Ángel de la Cruz: «Una película de animación para un público adulto tiene su riesgo»
CULTURA
Tras su colaboración en «Arrugas», el guionista estrena una nueva adaptación del dibujante Paco Roca
04 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Llega hoy a los cines Memorias de un hombre en pijama, la adaptación al cine por Carlos Fernández de Vigo del cómic homónimo de Paco Roca que combina animación e imagen real. El dibujante es uno de los coguionistas del filme, junto a Diana López Varela y Ángel de la Cruz, quien ya había colaborado con Roca para convertir en película otra obra suya, Arrugas. Aquel filme ganó el Goya al guion adaptado y a la mejor película de animación, categoría en la que este año se ha metido Memorias de un hombre en pijama.
-Este proyecto ya se remonta en su origen a «Arrugas», ¿no?
-Efectivamente, la colaboración con Paco había resultado tan gratificante con Arrugas que Manuel Cristóbal, productor de aquella película, ya sugirió a los pocos meses volver a juntar al equipo creativo para adaptar otra historia de Paco. La idea se materializó en A Coruña, durante una visita de Roca a la ciudad para firmar libros. Nos fuimos a cenar y decidimos que, si hacíamos otra, tendría que ser cambiando de género. Después del drama de Arrugas a ambos nos apetecía hacer una comedia. Y lo más humorístico que tenía Paco en aquel momento era Memorias de un hombre en pijama. Nos pusimos a escribir y en el 2014 teníamos ya un guion en marcha al que se había incorporado también Diana.
-Hay una diferencia obvia con «Arrugas»: la imagen real.
-Queríamos que quedase claro que era la historia de un dibujante de novelas gráficas, alter ego del propio Paco Roca, que nos contaba su vida con sus propios dibujos oficiando de narrador, como en su época hicieron Disney o Hitchcock con sus respectivas serie de televisión, por poner un ejemplo. De ahí la necesidad de introducir en la película al personaje de carne y hueso. Lo lógico hubiera sido que el propio Paco Roca, el de verdad, apareciese de narrador, pero fue él mismo el que sugirió la posibilidad de ofrecer «su papel» a Raúl Arévalo, porque encontraba un cierto parecido físico entre él y su propia caricatura. Lo gracioso fue cuando, puestos manos a la obra, llamé por primera vez a Raúl y me dijo que él seguía semanalmente las tiras cómicas y se sentía muy identificado con el personaje. Todo encajaba.
-Y también tiene un tono más optimista.
-Exactamente, esa fue la verdadera razón de elegir esta obra, alejarnos lo máximo posible del género anterior intentado realizar una película más optimista, luminosa, amable, simpática, etcétera. Lo que buscábamos en todo momento, desde la escritura del guion hasta la posproducción final, era realizar una comedia romántica y amable, donde el público saliese con una gran sonrisa y la agradable sensación de haber visto una película divertida, entrañable y cercana.
-¿Esperan repetir el éxito?
-Realizar una película de animación destinada exclusivamente a un público adulto tiene su riesgo porque ese nicho de espectadores es aún pequeño. El reto es conseguir meter en las salas al público amante, en este caso, de la comedia, especialmente de la comedia amable y romántica, como si fuese una película más. La animación no es un género, sino una técnica, un vehículo para contar historias. Nuestro logro en Arrugas fue conseguir que la audiencia se olvidara de que era una película de animación a los cinco minutos de comenzar. Con esta, de género muy distinto, aspiramos a lo mismo: que se metan en la historia, empaticen con ella y se olviden de que es animación, para salir finalmente de la sala con la sonrisa dibujada en sus rostros. A decir de los comentarios y críticas recibidas en los distintos certámenes por donde ya ha pasado, creo que la reacción está siendo la adecuada. Sobre todo cuando una y otra vez, al salir de las salas, la gente repite continuamente que se les ha hecho corta. O dicho en palabras de Billy Wilder: «Aspiro a que la gente se olvide de sus problemas durante hora y media».
«Se jugó con el contraste entre el Mediterráneo y el Atlántico»
El argumento de Memorias de un hombre en pijama, que Roca publicó como tira semanal antes de reunirse en libro, gira en torno a un personaje que puede trabajar desde casa vestido con la prenda que los demás solo se ponen para dormir.
-Una situación que muchos entenderán, algunos porque la viven y la mayoría porque les gustaría poder hacerlo pero no pueden...
-Ese era el meollo de la historia. Introducir a lo largo de la cinta sketches de las tiras cómicas de Paco fue fácil, pero darle a todo el argumento la consistencia de una historia bien estructurada e hilada costó más. Y el hilo conductor fue precisamente ese: contar que los sueños infantiles de un moderno Peter Pan (en este caso, poder trabajar en casa en pijama) a veces conllevan ventajas pero también puede acarrear problemas, como por ejemplo la incapacidad para comunicarse con los demás. Si te pasas todo el día en pijama en casa, está claro que tendrás problemas para mantener relaciones estables, ya sea con tu pareja o los amigos, por ejemplo, que es de lo que realmente va esta película.
-La película es una coproducción entre Galicia y empresas radicadas en el Mediterráneo. ¿Cómo han sido los procesos de trabajo?
-Se tuvo muy presente desde el principio y la dirección artística a cargo del propio director y del también gallego Gonzalo Golpe jugó con el contraste entre ambos ambientes: el Mediterráneo y el Atlántico. Al participar tres productoras de Galicia, Cataluña y Valencia, nos apetecía que también se reflejasen de alguna manera en la película sus luces y su ambiente. Puedo anticipar que la película comienza con un amanecer en Barcelona, pasa por Valencia y termina (curiosamente con una bella puesta de sol, claro) en las islas Cíes.