiasmo es una palabra celebratoria, cuando decimos que somos entusiastas es algo positivo y a mí me parecía interesante hacer un ejercicio de desmontaje de este concepto, reivindicando el entusiasmo sincero, que es el que sigue movilizando a multitud de personas que nos dedicamos a los trabajos culturales en distintas facetas. Estamos viviendo en una instrumentalización de ese entusiasmo para acelerar la maquinaria productiva y competitiva de forma que se está pervirtiendo. Es lo que denomino entusiasmo fingido, como un entusiasmo del que muchas personas que están en situación de precariedad necesitan hacer uso de una manera impostada para ser visibilizados entre la multitud de personas precarias que están en la lista de espera. Me refiero a esa constante rivalidad y competencia que viven personas que están constantemente formándose y accediendo a becas y que implica un encadenamiento de actividades que suponen seguir en esa cadena productiva con la expectativa de que les llevará a un trabajo estable, a una mejor vida.

 -Y siguen esperando este espejismo.

-Sí. Ese encadenamiento termina con un futuro constantemente aplazado y pospuesto, que en el fondo mantiene la ilusión al encadenar este tipo de actividades casi sin tiempo entre ellas. Sigues la inercia, como ese carrusel que aparece en la portada del libro.

-¿Es también entusiasmo fingido ese fenómeno de ligar la identidad personal a la profesional? Eres lo que haces.

-La tecnología nos ha permitido, maravillosa y terriblemente llevar el trabajo con nosotros, esto que especulábamos en los 90 que era algo muy emancipador para las personas, porque íbamos a poder elegir el lugar y el momento en el que trabajar. Pero creo que estamos viviendo un momento acomplejado y de shock donde ni las empresas ni las administraciones están sabiendo entender que el trabajo es aquello que se hace y no el lugar donde estás. De las muchas identidades con las que podríamos definirnos, la que tiende a fagotizar las demás es la profesional, porque ocupa la mayor parte del tiempo. A mí me interesa mucho porque habla de formas de autoexplotación. Al estar prácticamente siempre pensando en el trabajo o con la posibilidad de acceder a él, la identidad que prevalece y la que parece apropiarse de las otras es la profesional.

-Es que a veces llega el punto de que perder un trabajo es una crisis de identidad.

-Fíjate, a mí ahora me interesa investigar sobre esos momentos porque en esa maquinaria productiva en la que casi todos estamos hay veces que despidos, abandonos o incluso enfermedades o cuestiones que tienen que ver con la negatividad y el fracaso nos permiten un punto de inflexión y una toma de conciencia. Una parada para tomar distancia de esa maquinaria y ese encadenamiento de actividades que describen el trabajo contemporáneo

-También está ese tema de pagar en visibilidad, no en dinero.

-Siempre existió el pago simbólico en el trabajo creativo, pero sí que es cierto que nunca el contexto ha sido como ahora. Antes unos pocos creaban para muchos. Ahora muchos creamos para muchos. No es lo mismo pagar en visibilidad y con reconocimiento a un rico que a un pobre, porque quien es rico lo puede convertir en prestigio y seguir trabajando, pero quien es pobre lo convierte en frustración, porque no le permite vivir, con lo que tiene que buscar otros recursos. Alimentar y perpetuar ese sistema es sumamente peligroso y es políticamente uno de los corazones de la desigualdad, porque apunta a como expulsaría del sistema creativo justamente a las personas que no tienen un respaldo económico. Y en el contexto contemporáneo, caracterizado por habitar un mundo conectado y en red, la situación se agrava al convertir el sujeto en producto y al legitimarse esa forma de pago con visibilidad, de pago con mucha presencia en las redes, con likes… Es absolutamente perverso. La visibilidad se ha convertido en la nueva moneda contemporánea, pero entiendo que empieza a haber mucha resistencia a que nos conformemos con ese pago o a que no hagamos reflexivo lo que supone: si el pago es visibilidad, es visibilidad no solo a tu trabajo, sino que tú eres tu trabajo, como decías antes.

-Te define como persona.

-Te lo juegas todo porque lo que está en juego en mantener visibilidad es mantener tu prestigio, tu nombre en las redes. Esa vulnerabilidad para el sujeto es algo llamativo, que además le expone, y creo que por eso es sencillo mantener la adicción que generan las redes y vernos gratificados por esa visibilidad que se va manteniendo, porque en el fondo no habla de trabajo, sino que te convierte a ti en tu trabajo y a ti mismo en el producto.

