Alfonso Abelenda, luz para captar el paisaje y también la psicología humana

CULTURA

ANGEL MANSO

El pintor coruñés, de vida muy intensa, tenía un gran talento artístico y un peculiar sentido del humor

11 abr 2019 . Actualizado a las 16:47 h.

«Tengo mala memoria y pocos datos para hacer un currículo exhaustivo; además creo que el mejor currículo es la última obra». Esto escribía el pintor Alfonso Pedro Abelenda Escudero (A Coruña, 1931), hace un lustro, en la reedición de su libro El abelendario (Editorial Arenas). Este volumen lo publicó por primera vez el sello Planeta en 1972 y en él hay viñetas con textos como: «Es hora de sentar la cabeza, chicos, en lugar de atracar bancos pongamos uno». Es Abelenda, en estado puro, con su lenguaje a pie de calle, su voz cavernosa y su inventiva. En los últimos años veía muy poco y se hacía acompañar de un perro chihuahua al que bautizó como Tarzán del Orzán. Cuando se presentó dicha reedición, el periodista Fernando Molezún aseguraba que cualquiera de las viñetas del libro «podría aparecer hoy mismo en un periódico» y calificaba la obra de Abelenda «como una biblia del humor gráfico» en la que se puede probar -y deleitarse- «la mala leche con denominación de origen abelendiano».

La pérdida de visión «para cualquiera es una cabronada», sentenciaba el pintor y dibujante [le suspendieron seis veces en la asignatura de dibujo antes de poder entrar en la Escuela de Arquitectura de Madrid] , sentado en una terraza, con un pitillo apagado en una mano y una copa de vino en la mesa. Allí contaba su pelea pictórica diaria: «Esto de la pintura es un diálogo entre el lienzo y tú. El cuadro a veces manda, protesta, te dice ‘‘qué c... me estás haciendo, quita esto que me has puesto aquí...’’». Y ponía voz a miles de vivencias de una vida intensa, desde que fue campeón de España de 110 metros vallas a sus viajes: «Estás en plena capacidad de asombro y te largas a Madrid, a Londres a Nueva York... Hasta a Moscú, que era un coñazo». Marruecos fue otro de los lugares a los que viajó, y que pintó, con una luz que elogiaba la crítica de arte Ángeles Penas. Ella es la autora de libro La luz más brillante de este país (Deputación da Coruña), un texto donde llama la atención sobre la capacidad de Abelenda para la «captación psicológica de los seres que le rodean, de los seres humanos». Muchos de esos que lamentan su ausencia.

Abelenda, genio y figura, falleció ayer en A Coruña.