«Me pegaban en el colegio y me salvaba el llegar a casa y ponerme un disco de Bad Religion»

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Toundra, con su guitarrista Esteban J. Girón en primer plano.
Toundra, con su guitarrista Esteban J. Girón en primer plano. IÑIGO DE AMESUCA

Toundra presenta el próximo sábado 19 en Santiago «Vortex», su quinto álbum y una vuelta al lado más afilado de su sonido

15 ene 2019 . Actualizado a las 10:37 h.

El de Toundra es uno de los mejores directos de rock que actualmente se pueden ver de un grupo español. Intensa, profunda y explosiva, su mezcla de hardcore, post-rock y metal ha logrado tocar a todo tipo de públicos. Aquí y en el extranjero, donde se prodigan con asiduidad. El sábado 19 estarán en Santiago (Capitol, 21.00 horas, 16 euros anticipada). Antes su guitarrista Estaban J. Girón habla de un modo muy emocional de sentir y hacer la música. 

-Han hecho el vídeo de «Cobra» con imágenes de refugiados y guerras. ¿Suple eso la falta de voz para difundir su mensaje?

-La característica ético-política de Toundra no se basa en tener cantante o no tener cantante, sino en la manera de pensar de sus componentes. Siempre hemos sido, a nivel individual, sensibles a la injusticia. En este caso, muy sensibles a que se diferencie a las personas por el lugar en el que nazcan, algo absurdo en el siglo XXI. Da la casualidad que conocemos a Manu Bravo, fotógrafo de guerra, y a Gonzo, porque ambos eran fans de la banda. A raíz de la portada que hizo Fran Rodríguez se me ocurrió hablar de ello, justo en unos tiempos en los que se pone tanto hincapié en las fronteras interiores en nuestro país. Yo creo que, más allá de que existan diferentes agencias tributarias aquí, urge más el hecho de que el Mediterráneo se está convirtiendo en un cementerio. Hay una realidad ahí, que es Siria que está en el siglo XXi a tanta distancia de España como estaba Auschwitz de Berlín.

-Dijo una vez: «El indie huele a derechas que lo flipas». ¿Es así?

-Hay que tener cuidado con lo que dices [risas]. Hay artistas en el indie que son gente comprometida y hay artistas en el indie que lo único por lo que están ahí es por el entretenimiento. Tengo amigos que no se posicionan y están en el indie. Acabo de estar chateando con con The New Raemon, al que adoro, y creo que no se ha posicionado políticamente nunca. Aquello era una manera de hablar de situaciones comunes. Cuando alguien dice «es que no me gusta el fútbol» es que es del Real Madrid. Cuando te dicen «es que no me interesa la política» es que entonces es conservador. Creo que en lo que se está denominando indie hoy en día en España hay una gran masa de público y artistas que no se cuestionan la realidad en la que viven. Pienso que eso es peligroso. Pero eso no va más allá de que vivimos en una sociedad de consumo, en donde es más importante para una persona pagar diez euros por un café aguado en un multinacional que comprar un disco que le puede cambiar la vida, cuestionar sus principios o, incluso, llevarle a otros lugares en los que podría ser más feliz. Ese titular es un fragmento de una conversación. En realidad, lo que estaba criticando es el no cuestionamiento de la sociedad de consumo y la necesidad de que en el arte haya un cuestionamiento de eso, hacia una dirección u otra. Ese papel lo han jugado los artistas desde los siglos de los siglos.

-¿Ese modo de consumir la música en modo festivalero, como un mero entretenimiento, no cree que se da también en el lugar del que vienen ustedes, el ámbito del punk-rock y hardcore?

-Yo puedo solo hablar con conocimiento real de Toundra. Y sí, nos hemos visto beneficiados de que el consumo de música en festivales. Nos ha llevado a vender más entradas y más discos. También a tener mayor repercusión en la prensa. Pero lo que es importante es que ese no sea el único consumo, que haya más consumos. La música en sí tiene que jugar un papel mucho más importante de la realidad social de un país que el del mero entretenimiento de bufón, que es lo que muchas veces puedes ver en festivales. Vas y hay un aquelarre de bandas, con nombres todos parecidos y un público que, en realidad, le da todo igual. Lo único que quieren es que no esté muy alto, poder bailar y chuzarse.

Los integrantes de Toundra
Los integrantes de Toundra IÑIGO DE AMESUCA

-Cuando en el pasado la gente se metía en el punk-rock encontraba rebeldía y afán contestatario. Parece que se haya perdido y que las nuevas generaciones acuden a otras formas. Cada cierto tiempo sale «el nuevo punk». De un tiempo hacia esta parte, muchos lo ven en el «trap». ¿Ustedes, que igual se mueven en una casa okupa que un gran festival, qué piensan?

