Hay un cine de la crueldad justificado y que hay que defender, sobre el cual han filmado sangre y verdad Pasolini, Sion Sono. Ferreri, Wakamatsu, Escalante y tantos otros poetas de la destrucción. Admiro el cine de serial killers de Richard Fleischer, el gran maestro de la radiografia del asesino en serie y la patología del monstruo. O el del Henry de John McNaughton, que no se ahorraba hemoglobina necesaria. El grado de rechazo que provocan Akin y The Golden Glove no está en lo extremo de su violencia ni en la explicitud de su sadismo. La línea roja en el cine ?donde no debe haber censuras- la marca el punto en el cual uno abandona el territorio de la honestidad y se entrega a la autosatisfacción y el regodeo en la impiedad más gratuita y ofensiva, en la carne torturada vendida como mercancía al peso. Porque The Golden Glove, además de estomagante, es cine artísticamente detestable y misógino hasta la náusea. A Fritz Honk, el asesino real sobre el cual se focaliza este filme, lo detuvieron, tras años de descuartizar mujeres solitarias de edad provecta, por el mal olor que salía de la morgue que improvisó en su apartamento. A Fatih Akin lo delata el aura de pestilencia de su obra agusanada por la putrefacción. Y la impotencia creativa que denota su necesidad de chapotear en el estiércol en un intento desesperado e inútil de llamar la atención. Porque este cineasta se afirmó ayer aquí, sin ambages, como un creador ahogado en su propia charca que huele a mortandad.
En competición también pasó la alemana The Ground beneath My Feet, de Marie Kreutzer. Plantea cómo la esquizofrenia rodea a su ambiciosa y joven ejecutiva, a través del cerco paranoico que invade su estresada vida. Nunca sabemos lo que es o no verdad de ese entorno opresivo ?una hermana mentalmente perturbada, una jefa y amante tóxica- y el film va dibujando trazos de irrealidad o de pasos en la frontera hacia la pérdida de la cordura que remiten a Repulsión o a Perturbada, la penúltima película trash de Soderbergh vista aquí el pasado año. No veo la peor solución que Marie Kreutzer la cierre en falso, sin sacarnos del laberinto en donde nos ha metido. O dejándonos caer que la paranoia o el infierno son los otros, el rival de la oficina o la amante dominadora.