Las voces de los testigos: Chamoso Lamas, Filgueira Valverde y la recuperación de los profetas del maestro Mateo

Francisco Prado-Vilar

CULTURA

Detalle de las imágenes inéditas tomadas en 1945 por Miguel Durán-Loriga en las que pueden verse las estatuas mateanas (Ezequiel/Abraham y Jeremías/Isaac) apoyadas en la fachada del pazo de Ximonde, en donde se situaban flanqueando la entrada principal. Las fotografías se conservan en el archivo del Museo de Pontevedra
Detalle de las imágenes inéditas tomadas en 1945 por Miguel Durán-Loriga en las que pueden verse las estatuas mateanas (Ezequiel/Abraham y Jeremías/Isaac) apoyadas en la fachada del pazo de Ximonde, en donde se situaban flanqueando la entrada principal. Las fotografías se conservan en el archivo del Museo de Pontevedra

El investigador Francisco Prado-Vilar aporta una carta de Chamoso, fechada en 1954, que constata la propiedad de las esculturas del pórtico de la Gloria en posesión de la familia Franco

28 dic 2019 . Actualizado a las 13:53 h.

Encargaré a mis dos Testigos que profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos con hábitos de penitencia… Cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará … Pero después de tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores. (Apocalipsis 11:3-11).

Las figuras de Enoc y Elías, hoy en el Museo de Pontevedra, son dos de las creaciones más impactantes del maestro Mateo en el pórtico de la Gloria y piezas clave para reconstruir el programa iconográfico de su fachada exterior. Originalmente estuvieron situadas en las jambas del gran arco central, donde servían de preámbulo, en su papel de Testigos del Apocalipsis, a la Segunda Venida de Cristo representada en el tímpano interior, hasta que fueron desmontadas cuando se decidió cerrar el nártex en los años 20 del siglo XVI. Fue también en ese momento cuando se sacaron de sus lugares originales las dos parejas de esculturas sedentes que estaban dispuestas en las jambas de las entradas laterales, para permitir la instalación de las puertas. En la norte se encontraban los reyes David y Salomón, que se trasladaron al pretil de la escalinata del Obradoiro, donde permanecieron a la intemperie hasta el 2016 y actualmente se exhiben en el Palacio de Gelmírez. En la sur estaban los profetas Jeremías y Ezequiel que, al igual que las efigies de Enoc y Elías, habrían de pasar a ser propiedad del conde de Ximonde a través de una cadena de herencias. Estas parejas de profetas del conde seguirán una trayectoria divergente en el siglo XX, acabando los primeros en el pazo de Meirás y los segundos en el Museo de Pontevedra, debido a una sucesión de eventos que tienen el cariz de una novela caleidoscópica en la que se imbrican, en clave contemporánea, los subtextos morales, dramas psicológicos y tragedias nacionales de las historias bíblicas protagonizadas por los personajes que representan.

Detalle de la fachada del pazo de Ximonde con las dos estatuas del mestre Mateo apoyadas en los muros del edificio. Imagen tomada en 1945 por Miguel Durán-Loriga que se conserva en el Museo de Pontevedra
Detalle de la fachada del pazo de Ximonde con las dos estatuas del mestre Mateo apoyadas en los muros del edificio. Imagen tomada en 1945 por Miguel Durán-Loriga que se conserva en el Museo de Pontevedra