«La visibilidad se ha convertido en la nueva moneda contemporánea»

-La cultura entonces es algo así como un photocall en el que todo el mundo quiere que lo miren pero nadie mira.

-Y a mí esto me parece sumamente llamativo y en parte me da mucho miedo. Creo que el sujeto ha dejado de representarse y se expone, se exhibe en la red. El hecho de que todos podamos hablar, producir, exponernos, exhibirnos en al red, genera la pregunta de quién nos ve, quién escucha. O cuándo yo misma puedo escuchar, si siempre estoy produciendo, si siempre estoy mostrándome. ¿No es acaso fundamental el recuperar esos espacios de silencio, de lectura, de escucha…? Yo hace unos días retomaba Facebook, llevaba tres o cuatro meses sin publicar y algunas personas me escribían en privado y me preguntaban ¿por qué estás en silencio, qué pasa? Es curioso como nos preguntamos cuando estamos callados, como si fuese una anomalía, y no preguntamos cuando hablamos todo el rato, que es lo que realmente se hace en la Red, hablar todo el rato.

-Y todo esto, ¿es la base del individualismo y la competitividad actual?

-La cuestión del individualismo está muy relacionada con el capitalismo cognitivo y con el contexto neoliberal. El individualismo propio del capitalismo es reforzado constantemente en los mensajes que resaltan esa idea de responsabilidad individual de si tú quieres, tú puedes, que es aparentemente una cosa bellísima, que la fuerza de voluntad puede con todo. Pero eso genera también la falsa ilusión de que esto es así. Si tienes un contexto idóneo puede que sea así, pero lo que ocurre normalmente es que es responsabilidad individual deja de lado la responsabilidad social y colectiva. Y pienso también en mujeres que vienen de contextos humildes y en muchos casos están siendo interpeladas para cuidar a sus hijos y sus padres. Estoy rodeada de personas y yo misma me encuentro en esa situación. Esa responsabilidad social, de la que en gran medida abdican algunos estados cuando piensan que esto es una cuestión que tiene que resolver cada uno, genera un desequilibrio muy grande en el que somos muy conscientes de la importancia que tiene la cohesión social, la conectividad, el nosotros social. Esa individualidad creo que también se acentúa por ese entramado laboral y económico en el que vivimos en el que los que eran nuestros amigos, que se sentaban a nuestro lado en la facultad, de pronto se han convertido en rivales y en competidores, porque optan a los mismos trabajos. Los que tienen unas mínimas garantías económicas y de estabilidad siguen siendo tan poco que terminas compitiendo como rival al que era tu amigo, rompiendo los lazos entre iguales. Este año he visto multitud de iniciativas en el camino de intentar articular una red de solidaridad, de apoyo y de colectividad porque esto beneficia a quien quiere seguir contratando con esa lógica racional de mínima inversión, máximo beneficio, porque saben que hay una lista de personas precarias dispuestas a competir entre ellas.

-Hablando de redes. En esta semana de debates surge la duda de si somos ignorantes sobreinformados.

-Últimamente, la información suele operar claramente como ruido. Pensábamos en la que acceder a un universo de datos, información, de voces, era algo positivo y ciertamente tiene algo positivo, pero ese exceso opera como una forma de ceguera porque es inabarcable. Nos dificulta e incluso nos agobia. Tenemos tantísima información que no sabemos como gestionarla. Finalmente aceptamos que determinadas herramientas informáticas y medios de comunicación, en función de la jerarquía y de la visibilidad que se le quiera dar, nos ayudan a organizar esa información. Curiosamente en las dos semanas de campaña en el discurso que hemos escuchado las palabras verdad y mentira son las que más ha aparecido y en los debates posteriores la verificación. Parece que todo gira en torno a la sospecha y la duda de que no es verdad lo que nos han contado. Toda esa escenografía está cargada de lo que llamamos posverdad. Categorías como la velocidad, el exceso y la caducidad funcionan como categorías precarias. Caducidad en tanto mañana se hablará de otra cosa, velocidad porque es imposible favorecer un pensamiento lento con las dinámicas que hoy mueven la comunicación y esa celeridad tiende a favorecer ideas preconcebidas.

-Que no cambian.

-Es muy difícil que alguien cambie de opinión en debates y el puestas en escena de este tipo porque tendemos a pasar muy rápidamente. La lectura acaba siendo algo epidérmico, más como surfear la información, un concepto de Marisa Olson, que dice que la información no se lee, ya se aprecia como una imagen y surfeamos por ella. Por eso los medios dais mucha importancia a los titulares, porque entre el exceso se pretende dar a los ciudadanos una serie de ideas más sencillas para pensar en ellas valiéndose de cuestiones más emocionales que racionales.