-Nosotros tenemos la gran suerte de poder tocar tanto en el Auditori de Barcelona como en una casa okupa en Oslo. Es importante saber estar en todos los sitios y estar ahí para tener capacidad de análisis. El trap no creo que sea el nuevo punk. Tiene elementos del punk, como la provocación. Recordemos que los Sex Pistols se ponían brazaletes con esvásticas. Pero la llamada de atención del trap es vacía, sin ningún tipo de contenido, ni respuesta hacia una realidad que quieres cambiar. Creo que en el punk-rock y en el hardcore sí que la había, esa es la gran diferencia. No hay que confundir el ser maleducado con ser rebelde. Se puede ser el tipo más rebelde del mundo, siendo el más educado.

-¿Le gusta el «trap»?

-Hay artistas del trap a los que respeto. Aunque no me guste nada, lo que hace C. Tangana me parece que tiene una personalidad arrolladora. Eso hay que destacarlo porque es dificilísimo de conseguir como artista: que lo tuyo solo sea tuyo.

-¿Por qué ha perdido ese papel de punch juvenil el punk-rock?

-El punk-rock lo ha perdido porque la moda es cíclica. Vamos a tener unos años donde habrá un páramo de guitarras en los escenarios. Para aquellos que somos fans de las bandas de rock n' roll va a ser duro. Pero todo es cíclico. Pasó en los ochenta. Hasta que llegó Nirvana. Para que siga existiendo rock n' roll, que es algo que en buena parte se basa en la rebeldía, es necesario que haya bandas que den un golpe en la mesa. Y no lo han hecho.

 -Viendo a Toundra en directo da la sensación de que flotan. Hábleme de esa modo de entregarse a la música de un modo físico y emocional tan fuerte.

 -Es la mejor droga del mundo. Y la más adictiva. Si eres un fanático de la música, la máxima expresión de la felicidad es ser músico y tocar en directo. Es lo que creo yo. Porque también he flotado como público, pero estar ahí es tremendo. Puede estar jodido un mes entero por una razón, porque has elegido este camino en la vida, y tocas y es lo que te salva de la depresión. Creo que no hay nada más curativo para alguien que siente la música como piedra angular de su vida. Es lo que te puedo decir.

 -Llama la atención mucho la comunicación gestual que tienen con el público, cuando algunos de sus referentes (Mogwai, Explosions In The Sky…) son tan estáticos.

-Depende del día que tengas. Hablo mucho con Cristina, la cantante de Belako, de lo que ella llama la locura del titiritero. El paso de los años con este tipo de vida puede llevar a que estés un poco trastornado. Igual que ocurre en otras profesiones. Hay días malos, pero lo que te salva, o al menos me ocurre a mí, es que estás en un concierto, muy lejos de casa, la sala está llena, hay gente viéndote, sonriendo y vibrando. Lo que te salva es cuando te dices: «Disfruta de eso, porque eres uno entre un millón». ¿Cuántos músicos hay que lo han dejado? ¿Cuántos músicos hay que no han tenido la suerte, las agallas o el valor de seguir para poder disfrutar de eso? Por ello pienso que hay que disfrutar, porque puede que sea la última vez. El día que yo me deje de hablar con Alex, mi batería, no existirá Toundra.

 -Escuchándolo, parece que en su caso la música es un tema de vida o muerte. ¿Es así?

-Lo es. Mis compañeros del Resurrection Fest [Esteban J. Girón trabaja en el evento como responsable de Comunicación] se ríen de mí. Cuando llevo 20 horas seguidas trabajando y derrotado, me giro al lado de un colega y le digo: «A mí el rock n' roll me ha jodido la vida». Pero en realidad me la ha salvado. Hoy me han mandado una foto que he colgado en mi Instagram personal. Tenía cinco años y estaba haciendo que tocaba la guitarra con mi padre. Ves la postura de esa foto y es una postura que yo hago ahora en el escenario. La música es lo más importante que hay en mi vida, igual que mi familia. Y sí, es una cuestión de vida o muerte. A mí me ha sacado de muchos momentos de tristeza. Perdona que hable así, porque hace poco que me atreví a hablar de ello. Yo he estado deprimido, aunque mucha gente creía que no tenía razones. Me pegaban en el colegio y lo que me salvaba siempre era el llegar a casa y ponerme un disco de Bad Religion. Estuve con una gran depresión, donde pesaba 56 kilos, cuando mido 1,85 metros. Ahí lo que hacía es coger una guitarra y componer. Entonces sí, la música es lo más importante.

-No pida disculpas por ello: es mucho más importante hablar de eso que de post-rock o técnicas de guitarra.

-[Risas] Sí, es bastante más importante que hablar de delays o de pedales.