Escribí en este periódico sobre los sucesivos destierros que sufrieron, en su devenir histórico, Jeremías y Ezequiel, los profetas del exilio, hasta que fueron finalmente deportados de su «patria compostelana», esa nueva Jerusalén de Occidente, en circunstancias ilícitas propiciadas y encubiertas por silencios impuestos en un contexto de posguerra bajo un régimen autoritario. El reciente intento para repatriarlos, que está siendo dirimido ahora en los tribunales, se vio truncado en primera instancia por una sentencia que se fundamentó en la ausencia de pruebas de que el Concello de Santiago había ostentado posesión completa de las piezas -más allá de un acreditado depósito temporal en 1948-, y que, por lo tanto, no habían llegado a formar parte del patrimonio municipal. Sin embargo, una carta de Filgueira Valverde a Sánchez Cantón, fechada el 30 de enero de 1955, demostraba, sin lugar a dudas, que las esculturas permanecían todavía en posesión del consistorio compostelano en ese momento y que, consecuentemente, habían tenido la condición de bienes de dominio público de forma continuada durante más de seis años, haciendo que su enajenación a un particular, bien fuese por venta o por donación, hubiese supuesto una transgresión de la legalidad vigente. También se desprendía de la carta de Filgueira que el Ayuntamiento, obviando estas trabas legales y las cláusulas incluidas en el contrato de compraventa firmado con el conde de Ximonde, había decidido, por esas fechas, dar a estas obras un nuevo destino que implicaba su salida de Santiago. Este nuevo destino no podía ser otro que el Pazo de Meirás a donde posiblemente habrían llegado primero en forma de una «cesión temporal sin papeles» que luego se transformó en una posesión «de facto» del Jefe del Estado, cuyo «título de propiedad» se hizo público, subrepticiamente, en la ficha del catálogo de la exposición internacional de Arte Románico de 1961, donde esas piezas nunca fueron exhibidas físicamente.

Al testimonio epistolar de Filgueira Valverde se suma ahora el de Manuel Chamoso Lamas, Comisario de la Primera Zona del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, como si estos dos próceres del patrimonio gallego quisiesen hablarnos a través de sus cartas para convertirse en testigos de excepción en este juicio. De nuevo, el interlocutor es Francisco Javier Sánchez Cantón, subdirector del Museo del Prado, a quien Chamoso Lamas escribe una misiva el 5 de marzo de 1954 que actualmente se custodia en el Archivo Documental del Museo de Pontevedra cuyas aguas he podido navegar gracias a la experta guía de María Jesús Fortes Alén y su equipo. En ella se da cuenta de las historias entrecruzadas de las negociaciones para la procura y adquisición de las esculturas del maestro Mateo en manos del conde de Ximonde. Para entender el contexto de esta carta cabe recordar que las efigies de Jeremías y Ezequiel permanecieron en el Pazo de Ximonde en Vedra hasta que fueron adquiridas por el Ayuntamiento de Santiago en 1948, mientras que las esculturas de Enoc y Elías ya estaban en Compostela desde 1909, donde fueron expuestas en el claustro del Colegio de San Clemente formando parte de la Sección Arqueológica de la gran Exposición Regional Gallega, junto con otras obras procedentes de colecciones privadas, como la notable colección Blanco-Cicerón. Al clausurarse esta exposición permanecieron en el patio del Colegio de San Clemente, convertido en un lapidario al aire libre, en estado de semiabandono acumulando líquenes, hasta que en 1928 fueron trasladadas al ala occidental del edificio claustral de la Catedral para formar parte de lo que se planeaba sería el Museo Diocesano de Santiago. Ahí fueron captadas por la cámara del célebre historiador del arte Manuel Gómez-Moreno en 1931 en fotos que se publican aquí por primera vez. Con el paso del tiempo quedaron en una especie de limbo legal, sin que nadie las reclamase, hasta que en los años 50 la condesa de Ximonde decide hacerse cargo de su propiedad y venderlas. De esta forma llegamos al fascinante relato epistolar que escribe Chamoso Lamas desde O Carballiño el 5 de marzo de 1954 a su «distinguido y querido amigo» Francisco Javier Sánchez Cantón:

«Hoy recibí una carta firmada por la Condesa de Gimonde en la cual me comunica que, enterada ando tras la localización de unas esculturas del maestro Mateo [Enoc y Elías], me participa que las tiene en su poder y las vende siempre que «la oferta esté de acuerdo con lo que ella cree pueden valer». Le comento que esas esculturas fueron ofrecidas en venta al Estado cursando yo mismo hace años la oferta a la Dirección General de Bellas Artes. Esta aceptó pero no pudo lograr el crédito correspondiente dando lugar entre tanto a que se produjesen las incidencias de la retirada de las piezas del Museo Diocesano de Santiago y que yo echase detrás a la policía a través de la Dirección General de Seguridad hasta que nuevamente se localizaron. Luego, siendo Alcalde Sarmiento Garra, primo del de Gimonde, aquel adquirió para el Ayuntamiento dos de las esculturas [Jeremías y Ezequiel], quedando ahora solamente dos para adquirir [Enoc y Elías]. Son las mejores además. Me dice esta señora que acaba de recibir importantes ofertas. Escribo a Iñiguez para que estudien en el Ministerio la situación legal del caso pero a la vez se lo comunico a Vd. para que esté al tanto de lo que ocurre y nos aconseje para evitar, si nos falta la acción del Ministerio, que se nos vayan de Galicia las dos piezas. Filgueira me decía que podían ser una adquisición probable del Museo de Pontevedra si Santiago no lograba quedárselas. El Lunes 8 iré a Pontevedra y hablaré de esto a Filgueira a fin de que todos estemos prevenidos. Reciba todo el afecto de su incondicional buen amigo. Manuel Chamoso Lamas».