-Es que se llamaban mentirosos unos a los otros.

-Todo lo que hemos visto sobre la verdad y la mentira estaba cargado de argumentos muy subjetivos y de una pura emocionalidad. Eran rojos, eran muy calientes, Lo que pretendían es generar la duda y huir hacia adelante. Esto es aterrador. Viendo los debates de estos dos días, en los que nuestros políticos tenían ese discurso tan arisco, tan duro, tan agresivo, evidenciando una falta de discurso total, a mí me parece desmoralizador en relación a lo que cabe esperar de políticos. Deberían ser capaces de ponerse de acuerdo incluso pensando de manera muy distinta. Es lo que esperamos de ellos y sin embargo los debates adquirían esos tonos de dolor personal, de atacarse entre ellos, de reprocharse mentiras con más mentiras, de utilizar las imágenes como si realmente pudiésemos verlas, solo buscando el meme de turno...

«Los que eran nuestros amigos, que se sentaban a nuestro lado en la facultad, de pronto se han convertido en rivales»

-Genera como una sensación de orfandad, de saberse incapaz de discernir.

-Es terrorífico. Los medios estáis pasando un momento complejo, porque se han cuestionado las formas de poder clásicas y los medios de comunicación estaban dentro de ese poder. Y hay una necesidad de resignificarse y de reconstruirse desde la credibilidad. Es una cuestión clave. Justo esa dificultad es también la mayor resistencia y el mayor poder que necesitamos la ciudadanía en vosotros. Así como la crítica cultural es necesaria para ayudarnos en ese maremagnum de información que se convierte el ruido, los medios son fundamentales tanto para facilitarnos el acceso a la información como para ayudarnos a diferenciar ese ruido, esa distorsión que constantemente nos está llegando. Al estar sometidos en muchos casos a situaciones de precariedad, a veces me he visto en la situación paradójica de que por solidaridad con los periodistas con los que hablo, participé en crear sucedáneos de mala calidad por la necesidad de que salgo un artículo, cuando a lo mejor no hace falta que salgan tantos, sino que lo que sale tenga una garantía de credibilidad.

-Hay un rechazo a la vida lenta, al pensamiento lento. A escuchar a otros.

-Sí, porque además en las redes terminas por reforzar lo que ya pensabas y es tan fácil que puedes eliminar a aquel que disiente para rodearte de personas que acaban pensando muy parecido, con lo cual habitas una burbuja absolutamente irreal. Es emocionante cuando vemos algún tipo de debate y de pronto hay diferencia en el pensamiento expuesta de manera argumentada, tranquila y sin confrontación. Te confieso que a veces hasta me emociona cuando lo veo, porque estamos habituados a visualizar de manera tan negativa a aquel que difiere… Habiendo diferencias hay formar de expresarlas, de conversar, de exponer… Y eso claramente necesita lentitud y necesita pausa.

-Javier Echevarría, que participó también en este ciclo, citaba una frase suya: «Habitamos las pantallas». ¿Es que Matrix es real, vivimos en un mundo que no es físico?

-Habitamos un mundo complejo donde las pantallas tienen un papel central. La pantalla, dentro de las muchísimas cosas que es, sobre todo es un marco de fantasía, donde nunca está del todo claro, nunca tenemos la certeza de si aquello que estamos viendo es real, es simbólico o es imaginario. Yo creo que de ahí también se deriva esta constante preocupación por lo que es verdad y lo que no, porque pasamos buena parte de nuestro tiempo en las pantallas y el futuro nos permitirá posiblemente no solo acceder al mundo a través de las pantallas, sino crear otras formas de mundo y de vivencias y de experiencias intersubjetivas a través de las pantallas. Pero para personas que tenemos algún tipo de enfermedad la pantalla es un reposo, porque nos protege de la dificultad del mundo real cuando no lo vemos bien y no lo escuchamos bien y nos da unas garantías.

-Es una herramienta.

-Claro, es esa maravillosa herramienta que nos permite incluso olvidar nuestras limitaciones. Pero es cierto que la vida en los cuartos propios conectados es una vida que sienta un punto de transición de la época. Marca claramente un antes y un después el hecho de vivir en un mundo irreversiblemente conectado, donde la pantalla se ha normalizado y donde esa idea de habitar que muchos pensarán que no se puede habitar en una pantalla, pero tenemos también esa sensación de que cada vez forma parte más de nuestra vida.