Zanón resucita al Carvalho de Vázquez Montalbán en la Cataluña del «procés»

miguel lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Enric Fontcuberta | efe

Crepuscular, más descreído y desencantado que nunca, enfermo, pero, para su sorpresa, capaz de enamorarse, el legendario detectiva regresa en «Problemas de identidad» (Planeta)

16 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

A los quince años de la muerte de su creador, Pepe Carvalho regresa de la mano y el magín de Carlos Zanón (Barcelona, 1966). Toma el relevo del genial Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939- Bangkok, 2003) y resucita al legendario detective gastrónomo en Problemas de identidad (Planeta). Un título con muchas lecturas para un Carvalho crepuscular, más descreído y desencantado que nunca, enfermo, pero, para su sorpresa, capaz de enamorarse. Desgarrado y desconcertado, se mueve por las cloacas del poder y del dinero entre Madrid y la Barcelona del procés.

Zanón advierte que ha sacado los fantasmas de Vázquez Montalbán y ha metido los suyos «para que la novela tuviera verdad». Su detective «está hecho de conocimiento, decepción, lealtad, integridad, cinismo, escepticismo y ternura», entre otros ingredientes. Ha creado un Carvalho capaz de amar «hasta perder el oremus» y con problemas de identidad, como apunta un título con un sinfín de lecturas, que alude tanto a la situación en Cataluña como a la zozobra del detective, atrapado en el laberinto de una mujer casada con un poderoso político. «Se pregunta quién es, como yo me pregunté quién era en un momento en el que como sociedad y como país todos se preguntan quiénes son y si era verdad aquello que creíamos que éramos», dice Zanón. «Siempre tuvo ese punto de desencanto y de escepticismo. Es un personaje crepuscular, sí, pero que juega una partida de cartas a la que le quedan dos manos en las que echará el resto». Esta novela de Carvalho es de Carlos Zanón, que, como Vázquez Montalbán, nada a contracorriente para reventar las costuras del a menudo encorsetado género negro. Su Carvalho es «otro», pero mantiene algunos rasgos y manías acentuadas. «Lo tenía muy claro. Debía hacer una novela con un personaje, unas características y un perfume determinado. Pero ni podía, ni quería, ni sabría copiar el estilo de Montalbán, que es un autor único», defiende.

José Carvalho Larios tiene aún oficina en las Ramblas. Sigue quemando libros: la Constitución, Moby Dick, uno sobre los emperadores de Bizancio, Mi historia secreta de Paul Theroux o Asesinato en el comité central, del propio Montalbán. «Era muy jugoso y muy goloso. Se podía evitar, pero no se debía», dice Zanón de esta bibliopiromanía. Sigue odiando la música moderna y, aunque apenas puede comer, cocina por gusto. Está enfermo. Es cascarrabias, gruñón, violento e injusto. Frecuenta los bares de chinos donde ahora se dan las tapas. Pero dialoga con su creador, El Escritor, al que nunca se nombra, un gordito con bigote», dice Zanón.