Fallece Rafael Sánchez Ferlosio a los 91 años

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Sánchez Ferlosio en el 2007 en A Coruña
Sánchez Ferlosio en el 2007 en A Coruña EDUARDO

Autor de «El Jarama» e «Industrias y andanzas de Alfanhuí», fue una figura fundamental en las letras españolas de la segunda mitad del siglo pasado

01 abr 2019 . Actualizado a las 12:41 h.

Rafael Sánchez Ferlosio, uno de los escritores españoles más destacados de la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido a los 91 años en su casa de Madrid, según ha comunicado en Twitter su sobrino Máximo Pradera y ha confirmado Efe.

Ferlosio fue autor de dos novelas, El Jarama e Industrias y andanzas de Alfanhuí, publicadas en la década de los cincuenta y señaladas como dos obras clásicas, pero de las que su autor llegó a renegar: durante años se alejó de la creación literaria -«entregado a la gramática y la anfetamina», como recordaría más tarde-, pero habría de retomar la escritura para centrarse en el ensayo y el artículo en prensa. Cuestiones como la pedagogía, la filosofía o la gramática centraron sus intereses, pero tampoco rehuyó asuntos de actualidad como las guerras en las que participó España.

Sánchez Ferlosio nació en 1927 en Roma, donde su padre, Rafael Sánchez Mazas, fundador e ideólogo de Falange Española, estaba destinado como periodista. Su madre era Liliana Ferlosio, hija de un banquero. Rafael tuvo otros dos hermanos, Chicho, cantautor, y Miguel, matemático. Durante sus estudios de Filología en la Universidad Complutense frecuentó al grupo con el que se asociarían sus primeros años literarios: Carmen Martín Gaite, con quien se casaría en 1953 -se divorciarían en 1970-, Ignacio Aldecoa o Jesús Fernández Santos, entre otros. Aquel fue un conjunto de escritores que renovarían el realismo, al que se adscribió la obra más conocida de Ferlosio, El Jarama.

El Jarama, publicado en 1955, se fijó como paradigma de aquella interpretación del realismo. El libro narraba una excursión de un grupo de jóvenes madrileños al río que dio título a la novela. Era un realismo extremo, con diálogos que parecían transcripciones puntillosas del español coloquial, y sin la más mínima concesión al subjetivismo. Un desenlace trágico ha motivado diversas interpretaciones en clave simbólica, que elevan lo que en principio parecía una jornada trivial a la categoría de reflejo de una juventud y un país que salía de los rigores de la primera posguerra.

Sin embargo, Ferlosio había debutado cuatro años antes con otro libro, Industrias y andanzas de Alfanhuí, que mal casaba con el neorrealismo en el que se encasilló después al escritor. De raíz picaresca y estirpe cervantina, el Alfanhuí es una novela de iniciación, que se vale de un viaje a través de la sierra del Guadarrama, para introducir una serie de elementos fantásticos que retratan la narración como un precedente del realismo mágico. Ferlosio, en cambio, prefería hablar de «mentiras verdaderas».

Sus dos primeros libros lo consagraron: El Jarama obtuvo el Nadal y el Premio de la Crítica. Pero Ferlosio huyó de la gloria para refugiarse en la investigación y, a la postre, en el ensayo. Aún tendría tiempo a entregar algunas obras breves, que décadas después se reunirían en el volumen El geco. Cuentos y fragmentos. En sus páginas habitan diversas caras del escritor, desde su gusto por lo fantástico al orientalismo o sus catas en el español del siglo XVI y los relatos de «Yndias». Y, como un epílogo a su novelística, publicaría en 1986 El testimonio de Yarfoz.

Pero para entonces Ferlosio ya se había volcado en el ensayismo. La literatura y la lingüística fueron sus primeras entregas, aunque ambos campos se mantuvieron como referencias constantes. Las semanas del jardín tenía como objeto a Cervantes, mientras que "Guapo" y sus isótopos reúne etimología, sociolingüística e historia. La pedagogía y la filosofía también encontraron acomodo en sus intereses, así como la política y, especialmente, la guerra de Irak en la que se metió España en el 2003. En una entrevista con La Voz en el 2007 denunciaba cómo las potencias variaban su discurso justificatorio del conflicto en función de sus intereses: primero las supuestas armas de destrucción masiva, luego la necesidad de derrocar a Sadam Huseín o la implantación de un Estado democrático.

Lejos de la visión cortoplacista, Ferlosio podía remontarse a las guerras del siglo XIX -señalaba la francoprusiana como clave en un cambio de planteamiento- y analizar las transformaciones de los dramas bélicos desde entonces hasta el 11-S. Su mirada era lúcida y descreída: «Una vez que una guerra se inicia no existe la posibilidad de retorno». Y también advertía de la falsa euforia del triunfo: «Después de una victoria se suele decir que comienza una nueva era para una nación. En mi opinión, resulta casi sarcástico una afirmación así cuando se habla sobre un campo de ruinas plagado de cadáveres».

Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, La hija de la guerra y la madre de la patria o Sobre la guerra son testimonios de ese ensayo comprometido y combativo que caracterizó al Ferlosio del nuevo siglo, el XXI, en el que fueron llegando las distinciones: las más importantes, el Cervantes en el 2004 y el Nacional de las Letras Españolas en el 2009. Hace cuatro años se inició la recopilación de sus ensayos en cuatro tomos, a los que se añadió una antología, Páginas escogidas.

Ferlosio vivía con su pareja, Demetria Chamorro, en el barrio de la Prosperidad, en Madrid. De su matrimonio con Carmen Martín Gaite no sobrevivieron los hijos que tuvieron en común: Miguel murió de bebé por meningitis y Marta falleció de sida antes de cumplir los 30.