La Domus, nuestra ópera de Sydney

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto EL QUID

CULTURA

XOSE CASTRO

06 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

A Coruña por fin lo ha conseguido. Después de numerosas ocasiones perdidas (Nouvel y el Palexco, Zaha Hadid y la Casa de la Historia), ya puede decir que tiene un Pritzker en su geografía urbana. La Domus (ya no podemos llamarla Casa del Hombre, es políticamente incorrecto y atenta contra 'el lenguaje inclusivo, la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer'...) es un hito maravilloso en medio del desorden de la fachada marítima. A pesar de sus problemas de mantenimiento y de que su contenido -una propuesta museística de vanguardia en su día- no se haya renovado. Encajonada entre la vieja cantera y los edificios del barrio de Monte Alto, es nuestra ópera de Sydney, con su plinto de granito y su vela única de pizarra hinchada frente a la bahía.

Por si alguna antigua autoridad local tiene la tentación de sacar pecho, ahí están también las farolas rojas, el obelisco Millenium, el centro de ocio y el tranvía (guardado en sus cocheras), como recuerdo de que no todo fue tan afortunado como la asociación entre un japonés y un gallego, el pontevedrés César Portela.

Isozaki es un heterodoxo. Ha transitado desde el brutalismo japonés de finales de los 60 al deconstructivismo de los primeros 80 y, después, a un cierto organicismo que le lleva a compartir proyectos con artistas pop como Anish Kapoor. Personalmente prefiero a Tadao Ando, pero Arata siempre será nuestro Pritzker.