Esta carta certifica de nuevo que las esculturas de Jeremías y Ezequiel habían sido adquiridas por el Ayuntamiento de Santiago al conde de Ximonde, primo del alcalde, en 1948 y que el consistorio las tenía en ese momento en plena propiedad y, por lo tanto, estaban fuera del mercado, «quedando» como dice Chamoso, «ahora solamente dos para adquirir». Esas dos que todavía estaban en venta son las que la condesa de Ximonde ofrece ahora a Chamoso en la carta referida, y que este comenta a Sánchez Cantón que Filgueira Valverde estaría interesado en adquirir para el Museo de Pontevedra, aunque teme que el Ayuntamiento de Santiago quiera proceder a su compra, como hizo con las anteriores. Algo sucede, entonces, entre la fecha de esta misiva, marzo de 1954, y la carta que Filgueira remitió a Sánchez Cantón unos meses más tarde, el 30 de enero de 1955, donde incluyó su ya famoso «Te supongo enterado del destino que piensa dar el Ayuntamiento de Santiago a las dos figuras del Pórtico que había adquirido. Creo que estamos justificados al comprar todo lo compostelano que salga y que nos pete. Nunca podrán quejarse ya. De manera que… nos favorecen». Lo que acontece son las fastuosas celebraciones del Año Santo, primero las grandes fiestas jubilares del 24 y 25 de julio, donde el caudillo y su esposa fueron agasajados con solemnes recepciones en el Pazo de Raxoi, y podrían haber mostrado admiración e interés por los profetas del Pórtico, y luego la ceremonia de la clausura que tuvo lugar el 31 de diciembre y que se relata detalladamente en La Voz de Galicia del 1 de enero de 1955:

«Con la clausura de la Puerta Santa culminaron en Compostela las solemnidades del Año Santo. Los actos fueron presididos por la esposa del Caudillo y el ministro de Justicia.

La esposa de S. E. el Jefe del Estado, doña Carmen Polo de Franco, llegó procedente de la Coruña [del Pazo de Meirás], a la una menos cuarto de la tarde….En la Plaza de España se había congregado un gran número de santiagueses y de forasteros para recibir a la ilustre dama, quien, al descender del automóvil, fue acogida por una estruendosa ovación y a los vítores de ¡Franco, Franco, Franco! La esposa del Caudillo fue cumplimentada por el alcalde de Santiago, señor Otero Aenlle, que le dio la bienvenida en nombre de la ciudad… Doña Carmen Polo pasó a descansar breves momentos al salón de sesiones del Palacio Municipal, donde se hallaban congregadas otras autoridades y representantes oficiales que tributaron a la ilustre dama cariñosas muestras de respeto y simpatía. A la una de la tarde la esposa del Generalísimo abandonaba el salón de sesiones para volver a la Plaza de España donde su presencia fue acogida con nuevas demostraciones de simpatía por parte de la multitud..»

Así comenzaba enero de 1955, con los gallegos leyendo en la portada de la La Voz de Galicia una descripción del escenario en el que pudo haberse fraguado un acuerdo trascendental para su patrimonio -acuerdo al que Filgueira Valverde habría de referirse en la carta que escribió a Sánchez Cantón al final de ese mismo mes, la cual concluye con la frase «Supongo que se me habrán quedado como de costumbre mil cosas…. en la cinta de la máquina. Otro día será». No se le quedó, sin embargo, el valioso inciso que insertó en medio de esa larga misiva »Te supongo enterado….»- comentario al que Sánchez Cantón, en su siguiente carta, respondió con… el silencio.

Francisco Prado-Vilar, Real Colegio Complutense, Harvard